El riesgo de que los niños mueran de malaria, neumonía o diarrea en los países en desarrollo está en un espiral ascendente como consecuencia de las medidas adoptadas para mitigar el impacto de la pandemia de coronavirus y “supera con creces cualquier amenaza" planteada por el COVID-19, advirtió el viernes Unicef.
Además, en una entrevista exclusiva con el diario británico The Telegraph, el doctor Stefan Peterson, jefe de salud de la agencia de las Naciones Unidas para la infancia, advirtió que los bloqueos o cuarentenas generales impuestos en muchos países de ingresos bajos y medios no son una forma efectiva de controlar COVID-19 y podrían tener otras repercusiones mortales.
“Las medidas de cuarentenas indiscriminadas no tienen un efecto óptimo sobre el virus”, dijo el experto. “Si se le pide a las familias que se queden en casa y eso implica quedarse en una habitación en un barrio pobre, sin comida ni agua, eso no limitará la transmisión del virus”, añadió.
“Me preocupa que las medidas de cierre se hayan multiplicado entre los países ante la falta de certezas sobre qué hacer, con poca contextualización de cada situación local”, dijo Peterson.
“El objetivo es frenar el virus, no encerrar a las personas. Necesitamos levantar la vista y mirar la imagen completa de la salud pública”, advirtió.
Según un crudo informe publicado en la revista Lancet Global Health el miércoles, casi 1,2 millones de niños podrían morir en los próximos seis meses debido a la interrupción de los servicios de salud y suministros de alimentos causados por la pandemia de coronavirus. El número equivale a unos 6.000 niños fallecidos por día.
El modelo, realizado por investigadores de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins y Unicef, encontró que las tasas de mortalidad infantil podrían aumentar hasta en un 45% debido a las interrupciones relacionadas con el coronavirus, mientras que las muertes maternas podrían aumentar en casi un 39 por ciento.
Según el doctor Peterson, esas cifras son un reflejo de las restricciones estrictas en la mayoría de los países del mundo que impiden que las personas salgan de sus hogares, lo que les impide acceder a servicios esenciales de atención médica.
En algunos países también se ha demostrado que la mayoría de las personas evitan los hospitales y centros de salud por temor a contagiarse COVID-19, mientras que los servicios sanitarios se han desviado para centrarse en la pandemia. Las campañas de vacunación contra enfermedades como el sarampión también se han interrumpido: al menos 117 millones de niños en todo el mundo probablemente se perderán las vacunas de rutina este año.
Peterson advirtió que estas tendencias han resultado en una reducción en la “utilización efectiva de los servicios”, un cambio que, en algunos lugares, podría ser más peligroso que el virus mismo. Y los bloqueos tienen un alto costo económico, lo que podría desencadenar un aumento de la pobreza y la desnutrición infantil.
El modelo proyectó que India vería la mayor cantidad de muertes adicionales en niños menores de cinco años y mortalidad materna, seguida de Nigeria. También es probable que Pakistán, la República Democrática del Congo, Tanzania e Indonesia se vean fuertemente afectados.
La situación descrita en el informe tiene antecedentes: una investigación ha demostrado que en 2014, durante el brote de ébola en África occidental, fueron más las personas que murieron por efectos indirectos que por la enfermedad misma. Pero la escala de la pandemia actual pareciera mostrar que las consecuencias serán mucho mayores.
“Desde que comenzamos a contar las muertes infantiles y la mortalidad materna, esos números han ido bajando y bajando y bajando”, dijo Peterson. “Por eso estos tiempos no tienen precedentes, porque es muy probable que estemos viendo un escenario en el que las cifras están subiendo”.
“Eso no es de COVID-19. El COVID-19 no es una enfermedad infantil. Sí, hay casos excepcionales y los vemos publicitados en los medios. Pero neumonía, diarrea, sarampión, muerte en el parto, estas son las razones por las que veremos aumentar las muertes infantiles”, dijo. “Estas amenazas superan con creces cualquier amenaza presentada por el coronavirus en países de ingresos bajos y medios”.
Peterson instó a los países a no imponer bloqueos draconianos, sino a centrarse en identificar puntos críticos para que se puedan introducir restricciones regionales que resulten menos dañinas para la salud pública.
Añadió que le preocupaba que la batalla actual contra COVID-19 se estuviera convirtiendo en una “crisis de los derechos del niño” y robando a una generación sus perspectivas de salud, educación y economía.
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