Billy el Niño fue el torturador más tristemente famoso del franquismo. Tras morir el pasado 7 de mayo por coronavirus a los 73 años, las víctimas de este expolicía exigen una reparación que en vida nunca llegó. “Se fue sin ser juzgado y con medallas por sus servicios a la patria, es una vergüenza”, dicen a Infobae desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) que lidera desde hace años esta lucha. Exigen al gobierno español la retirada póstuma de sus condecoraciones y una condena institucional.
Son muchos los documentos que atestiguan las torturas sistemáticas que cometió Juan Antonio González Pacheco en los calabozos de la de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid como parte de la Brigada Político Social. Los testimonios de las víctimas dibujan a un personaje cruel que disfrutaba infligiendo dolor y se vanagloriaba del terror que despertaba su alias entre los estudiantes y activistas de izquierda en las postrimerías del franquismo.
En democracia llevó una vida cómoda desde su residencia en Madrid, con una elevada pensión y un trabajo en una empresa de seguridad. Fue en 2018 cuando su rostro se hizo público, empezó a salir en los medios de comunicación y fue objeto de varios escraches por colectivos de víctimas. La ARMH destapó el escándalo ese año al descubrir que en 1977 recibió una medalla por la que recibía un dinero del Estado.
A partir de ahí las investigaciones periodísticas destaparon otras cuatro medallas más, concedidas por las instituciones españolas entre 1972 y 1982 (menos la primera, todas ya en democracia) que elevaban un 50% su pensión.
“¿Cómo es posible que los españoles, incluidas las víctimas a las que destrozó la vida, hayamos tenido que pagar durante todos estos años con nuestros impuestos a un torturador?”, se pregunta en conversación con Infobae Emilio Silva, presidente de la ARMH.
¿Cómo es posible que los españoles, incluidas las víctimas a las que destrozó la vida, hayamos tenido que pagar durante todos estos años con nuestros impuestos a un torturador?
“Debilidad democrática”
Hace dos años la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica reunió 263.700 firmas para exigir al Ministerio de Interior que retirara las medallas a Billy el Niño. “El gobierno en funciones -liderado por el Partido Socialista- se comprometió a hacer el trámite con rapidez pero ya han pasado casi dos años y no lo ha logrado. Es un símbolo de la debilidad democrática de este país cuando se trata de hacer justicia con la herencia del Franquismo”, dice Emilio Silva.
El caso de Billy el Niño fue una de las prioridades del partido de izquierdas Podemos antes de entrar a formar parte del gobierno español junto a los socialistas. Por eso indignó tanto a las asociaciones de víctimas del franquismo cuando en una sesión en el Congreso celebrada en febrero de este año Podemos votó en contra de que saliera a la luz el historial completo de Billy el Niño.
Tras su negativa en la primera votación, alegaron haberse equivocado, y finalmente votaron a favor, pero sólo de que se vieran sus condecoraciones y no el resto del historial, pese a que el medio digital Eldiario.es ya había desvelado parte de su contenido.
“La muerte del torturador González Pacheco sin haber sido juzgado, con sus medallas y privilegios intactos, es una vergüenza para la democracia y también para nosotros como gobierno. Pido perdón a sus víctimas, luchadores por la democracia y la justicia”, ha dicho el vicepresidente Pablo Iglesias, líder de Podemos.
Desde la ARMH consideran que detrás de ese voto negativo había un interés del gobierno para no sentar un precedente que pudiera servir más adelante para sacar a la luz el historial de otros policías acusados de torturas o de episodios negros de las fuerzas de seguridad en democracia como la guerra sucia al terrorismo de ETA por parte de los GAL. “Una cosa es defender unas ideas desde la oposición y otra desde el Gobierno”, opina Silva.
El pasillo, la bañera, el paseíto y otras torturas
La historia de Billy el Niño es la de la España más negra. Su trabajo desde que inició su carrera con la policía franquista en 1969 se centró en desarticular a los grupos ilegales de izquierda que luchaban contra la dictadura en los años más fuertes de la oposición en las calles y la lucha desde la clandestinidad.
Hizo labores de infiltración en facciones como el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), disolvía a la fuerza asambleas y manifestaciones ciudadanas y perseguía “a homosexuales, estudiantes, militantes y todo lo que el régimen pudiera considerar una amenaza”, recuerda Emilio Silva.
Las medallas que logró en reconocimiento a una carrera salpicada por las irregularidades (en 1975 adelantó de una sola vez 500 puestos en el escalafón de la policía y en numerosas ocasiones recibió premios en metálico por la brutalidad de sus actuaciones represivas) obedecen a una ley de 1964 que premia “las virtudes de patriotismo, lealtad y entrega al servicio en el más alto grado”.
Ninguna de esas buenas prácticas asoma en los detallados recuerdos que sus víctimas han ido desvelando con el paso de los años. Sus armas eran la destrucción psicológica de aquellos que caían en sus garras, la humillación y la violencia sistemática.
Una de sus tácticas predilectas de tortura consistía en esposar al detenido las muñecas pegadas a los tobillos, de forma que los genitales, los glúteos y las plantas de los pies quedaban expuestos para ser golpeados. En esa posición la víctima queda suspendida, totalmente expuesta y sin poder defenderse.
Otras ‘habilidades’ que Billy el Niño desarrolló en los sótanos de tortura de la Brigada Político Social (BPS) en el centro de Madrid eran “el pasillo” (obligaba al detenido a avanzar entre dos filas de policías armados con puños americanos y porras), “el repasito” (golpear fuertemente con guías telefónicas y porras de goma para no dejar marcas), “la bañera” (sumergir la cabeza en aguas sucias hasta casi el ahogamiento), apagar cigarrillos en la cabeza, amenazar con lanzarles por una ventana…
Distintos testimonios coinciden en que era especialmente cruel con las mujeres (amenazaba con violar a chicas de apenas 18 años) y los más jóvenes, a los que dejaba desnudos durante varias horas sin poder limpiar sus propios orines y excrementos o les impedía descansar privándoles de comida, agua y sueño.
No tenía un motivo concreto para las detenciones. Podía ser estar en la calle cuando pasaba una manifestación, asistir a una charla en la universidad o llevar encima propaganda. Cuando la BPS atrapaba a “un enemigo del régimen”, los golpes empezaban durante el traslado a comisaría en el vehículo policial, luego pasaban a los interrogatorios, en algunos casos al aislamiento e incluso hay pruebas de que participaban médicos para comprobar las constantes vitales de los detenidos para saber cuánto más podrían aguantar las torturas.
Querella histórica desde Argentina
Cuando llegó la democracia, Billy el Niño dejó el cuerpo policial pero siguió conectado con los servicios de seguridad desde el ámbito privado con su empresa Servicios de Prevención de Atentados y Secuestros.
“Convirtió su sistema de tortura en un negocio: ofrecía protección contra lo que él bien conocía”, dice Emilio Silva, quien denuncia que el torturador se vio favorecido por la Ley de Amnistía firmada en España en 1977 para dejar atrás la dictadura.
“Él es uno de tantos otros protegidos del franquismo que han muerto con total impunidad escondidos entre la derecha de este país”, dice Silva, quien asegura que Billy el Niño tenía “muy buenas relaciones con altos cargos de la policía nacional española”.
Tras años de llevar su caso ante la justicia española sin éxito, desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica decidieron buscar la colaboración de la justicia argentina. “Si España logró perseguir a los dictaduras de Chile y Argentina, ¿por qué no se puede hacer al revés?”, explica Silva, alegando el cumplimiento de “la justicia universal”.
Contactó en 2008 en Madrid con dos argentinos, el jurista Eugenio Raúl Zaffaroni y el defensor de derechos humanos Matías Bailone, quien a la postre sería uno de los impulsores de la histórica querella desde Argentina en 2010 contra los crímenes del franquismo y de la Guerra Civil española.
La juez argentina María Servini de Cubría ha sido quien ha liderado el caso, igual que hiciera el juez español Baltasar Garzón en la demanda contra Augusto Pinochet y la dictadura militar argentina. Considera que sus crímenes son de lesa humanidad, por lo que no prescriben. Sobre Billy el Niño caían varias querellas por delitos de torturas, homicidio agravado, secuestro y sustracción de menores, además de malos tratos.
En 2014 el expolicía franquista fue llamado a declarar sobre su extradición a Argentina en la Audiencia Nacional pero se negó a aceptarla. Emilio Silva estaba ese día en la acera de enfrente a la entrada del edificio y recuerda la frustración de las víctimas congregadas allí que no cesaban de gritar: “¡Extradición para los torturadores!”.
“Aquel episodio fue un símbolo de que algo funciona mal en la democracia española. Ahora que se ha muerto es probable que el gobierno le retire las medallas, pero ya es tarde. Sólo pedimos que desde la justicia española no se siga obstaculizando las investigaciones abiertas desde Argentina relacionadas con el franquismo, como las del caso de Cipriano Martos”.
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