Desde que comenzó la pandemia, hace seis meses, en China, el COVID-19 ha costado casi 4,5 millones de infectados y casi 300.000 muertos en 187 países, además de poner en peligro uno de cada dos empleos y causar una pérdida económica de al menos el 3% del producto bruto global. Una de las incógnitas principales del mundo es a quién solicitarle el pago de esa cuenta, de manera similar a lo que hizo Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial. Ya hay más de 14.000 demandas, desde gobiernos a individuos pasando por empresas, en 46 países, al respecto.
Pero no existen pruebas que señalen al responsable. Circula todo tipo de teorías, desde las conspirativas a las científicas, sobre el origen del nuevo coronavirus, que sobre todo sería importante identificar para evitar que algo así vuelva a suceder, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los gobiernos de Estados Unidos y China se culparon mutuamente por el contagio inicial. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lleva semanas tratando de que Beijing permita el acceso de una misión de expertos, originalmente pautada para mediados de marzo, pero hasta el momento sólo ha logrado una nueva postergación, hasta fines de mayo.
Mientras tanto, un grupo de periodistas de The Wall Street Journal (WSJ) encontró una pista de importancia en el mercado de Huanan hasta el que se rastreó el brote.
Lu Junging, empleado de la empresa de desinfección Jiangwei de Wuhan, recibió una llamada a la 1 de la mañana del 31 de diciembre de 2019. Era su jefe. Le pedía que fuera al mercado y que llevara su mejor batería de materiales. En ese mismo momento, sí. Lu contactó al resto del personal y los citó.
Ni Lu ni su jefe habían escuchado hablar del coronavirus, que todavía no había sido bautizado SARS-CoV-2. Lu conocía el mercado, cerca de una estación de trenes, pero ni siquiera imaginaba que podía ser el origen de la enfermedad misteriosa que avanzaba sobre la ciudad. Por eso llevó una fórmula común de 500 miligramos de dióxido de cloro por litro de agua, que al día siguiente, al enterarse de lo que sucedía, cuadruplicó.
“Cuando llegó allí, los funcionarios locales le indicaron que se dirigiera a un grupo de puestos que vendían animales salvajes para alimentación o medicina tradicional”, escribieron Jeremy Page y Natasha Khan, autores del trabajo que investigaron también Qianwei Zhang (en Wuhan) y Phred Dvorak. “Había cadáveres y especímenes vivos en jaulas, entre ellos serpientes, perros, conejos y tejones”.
Mientras Lu y su equipo rociaban los locales con desinfectantes, había agentes sanitarios que tomaban muestras de los puestos, las alcantarillas y las mercancías. En un momento les pidieron ayuda con los animales muertos: el equipo de Jiangwei Desinfecciones recogió del piso heces y pieles, con pinzas, que colocaron en las bolsas de plástico que les proveyeron los oficiales. Las bolsas fueron selladas.
"Más de cuatro meses más tarde, las autoridades chinas aún no han compartido con el mundo ningún dato sobre los animales de los que se tomaron muestras, como dijeron Lu y los demás. Parece que Beijing estanca los esfuerzos internacionales para encontrar la fuente del virus”, siguió WSJ, cuyos periodistas hablaron “con docenas de expertos y funcionarios de salud pública”.
Además de la policía, recordó Lu, había personal del Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CCPE) de China, y al día siguiente, cuando la limpieza continuó, fueron más, de la sede central del organismo en la capital del país. El mercado se cerró ese día.
Se ordenó a los comerciantes que dejaran todo exactamente como estaba. “Durante los días siguientes, dijo [Lu], vio cómo el personal del CCPE tomaba muestras y eliminaba algunos de los animales vivos y muertos”, citó WSJ. Allí fue cuando los funcionarios pidieron que el equipo de desinfección colaborase con las heces y las pieles, “principalmente de perros y conejos muertos”.
El informe oficial del CCPE comienza solo con la llegada del equipo desde Beijing ese 1º de enero, no cuenta lo que sucedió el día anterior. Según ese relato, se recolectaron 585 “muestras ambientales” de alcantarillas, puestos y un camión recolector de basura, y de ellas 33 dieron positivo de SARS-CoV-2. De esas 33, 14 provenían del área donde se vendía vida silvestre, se agrega. Pero no se mencionan muestras de animales.
“A mediados de enero, cuando los expertos sanitarios de Taiwán y Hong Kong visitaron Wuhan, un oficial del CCPE local les dijo que no se habían encontrado animales salvajes en el mercado y que esas cosas rara vez eran de consumo culinario local, según una persona presente, quien también dijo que no se habló sobre otra clase de animales”, informó WSJ.
Sin embargo, y en coincidencia con el testimonio del encargado de desinfecciones Lu, el virólogo Ian Lipkin, de la Universidad de Columbia, dijo que sí había animales. Lipkin estuvo en China hacia finales de enero como parte de la ayuda para combatir el virus. En aquel momentos sus contactos locales le dijeron que el CCPE había tomado muestras de animales y de cortes de carne en el mercado.
Lipkin corrió sin dudar al epicentro porque estuvo en China en 2003, cuando fue el brote del coronavirus causante del síndrome agudo respiratorio grave (SARS), para ayudar en la primera epidemia del siglo XXI. Ahora, aseguró, el director del CCPE de Beijing, George Gao, estaba convencido de que la culpa del nuevo coronavirus correspondía a la rata del bambú, un roedor que en China se suele vender para el consumo en gastronomía.
Sin embargo, luego de que hicieran la visita y esa búsqueda exhaustiva de los animales vivos, muertos y congelados en varios enfriadores, y no encontraran nada, debieron revisar su modelo”, dijo Lipkin. Aunque Gao no respondió a la consulta del periódico, Lipkin recordó que el titular del CCPE le había dicho que habían encontrado muestras ambientales del SARS-CoV-2 pero no habían podido identificar de qué animal provenían probablemente. “Había mucha contaminación, muchas partes de animales, muchas especies”.
Una vez más, nada se dijo sobre la recolección de muestras del 31 de diciembre y del 1º de enero de las que fue testigo el empleado de Jiangwei Desinfecciones.
Un colega de Lipkin, Lu Jiahai, de la Universidad Sun Yat-sen, sugirió entonces que se buscaran otras formas de identificación del virus, como muestras de sangre de pacientes de neumonía de antes de diciembre en toda China, para ver si el brote podría haber tenido una fuente que no fuera Wuhan. Pero hasta el día de hoy las autoridades nacionales le negaron el acceso a las muestras, destacó WSJ.
Surgió entonces la explicación más consensuada: que los murciélagos habían sido el huésped original del SARS-CoV-2. Esa hipótesis “se deriva principalmente de un estudio académico publicado el 23 de enero, que concluyó que el genoma del nuevo virus era idéntico en un 96% al del otro coronavirus hallado anteriormente en murciélagos del sudoeste chino”, recordó el periódico. “Entre los autores del trabajo estaba Shi Zhengli, experta en coronavirus de murciélagos del Instituto de Virología de Wuhan, uno de los lugares que los funcionarios de los Estados Unidos han sugerido que fue la fuente del virus”.
Tampoco Shi quiso hablar con WSJ. “Una semana más tarde, los investigadores del CCPE de China publicaron un estudio que también concluyó que los murciélagos podían ser los huéspedes originales, pero que a la vez sugería que el virus pasó a los humanos por medio de otro animal salvaje del mercado de Huanan, debido a que la mayoría de los murciélagos hibernan en diciembre y no se vendió ni se encontró ninguno en el mercado”, completó el artículo.
Para la OMS sigue siendo preocupante la falta de transparencia en la búsqueda del origen del virus, un paso básico para tratar de impedir que otro similar se transmita de animales a humanos y cause una nueva ola de enfermedad. Pero desde que la primera misión de la OMS viajó a Wuhan en febrero, cuando los funcionarios chinos parecían sinceramente comprometidos con la investigación, algo parece haber cambiado. Regularmente el organismo internacional solicita a China actualizaciones de la investigación, pero no ha recibido ninguna.
“Todo el mundo reconocía la importancia de esto", dijo a WSJ Clifford Lane, director clínico del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de los Estados Unidos, quien formó parte de la misión de la OMS. “Mi impresión es que estaban investigando, que pensaban en esto”. Incluso le dijeron que en algún momento podrían trazar un mapa epidemiológico del mercado que mostrase qué animales estaban dónde, y cuáles pacientes habían visitado qué sector del mercado. “Todavía no se ha dado a conocer ese mapa”, destacó el texto.
También la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) ha intervenido en la pesquisa del origen del SARS-CoV-2. En una teleconferencia con las autoridades chinas el 31 de enero, se les informó que se habían tomado muestras de varias especies en el mercado y ninguna había dado positiva, sin detalles sobre “la cantidad de muestras o especies”. Fue la única vez que se mencionó el mercado de Huanan: en todas las teleconferencias posteriores se habló de las pruebas realizadas a animales domésticos y ganado.
“Algunos investigadores creen que la oportunidad de investigar el mercado ha pasado hace mucho”, concluyó WSJ. Citó a Dirk Pfeiffer, profesor de medicina veterinaria en la Universidad de la Ciudad de Hong Kong y miembro de la junta asesora de la OIE: “El problema es que esto se tendría que haber hecho a finales de diciembre o comienzos de enero. Ahora es demasiado tarde, lo cual implica que tendremos que confiar en pruebas indirectas, y por lo tanto una causal directa será casi imposible".
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