En los años 90, cuando varios países del Sudeste Asiático vivían una etapa de crecimiento y desarrollo acelerado que cosechaba alabanzas en el mundo, los entonces primeros ministros de Singapur, Lee Kuan Yen, y de Malasia, Mahathir Mohamad, popularizaron la idea de “valores asiáticos”.
Más allá de debates filosóficos, la idea central era que la población asiática no regía sus vidas acorde a valores considerados “occidentales”, como la libertad individual o la democracia liberal. Por ello se debían respetar las formas políticas propias que siempre derivaban en una suerte de despotismo ilustrado, como la que adoptaban aquellos mismos liderazgos.
Mientras tanto, el panorama en la región era bastante heterogéneo. Las sociedades civiles asiáticas estaban lejos de mantener una actitud callada y pasiva frente a su marginación de los asuntos públicos en nombre de valores endógenos e incomprobables. Esto se manifestó inclusive en los mencionados casos de Singapur y Malasia, donde surgieron importantes movimientos sociales que reclamaban mayor apertura, transparencia electoral y menos corrupción y que lograron, con el tiempo, importantes avances y hasta cambios de gobierno.
En Myanmar y Camboya el activismo por los derechos humanos y la apertura política han logrado en varios momentos poner freno al poder de regímenes autocráticos. Una situación similar se repite en Indonesia, donde las últimas elecciones movilizaron numerosos sectores sociales que se oponían al avance conservador islámico. Hasta en Vietnam y Laos, gobernados férreamente por partidos comunistas, existen demandas y disidencias que logran incomodar al poder. En este escenario, Tailandia no es la excepción, pero si un caso muy particular.
Tailandia, ¿un país latinoamericano en Asia?
Tailandia posee varias características distintivas. Para comenzar nunca fue colonizada por las potencias europeas que se repartieron el continente durante siglos. Al mismo tiempo, su régimen político ha sido muy inestable, al punto que han sufrido 12 golpes militares exitosos en derribar a gobiernos, en general, débiles. A diferencia de otros países de la región, su crecimiento económico no ha sido tan sostenido temporalmente ni extenso socialmente.
La persistente desigualdad y pobreza –acentuada por la famosa crisis asiática de 1997, originada justamente en Tailandia- fue la base para la aparición de un líder populista, Takshin Shinawatra, que polarizó fuertemente a la población. Los intensos debates, movilizaciones y disputas entre quienes lo apoyaron y lo rechazaron (llamados “camisas rojas” y “camisas amarillas” respectivamente) marcaron a fuego la primera década del siglo XXI.
En el año 2014 los militares tomaron nuevamente el poder y trataron de controlar todos los espacios políticos del país, apelando, incluso, a una creciente represión. La Junta Militar se vio beneficiada por la muerte del venerado y popular rey Bhumibol, ya que su sucesor no dudó en aliarse a los grupos más conservadores para consolidarse en el trono. En ese camino el nuevo rey persiguió judicialmente a sus críticos y legitimó a los mandos militares que reformaron la constitución para facilitar la candidatura a primer ministro del entonces Jefe del Ejército en las elecciones de 2019.
Thanathorn, un liderazgo para el cambio generacional
Una de las formas en que parte de la sociedad tailandesa se organizó para resistir al avance militar fue Future Foward, un partido político fundado por el joven millonario Thanathorn Juangroongruangkit. En apenas un año de vida, el partido obtuvo un sorpresivo tercer puesto en las elecciones de 2019 y 80 bancas legislativas sobre 500 posibles. El liderazgo de Thanathorn se sostuvo, sobre todo, en el apoyo de los jóvenes de todo el país hartos del autoritarismo y el estancamiento económico.
El gobierno militar había organizado su campaña electoral en base al control de los medios tradicionales, principalmente la televisión y los periódicos. En cambio, la principal herramienta utilizada por los seguidores de Future Forward fueron las redes sociales. A la vez, el candidato militar buscó sostenerse sobre el electorado que habitualmente participaba de las elecciones, sin embargo, no calculó el cambio generacional. En las elecciones de 2019 hubo más de siete millones de tailandeses entre 19 y 25 años que pudieron emitir por primera vez su voto. Future Foward obtuvo más de seis millones de votos.
El novel partido no fue ambiguo frente a la realidad del país y se manifestó por un cambio total de la constitución de Tailandia elaborada por los militares en 2017. El grupo de dirigentes que acompañó a Thanathorn también propuso abolir el servicio militar obligatorio, la reducción del presupuesto militar y la disminución del número de generales. Sobre todo, rechazaban tajantemente la injerencia de las Fuerzas Armadas en la vida pública del país.
Future Foward presentaba una inédita agenda de valores liberales al servicio de la disidencia política, reivindicando el derecho de reunión y expresión, fuertemente restringido por las leyes impuestas durante la última dictadura tailandesa, y la efectiva división e independencia de los poderes del Estado.
En declaración al portal New Mandala, Thanathorn afirmaba que “la democracia es algo hermoso porque no tienes que pensar como yo. No todos tenemos que ser de centro derecha. No todos tenemos que estar en el centro-izquierda. La única sociedad sin diferencia de pensamiento es la sociedad [del libro] 1984. Simplemente no tomes un arma para disparar a aquellos que piensan diferente, ¿de acuerdo?”.
La virulencia del discurso anti militar fue inédita para una escena política dominada por familias y elites tradicionales y envejecidas que trataban con gran formalidad y respeto a las autoridades del país. De la mano de su carismático líder, los legisladores electos por Future Forward intentaron evitar la elección de un militar como primer ministro. Aunque finalmente no lo lograron, la oposición dio una pública muestra de su capacidad política y determinación.
En los primeros meses de gestión, el nuevo gobierno liderado por general Prayuth Chan-ocha, el mismo que había encabezado la Junta Militar desde 2014, no logró recomponer la escena política y contener las crecientes demandas sociales. A la crisis económica, se le sumó la mala gestión del tema conavirus, que afecta especialmente a Tailandia, y que redundó en una reducción de los vitales ingresos turísticos. Al mismo tiempo, el líder militar no muestra capacidad de responder a otras demandas que comienzan a impactar de la mano de los nuevos electorados, como, por ejemplo, las vinculadas a temas medio ambientales.
El descontento aumentó con la llamada “matanza de Korat”, ocurrida hace pocas semanas. En esa ciudad un soldado desató una masacre en un shopping tras haber robado armamento militar sofisticado. Lo que en principio pareció obra de una persona con problemas mentales, terminó mostrando irregularidades y falta de capacidad y seguridad en la organización militar. A esto se sumó una pésima comunicación gubernamental: el primer ministro apareció con las víctimas en TV en una actitud alegre y adolescente que bordeó el ridiculo.
¿Valores asiáticos o autoritarismo en otras palaras?
Como forma de hacer frente a los problemas políticos, el gobierno optó por la persecución judicial a Future Foward y a su líder presentando una veintena de acusaciones. Estas iban desde financiamiento ilegal hasta buscar derrocar a la monarquía, pasando por supuestos vínculos con los Illuminati, por un triángulo invertido que aparece en el logo del partido.
Finalmente, la Corte Suprema, en una medida polémica, disolvió el partido. Además le quitó la banca a su líder y le prohibió a él y a una veintena más de dirigentes participar de la política del país por una década. Los restantes parlamentarios del disuelto partido comenzaron a fragmentarse y a incorporarse a otras organizaciones. Mientras tanto, Thanathorn organiza un nuevo movimiento que le permita seguir participando legalmente del debate político nacional.
Aunque a los autoritarismos de diverso signo les cueste entenderlo, el problema sigue siendo más profundo y excede a las figuras carismáticas de auge coyuntural. Las ideas y los valores no son inmanentes, estáticos en el tiempo ni están grabados en el ADN de las personas.
La demanda por los derechos básicos, no son patrimonio de una región del globo y las sociedades se transforman en contacto con otras sociedades y culturas. Los jóvenes tailandeses viven una época en que las viejas tradiciones y nacionalismos están en crisis, por eso seguirán reclamando por sus derechos en un mundo cada vez más conectado en el que no solo viaja el coronavirus.