El 23 de enero de 2010 China cerró Wuhan, la ciudad donde a fines de diciembre de 2019 había comenzado el brote del nuevo coronavirus. Pronto sumó a la cuarentena total a otros lugares de la provincia de Hubei, lo que dejó encerradas en sus casas a 60 millones de personas. Eso, según un nuevo estudio de la Universidad de Southampton, evitó que el COVID-19 alcanzara a 7,6 millones de personas en el país, en lugar de las más de 80.000 a las que infectó, con su efecto de bola de nieve sobre el mundo.
Pero la misma investigación también halló que, si las medidas de fuerte restricción social se hubieran tomado tres semanas antes, se habría evitado el 95% de las infecciones en China. Si se hubieran puesto en práctica dos semanas antes, la reducción habría sido del 86% y una semana antes, del 66 por ciento.
Esa acción temprana, a la vez, habría reducido notablemente la cantidad de infecciones a nivel mundial. Podría no haberse convertido en una pandemia.
Los científicos de WorldPop (un grupo de cartografía poblacional afiliado a Southampton, que financia la Fundación Bill y Melinda Gates) hicieron simulaciones de diferentes escenarios de contagio que revelaron resultados espectacularmente distintos en caso de que el distanciamiento social, la cuarentena y el cese de actividades se hubieran decidido en otros momentos. Mediante “una compleja modelización, que utilizó datos anónimos tanto sobre el movimiento humano como sobre el inicio de la enfermedad”, según el sitio de la universidad, analizaron “cómo las variaciones en el tiempo, el nivel y las combinaciones de las intervenciones afectan a la velocidad y la transmisión de la enfermedad”.
El trabajo, “Effect of non-pharmaceutical interventions for containing the COVID-19 outbreak in China” (Efecto de las intervenciones no-farmacológicas para contener el brote de COVID-19 en China), también evaluó que si las autoridades chinas hubieran demorado esas medidas, la cantidad de casos se habría multiplicado por tres (demora de una semana), por siete (demora de dos semanas) o por 18 (demora de tres semanas).
Shengjie Lai, investigador de Southampton y autor principal del trabajo, dijo al sitio de la universidad: “Nuestro estudio demuestra hasta qué punto es importante que los países que enfrentan un brote inminente planifiquen una respuesta coordinada que velozmente impida la diseminación de la enfermedad, en varios frentes. También sabemos que la respuesta integral de China, en un periodo relativamente corto, redujo enormemente el potencial impacto sanitario del brote”.
Según los modelos de estos expertos, hay tres medidas claves entre las que se tomaron: la detección temprana, el aislamiento de los casos y la distancia social (particularmente la cancelación de grandes eventos públicos, el trabajo desde la casa y el cierre de las escuelas). Todas se mostraron efectivas, y de mayor beneficio en comparación con las restricciones a los viajes.
El director de WorldPop, el profesor de Southampton Andy Tatem, agregó: “Tenemos una ventana estrecha de oportunidad, a nivel global, de responder a esta enfermedad. Dado que no se esperan drogas o vacunas efectivas hasta dentro de unos meses, tenemos que ser inteligentes en cuando al modo en que abordamos [el COVID-19] con intervenciones no farmacológicas. Nuestros hallazgos contribuyen de manera significativa a una comprensión mejor de cómo optimizar la implementación de medidas y adaptarlas a las condiciones en distintas regiones del mundo”.
Hasta el momento, este trabajo es el más exhaustivo en cuanto a la cuantificación de los efectos relativos de estas medidas sociales, no médicas, que se ha realizado sobre el brote de COVID-19. Se publicó, como estudio preliminar, en medRxiv. Empleó datos de otras 15 investigaciones que habían explorado los efectos posibles del control de viajeros, el bloqueo de Wuhan y el rastreo de los contactos en China y otros países.
“Sobre la base del movimiento humano y los datos de enfermedades casi en tiempo real, llevamos a cabo un estudio de observación y modelización para desarrollar un marco de redes de viajes”, escribieron los investigadores. “Nuestro objetivo era reconstruir la expansión del COVID-19 por China y evaluar el efecto de los tres principales grupos de intervenciones no farmacológicas mencionado”. También pensaron en el porvenir: “Dado el creciente panorama de epidemias en todo el mundo, nuestros hallazgos contribuyen a mejorar la comprensión del efecto de las intervenciones no farmacológicas aplicadas contra el COVID-19 y puede ayudar a adaptar el control de estrategias en distintos contextos”.
Esas observaciones indicaron que si China hubiera tomado acciones una, dos o tres semanas antes, la cantidad de casos se podría haber reducido en 66%, 86% y 95% respectivamente.
Los autores subrayaron también que la distancia social debería continuar durante algunos meses para evitar un nuevo brote en China, tras la eliminación de las restricciones a los viajes de finales de febrero.
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