El coronavirus discrimina porque eso es lo que hacen los seres humanos, argumentó Rebecca Solnit

La prestigiosa ensayista estadounidense, autora de “Los hombres me explican cosas”, habló de la tormenta perfecta que crean la combinación de “enfermedades crónicas que nos debilitan como sociedad”, como la desigualdad económica, el racismo o la discriminación de género, con el COVID-19

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Personas, usando tapabocas, participan en una protesta de habitantes pobres para presionar al Gobierno por la entrega de ayudas en medio de la emergencia por coronavirus en Bogotá, Colombia, 16 de abril, 2020. REUTERS/Luisa González
Personas, usando tapabocas, participan en una protesta de habitantes pobres para presionar al Gobierno por la entrega de ayudas en medio de la emergencia por coronavirus en Bogotá, Colombia, 16 de abril, 2020. REUTERS/Luisa González

“En teoría, todos somos vulnerables al coronavirus, pero en la práctica si nos va mejor o peor tiene que ver con lo que podríamos llamar condiciones preexistentes”, escribió Rebecca Solnit, la ensayista de Los hombres me explican cosas y Una guía sobre el arte de perderse —entre otros títulos—, en una columna para The Guardian. Solnit no se refería sólo a las condiciones médicas, sino también a la extensa red —de la cual, muchas veces, el acceso a la salud es una parte— de cuestiones económicas, sociales y políticas. “La pandemia, que también es una catástrofe económica, ha hecho que estas diferencias sean evidentes”.

Por ejemplo, que los afroamericanos registren tasas alarmantemente más altas de complicaciones y de muerte que los demás estadounidenses no tiene que ver con diferencias étnicas sino sociales, por las cuales tienen menos ingresos y no pueden pagar un seguro de salud, lo que hace que lleguen al hospital, además de enfermos de COVID-19, con problemas que no sabían que tenían, como hipertensión. Y las consecuencias económicas de la expansión han golpeado con más dureza a los sectores más vulnerables del empleo, como empleados de servicios personales.

Y si bien al comienzo se pensó que el coronavirus discriminaba, porque atacaba especialmente a los adultos mayores, pronto se conocieron los casos de jóvenes y hasta niños enfermos de gravedad, y hasta muertos. No obstante, a cuatro meses de la expansión del SARS-CoV-2 por el mundo entero, la idea de un riesgo parejo comenzó a mostrar matices. Solnit apeló a un análisis interseccional —que asocia los “múltiples factores afectan la identidad y la experiencia de cada persona”— para comprender hasta qué punto las diferencias, en realidad, se deben a la discriminación de los seres humanos, aun cuando se trata de una enfermedad.

La desigualdad económica, el racismo o la discriminación de género se combinan horriblemente con el COVID-19 para causar más sufrimiento. (REUTERS/Jeanty Junior Augustin)
La desigualdad económica, el racismo o la discriminación de género se combinan horriblemente con el COVID-19 para causar más sufrimiento. (REUTERS/Jeanty Junior Augustin)

“Por ejemplo, los cierres que tienen por objeto evitar la propagación del coronavirus tienen repercusiones económicas muy diversas”, distinguió. “Algunas personas perdieron repentinamente sus empleos. Algunas personas, cuyo trabajo se consideró necesario, debieron continuar aun con el peligro de contagiarse: trabajadores de la salud, bomberos, transportistas y trabajadores de la alimentación, desde los de las granjas hasta los repositores y los cajeros de los supermercados. Algunos oficinistas pudieron trabajar en la seguridad de sus casas, o ya lo hacían. Algunos de nosotros quedaron económicamente devastados; para otros nada ha cambiado”.

De manera similar las órdenes de quedarse en la casa, que parecen red democráticamente tendida sobre la población en su conjunto, significa distintas cosas para diferentes personas. “Es difícil comprender lo que significa ‘quedarse en casa’ para las mayorías empobrecidas y hacinadas en algunas partes del mundo. ¿Qué hace una familia de ocho personas en dos habitaciones con piso de tierra, escasa comida a la mano y falta de agua corriente? Los que están en prisión o sufren otras formas de detención encuentran que esa falta de libertad también implica la falta de libertad para tomar las medidas necesarias”. Algo similar sucede entre la población sin techo, observó.

“A medida que se cerraban las escuelas, la brecha digital significaba que las familias más acomodadas con computadoras, iPads y buena conexión a internet tenían una situación hogareña educativa (e informativa, social y de entretenimiento) muy diferente a la de las familias sin estos servicios”, comparó Solnit. “Esta nueva intensificación de la crianza de los hijos implicó cosas muy diferentes para dos padres con un hijo y un padre o una madre solos con tres hijos, como también para los padres que seguían trabajando dentro o fuera del hogar y para los que se quedaban sin trabajo de golpe”.

En Italia, poco después de que el país se cerrara, los refugios para víctimas de violencia doméstica comenzaron a llenarse.
(Alessandro Grassani for The New York Times)
En Italia, poco después de que el país se cerrara, los refugios para víctimas de violencia doméstica comenzaron a llenarse. (Alessandro Grassani for The New York Times)

Muchas personas que viven solas, continuó, han manifestado sentimientos de “una soledad devastadora”, mientras que otras que viven acompañadas hablaron de una gama “desde la exasperación al miedo, incluido de los co-inquilinos, las parejas y los hijos adolescentes que se niegan a seguir los protocolos recomendados para evitar el contagio”. Estas situaciones podrían traer, en el futuro cercano, “una probable ola de problemas de salud mental”; en el presente, ya que ha notado que “la violencia doméstica aumentó dramáticamente en muchos lugares”.

La pensadora estadounidense señaló también cómo cuestiones como el género, la cultura o la etnia se notan en cuestiones tan pequeñas como las mascarillas: aunque a todo el mundo se lo ha alentado a hacer máscaras y la costura no tiene género, en general se han visto “muchas mujeres produciendo desde unas pocas hasta cientos para distribuir a desconocidos”. Y mientras que en los Estados Unidos los barbijos se comprenden como una medida de auto protección, “la práctica asiática de que las personas usen máscaras faciales mientras son potencialmente contagiosas tiene como fin proteger a los demás”.

En las redes sociales, destacó, encontró conversaciones sobre cómo “los hombres blancos se negaban a llevar máscaras con motivos florales porque les interesaba proteger, en primer lugar, su masculinidad”, mientras que “para los hombres negros los motivos florales y festivos eran formas deseables de desactivar la percepción racista de que eran amenazantes”.

Cuestiones como el género, la cultura o la etnia se notan en cuestiones tan pequeñas como la fabricación de mascarillas. (REUTERS/Mario Anzuoni)
Cuestiones como el género, la cultura o la etnia se notan en cuestiones tan pequeñas como la fabricación de mascarillas. (REUTERS/Mario Anzuoni)

Solnit dedicó un párrafo a la discriminación por el aspecto de alguien. “También ha quedado claro que las disparidades en materia de salud debidas al racismo aumentaron las posibilidades de enfermarse gravemente o morir. Desde Nueva Orleans hasta Chicago, los negros corrían un riesgo desproporcionado de muerte”, escribió, y siguió por la comunidad asiáticoamericana: “Otro tipo de racismo culpó del virus a los chino-americanos, a los inmigrantes chinos o —con la habitual desidia de los racistas— a los que parecían asiáticos, en una especie de horrible fantasía de culpa colectiva”.

Casi todos los seres humanos que habitan este planeta están, o estarán, afectados por esta pandemia. Pero a ese hecho que en otra especie sería biológico las personas le suman capas de elementos específicos de la organización social, que lejos de mejorar el cuadro lo empeoran: “Algunos de nosotros han quedado económicamente devastados, otros están grave o fatalmente enfermos, o ya han muerto; algunos se enfrentan al racismo fuera del hogar o a la violencia dentro de él. La pandemia es un foco que ilumina los problemas subyacentes: la desigualdad económica, el racismo, el patriarcado. Cuidarse mutuamente comienza con la comprensión de las diferencias”.

Bajo esa luz Solnit ha visto que, cuando el virus se haya calmado o haya detenido su acción, “todos estos problemas aún permanecerán a la espera de ser abordados”. Son, a su manera otras patologías: “Las enfermedades crónicas que nos debilitan como sociedad, moralmente, imaginativamente y de otras formas”.

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