Un informe dejó sin aliento al primer ministro británico Boris Johnson durante el fin de semana. Fue tras su polémica decisión de que solo se tomaran medidas para proteger a la porción de la sociedad que más podría sufrir las consecuencias de la pandemia de la gripe china que ya afecta a más de 200 mil personas en todo el mundo y ya mató a 8 mil desde que se conociera el inicio del brote en Wuhan, China, a principios de enero. Ese mismo paper, alarmante, recayó en las manos de la fuerza de trabajo de la Casa Blanca.
Elaborado por el Imperial College of London, el documento es devastador en términos de pronósticos en caso de que los Gobiernos no tomen cartas en el asunto de inmediato y de forma drástica para combatir al coronavirus COVID-19. El grupo académico -compuesto por 31 profesionales- informó que si los Estados y los individuos no hicieran nada y la pandemia permaneciera descontrolada, 510.000 personas morirían en Gran Bretaña y alrededor de 2,2 millones en los Estados Unidos.
Estos números alertaron sobremanera a Johnson y al equipo de Donald Trump por el impacto que tendría en su sistema sanitario, uno que cuenta con la mejor tecnología y con mejores condiciones que países no desarrollados. Si finalmente Gran Bretaña y Estados Unidos aplicaran medidas más ambiciosas para mitigar la propagación del virus -frenar, no necesariamente detener la epidemia en los próximos meses- podrían reducir la mortalidad a la mitad, esto es, unas 260.000 personas en el Reino Unido y 1,1 millones en los Estados Unidos. La cifra continúa siendo dramática.
Los investigadores del Imperial College -uno de los centros que está trabajando a marcha forzada para desarrollar una vacuna contra el COVID-19- consideran que de seguirse ciertas normas estrictas de aislamiento, este confinamiento permitirá al país limitar el número de muertos a “unos miles o decenas de miles” si se respeta estrictamente. El equipo de esta institución académica advirtió que continuar con la estrategia adoptada hasta ahora por el Gobierno de Johnson de tratar de disminuir la propagación del virus -sin aplicar medidas drásticas que impliquen el aislamiento de la población- podría llevar “al límite” los servicios de atención sanitaria.
En especial, puntualizó, esto afectaría a las unidades de cuidados intensivos, que podrían ver su capacidad sobrepasada en, al menos, ocho veces.
Este equipo de expertos, que asesora al Gobierno en la crisis sanitaria, indicó que incluso con las medidas de “distanciamiento social”, recomendadas por las autoridades, el NHS “se verá saturado”, por lo que aconsejó como la única “estrategia viable” seguir el modelo de “supresión” aplicado en China, donde nació esta gripe, y que implica el aislamiento de toda la sociedad.
En el documento, que analiza específicamente los escenarios en el Reino Unido y los Estados Unidos, concluye que las políticas de mitigación -que combinan el aislamiento domiciliario de casos sospechosos, la cuarentena domiciliaria de quienes viven en el mismo hogar que gente posiblemente infectada y el distanciamiento social de ancianos y personas con un riesgo mayor de contraer enfermedades graves- “podrían reducir la demanda máxima de atención médica en dos tercios y las muertes a la mitad”.
El estudio, que consta de 20 páginas y fue titulado “Impacto de las intervenciones no farmacéuticas (NPI, por sus siglas en inglés) para reducir la mortalidad por COVID19 y la demanda de atención médica”, indica que “son posibles dos estrategias fundamentales: (a) mitigación, que se centra en la desaceleración pero no necesariamente en detener la propagación de la epidemia: reducir la demanda máxima de atención médica al tiempo que protege a las personas con mayor riesgo de enfermedad grave por infección y (b) supresión, que tiene como objetivo revertir el crecimiento epidémico, reduciendo números de casos a niveles bajos y mantener esa situación indefinidamente”.
A) Mitigación. Aquí el objetivo es usar NPI (y vacunas o medicamentos, si están disponibles) no para interrumpir la transmisión por completo, sino para reducir el impacto de una epidemia en la salud, similar a la estrategia adoptada por algunas ciudades de los Estados Unidos en 1918, y por el mundo en general en la influenza de 1957, 1968 y 2009. En la pandemia de 2009, por ejemplo, los primeros suministros de vacuna se dirigieron a individuos con afecciones médicas preexistentes que los ponen en riesgo de enfermedad más graves. En este escenario, la inmunidad de la población se acumula a través de la epidemia, lo que lleva a una disminución rápida eventual cayendo a niveles bajos.
B) Supresión. Aquí el objetivo es reducir el número de reproducción (el número promedio de casos secundarios que cada caso genera), R, por debajo de 1 y, por lo tanto, reducir el número de casos a niveles bajos o (como para el SARS o el ébola) eliminar la transmisión de persona a persona. El principal desafío de esto el enfoque es que los NPI (y los medicamentos, si están disponibles) deben mantenerse, al menos de manera intermitente, por un tiempo mientras el virus esté circulando en la población humana, o hasta que esté disponible una vacuna. En el caso de COVID-19, pasarán al menos 12-18 meses antes de que una vacuna esté disponible. Además, no hay garantía de que las vacunas iniciales tengan una alta eficacia.
La alarma que sonó en Londres y Washington
El Imperial College of London advirtió entonces que de no tomarse medidas podría ocurrir una catástrofe sanitaria de consideraciones. “En ausencia (improbable) de medidas de control o cambios espontáneos en el comportamiento individual, nosotros esperamos un pico en la mortalidad (muertes diarias) después de aproximadamente 3 meses. En dichos escenarios, dado un R0 estimado de 2,4, predecimos que el 81% de las poblaciones de Gran Bretaña y los Estados Unidos estarían infectadas en el curso de la epidemia. Los tiempos epidémicos son aproximados dadas las limitaciones de datos de vigilancia en ambos países: se prevé que la epidemia sea más amplia en los Estados Unidos que en Gran Bretaña y el pico se produzca un poco más tarde. Esto se debe a la mayor escala geográfica de los Estados Unidos, lo que resulta en una mayor distinción de epidemias localizadas en todos los estados que las observadas en Gran Bretaña. El pico más alto de mortalidad en Gran Bretaña se debe al tamaño más pequeño del país y a su población de mayor edad en comparación con los Estados Unidos. En total, en una epidemia no mitigada, prediríamos aproximadamente 510.000 muertes en Gran Bretaña y 2,2 millones en los Estados Unidos, sin tener en cuenta los posibles efectos negativos de los sistemas de salud abrumados por mortalidad”.
“Para una epidemia no controlada, predecimos que la capacidad de camas de cuidados intensivos se excedería tan pronto como la segunda semana de abril”, advierte el estudio siempre siguiendo un escenario de falta de acción por parte de los estados.
Uno de los autores del informe, el epidemiólogo Neil Ferguson, miembro del equipo científico que asesora a Johnson, afirmó a la radio BBC haber transmitido también sus conclusiones al Gobierno estadounidense. El lunes por la tarde, Washington anunció como Londres nuevas medias estrictas de distanciamiento social en línea con lo aconsejado por el Imperial College, que se basó en nuevos datos procedentes de Italia para modelar qué impacto tendría el virus en ambos países en un entorno social descontrolado.
Los científicos predijeron que 81% de los británicos y estadounidenses se infectaría, con 510.000 muertes en el Reino Unido y 2,2 millones en Estados Unidos, y la epidemia alcanzaría su punto máximo al cabo de tres meses. El principal desafío de esta nueva estrategia es, no obstante, según el estudio, mantener las medidas “hasta que haya una vacuna disponible”, lo que podría tardar unos 18 meses.
Las cinco medidas para mitigar el brote
El Imperial College recomienda tomar cinco medidas extremas para evitar que colapse el sistema sanitario y los casos se multipliquen exponencialmente. “En la actual ausencia de vacunas y tratamientos farmacológicos efectivos, existen varias medidas de salud pública que los países pueden tomar para ayudar a frenar la propagación del COVID-19. El equipo se centró en el impacto de cinco de estas medidas, solo y en combinación”. Ellos son:
- Aislamiento de casos en el hogar: por el cual aquellos con síntomas de la enfermedad (tos y/o fiebre) permanecen en el hogar durante 7 días después del inicio de los síntomas.
- Cuarentena domiciliaria: por la cual todos los miembros del hogar de aquellos con síntomas de la enfermedad permanecen en el hogar durante 14 días después del inicio de los síntomas.
- Distanciamiento social: una política amplia que tiene como objetivo reducir los contactos generales que las personas hacen fuera del hogar, la escuela o el lugar de trabajo en tres cuartos.
- Distanciamiento social de los mayores de 70 años: en cuanto al distanciamiento social, pero solo para los mayores de 70 años que corren el mayor riesgo de enfermedad grave.
- Cierre de escuelas y universidades.
De acuerdo con el grado de penetración de las medidas en la población se llegaría a una mitigación del contagio, aunque esto también dependerá de la sociedad y el momento en que se adoptarán las decisiones. “Desenredando la efectividad relativa de diferentes intervenciones según la experiencia de los países para la fecha es un desafío, porque muchos han implementado múltiples (o todas) de estas medidas con diferentes grados de éxito mediante la hospitalización de todos los casos (no solo los que requieren atención hospitalaria), en efecto, China inició una forma de aislamiento de casos, reduciendo la transmisión posterior de casos en el hogar y en otros entornos. Al mismo tiempo, al implementar el distanciamiento social de toda la población, la oportunidad de transmisión en adelante en todos los lugares se redujo rápidamente".
“Al modelar los datos disponibles, el equipo descubrió que, dependiendo de la intensidad de las intervenciones, las combinaciones darían como resultado uno de los dos escenarios. En el primer escenario, muestran que las intervenciones podrían retrasar la propagación de la infección pero no interrumpirían por completo su propagación. Descubrieron que esto reduciría la demanda en el sistema de salud y al mismo tiempo protegería a aquellos con mayor riesgo de enfermedad grave. Se prevé que tales epidemias alcancen su punto máximo durante un período de tres a cuatro meses durante la primavera/verano (hemisferio norte)”, explican los científicos.
Y continúan: “En el segundo escenario, las intervenciones más intensivas podrían interrumpir la transmisión y reducir el número de casos a niveles bajos. Sin embargo, una vez que estas intervenciones se relajen, se prevé que los números de casos aumentarán. Esto da lugar a un menor número de casos, pero el riesgo de una epidemia posterior en los meses de invierno a menos que las intervenciones puedan sostenerse”.
El informe detalla además “que para el primer escenario (desaceleración de la propagación), la política óptima combinaría el aislamiento de casos en el hogar, la cuarentena del hogar y el distanciamiento social de los mayores de 70 años. Esto podría reducir la demanda máxima de atención médica en dos tercios y reducir las muertes a la mitad”.
“En el segundo escenario (suprimir el brote), los investigadores muestran que es probable que esto requiera una combinación de distanciamiento social de toda la población, aislamiento de casos en el hogar y cuarentena de los miembros de su familia (y posible cierre de la escuela y la universidad). Los investigadores explican que al monitorear de cerca las tendencias de la enfermedad es posible que estas medidas se relajen temporalmente a medida que avanzan las cosas, pero deberán reintroducirse rápidamente si aumenta el número de casos. Agregan que la situación en China y Corea del Sur en las próximas semanas ayudará a informar aún más esta estrategia”, asegura el paper que alarmó a Johnson y Trump por igual.
El documento que lleva la firma de 31 expertos indica, además, que no está claro cuándo es el momento para implementar medidas extremas, aunque siempre es antes de que aparezca, lo que podría ser el pico de la transmisión de la enfermedad. “El momento óptimo de las intervenciones difiere entre las estrategias de supresión y mitigación, y también depende de la definición de óptimo. Sin embargo, para la mitigación, la mayoría del efecto de dicha estrategia se puede lograr mediante la focalización de las intervenciones en una ventana de tres meses alrededor del pico de la epidemia. Para la represión, la acción temprana es importante, y las intervenciones deben implementarse mucho antes de que se sobrepase la capacidad de atención médica. Dado que la vigilancia más sistemática ocurre en el contexto hospitalario, el retraso típico desde la infección hasta la hospitalización significa que hay un retraso de 2 a 3 semanas entre las intervenciones que se introducen y el impacto que se observa en los números de casos hospitalizados, dependiendo de si todos los ingresos hospitalarios son probados o solo aquellos que ingresan a las unidades de cuidados críticos. En el contexto de Gran Bretaña, esto significa actuar antes de que las admisiones de COVID-19 a las UCI (cuidados intensivos) excedan los 200 por semana”.
El profesor Steven Riley, quien formó parte de la investigación, señaló su preocupación y dijo que había que adoptar “intervenciones más tradicionales” para intentar frenarlo de algún modo. “Tenemos que aceptar que el COVID-19 es una infección grave y actualmente puede propagarse en países como los Estados Unidos y el Reino Unido. En este informe, mostramos que se requieren las intervenciones tradicionales más estrictas a corto plazo para detener su propagación. Una vez que están en su lugar, se convierte en una prioridad común para todos nosotros encontrar las mejores formas posibles de mejorar esas intervenciones".
“Quizás nuestra conclusión más importante es que es poco probable que la mitigación sea posible sin que se superen muchas veces los límites de capacidad de emergencia de los sistemas de salud del Reino Unido y los Estados Unidos. En la estrategia de mitigación más efectiva examinada, que conduce a una epidemia única y relativamente corta (aislamiento de casos, cuarentena doméstica y distanciamiento social de los ancianos), los aumentos de casos para las camas de salas generales y de la UCI se excederían en al menos 8 veces bajo el escenario más optimista para los requisitos de cuidados críticos que examinamos. Además, incluso si todos los pacientes pudieran ser tratados, predecimos que todavía habría [una cifra que oscila en] el orden de [los] 250.000 muertes en Gran Bretaña, y 1,1 a 1,2 millones en los Estados Unidos”, proyecta de todos modos el trabajo científico.
Y finaliza: “Concluimos que la supresión epidémica es la única estrategia viable en este momento. Los efectos sociales y económicos de las medidas necesarias para lograr este objetivo político serán profundos. Muchos países ya han adoptado tales medidas, pero incluso aquellos países en una etapa anterior de su epidemia (como el Reino Unido) deberán hacerlo de manera inminente. Nuestro análisis informa la evaluación tanto de la naturaleza de las medidas requeridas para suprimir COVID-19 como de la duración probable de que estas medidas deban implementarse. Los resultados en este documento han informado la formulación de políticas en el Reino Unido y otros países en las últimas semanas. Sin embargo, enfatizamos que no es del todo seguro que la supresión tenga éxito a largo plazo; no se ha intentado previamente ninguna intervención de salud pública con efectos tan perjudiciales para la sociedad”.
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