Según Eurochange, La Sagrada Familia, la basílica descomunal a la cual el arquitecto catalán Antoni Gaudí dedicó la mayor parte de su vida y dejó inconclusa al morir en 1926, cuando ya llevaba más de cuatro décadas en obra, es la favorita de los turistas en Europa, seguida por el Coliseo, en Roma, y la torre Eiffel, en París. Es, también, el destino central de las manifestaciones en el distrito de Eixample, a las cuales los vecinos de Barcelona llevan sus temores a ser desalojados para la construcción de una escalinata que, porfían, Gaudí nunca diseñó.
No tienen el tiempo de su lado: se espera inaugurar la obra, por fin terminada, dentro de seis años, cuando se cumplan 100 de la muerte de Gaudí, causada por una sucesión de infortunios: lo atropelló un tranvía, unos transeúntes de escaso corazón lo confundieron con un mendigo y lo dejaron tirado. Además de su aspecto desaliñado carecía de documentos, lo cual abonó el error. Así que cuando por fin llegó al lugar un guardia civil y le solicitó a un automovilista que lo llevara a un hospital, la hemorragia interna que tenía ya era grave. No recibió mejor trato entre los médicos hasta que un sacerdote lo reconoció, al día siguiente. Ya era tarde para intentar salvarlo.
Se espera, entonces, que para conmemorar el siglo de esa tragedia la memoria de Gaudí sea honrada con las 18 grandes torres que soñó para su obra mayor, que combina toda clase de elementos desde naturalistas hasta surrealistas. A su muerte, solo llegó a ver una, la de San Bernabé; la última en erigirse, la de Jesús, medirá 175 metros. Y a un lado, sobre la calle Mallorca, una de las que delimita el terreno de la basílica, se desplegará a lo largo de dos cuadras una rica escalinata de 60 metros de ancho, que conducirá hasta la entrada principal.
—Este edificio que vemos aquí —explicaba un guía de turismo a un grupo de visitantes, frente a un conjunto de apartamentos— va a ser demolido, como aquellos y aquellos otros de más allá, para construir la escalinata.
—Espero que tengan la amabilidad de avisarnos con anticipación, ¿o van a echar abajo mi apartamento mientras estoy dentro? —se irritó Fernando Díaz, un vecino de 68 años que contó la anécdota a The Wall Street Journal (WSJ).
No es la primera polémica que causa la Sagrada Familia, pero esta involucra potencialmente a unas 3.000 personas a las que se podría desalojar de sus hogares, quienes acusan a la fundación responsable de la basílica de querer agregar un ornamento que Gaudí no incluyó en su diseño original, con fines de ganar más dinero. “Quieren construir un parque temático para turistas, un Disneyland”, dijo al WSJ Salvador Barroso, presidente de la asociación que representa a los vecinos afectados. “Y para hacerlo nos quieren echar de nuestras casas y derrumbar los edificios”.
Los visitantes pagan entre USD 22 y USD 36 por persona para conocer la iglesia, y el 95% de esos ingresos son para la fundación, que en 2019 recaudó USD 113 millones, un aumento en comparación con los USD 87 millones de 2018. También el municipio recibe dinero para el mantenimiento de la fachada principal y de sus criptas, donde Gaudí está enterrado: se espera que en la próxima década eso reporte a Barcelona USD 39 millones.
“A la fundación le gusta presentarse como la heredera de Gaudí, pero sus miembros interpretan su trabajo como les queda mejor”, se quejó otro vecino, Joan Itxaso. Eso no es difícil, ya que Gaudí no solo no dejó planos sino que los utilizaba escasamente, confiado en su gran habilidad para trabajar los volúmenes arquitectónicos a partir de sus notas.
La primera proyección de la Sagrada Familia, hecha por el arquitecto Francisco de Paula del Villar y Lozano era una iglesia de tres naves, estilo gótico, con un campanario aguja. Pero Villar comenzó a pelearse —la primera polémica de esta obra— con Josep María Bocabella, fundador de la asociación que se propuso construir el templo, en el mismo año 1882 en que se puso la piedra fundamental. Al siguiente, renunció.
Bocabella le ofreció el trabajo a Joan Martorell, pero la celebridad rechazó una obra concebida por otro que ya tenía cimientos echados. Así la propuesta llegó a Gaudí, quien tenía 31 años y todavía no había realizado grandes obras. Gaudí aceptó la orientación del edificio, a la que estaba condenado, pero desestimó todo lo demás del proyecto de Villar. Soñó con un edificio innovador, tanto en sus formas como en su construcción: pensó que podía durar un siglo, e ir cambiado a medida que las generaciones siguientes lo recibieran.
Le quedaban 43 años de vida, y se dedicó intensamente a la Sagrada Familia, mientras ganaba fama con sus demás obras: la Casa Vicens, La Pedrera, el Parque Güell, la Casa Batlló. Pero quedó en exclusiva con la basílica durante sus últimos 15 años, y hacia el final, durante casi el último, se mudó al taller del templo. Allí quedaron sus notas, las ideas e instrucciones que apuntaba a definir elementos de la construcción, sobre la marcha. Pero tras el comienzo de la Guerra Civil, un incendio destruyó parte de esas indicaciones.
Entre las sobrevivientes, insisten los vecinos, jamás se habló de una escalinata.
“Gaudí nunca dijo que se derribasen viviendas y que se hiciera una escalinata para que los turistas de 2021 vieran la Sagrada Familia desde tan lejos”, dijo a La Vanguardia, durante una protesta en mayo 2019, Rosa María Izquierdo, quien en 1990 compró la vivienda sin que nadie le advirtiera de una posible demolición. “Pedí una hipoteca y la pagué durante 15 años. La casa es mía, aunque parece que también sea del templo”, se quejó. Ella vive en las dos manzanas delimitadas por las calles Mallorca, Aragó, Marina y Sardenya, que serían demolidas.
La Asociación de Vecinos llegó a desempolvar un documento de la Comisión de Patrimonio Histórico Artístico del Ministerio de Cultura, fechado en 1975, “que asegura de forma muy categórica que el arquitecto Gaudí no proyectó la escalinata ni la plaza de acceso al templo por la calle de Mallorca”, informó El País en noviembre de 2018. “Según el escrito, fue una aportación posterior de discípulos del arquitecto. El documento vendría a negar la máxima que sostiene el patronato: que el proyecto original preveía esa gran avenida”.
En los 70, el ayuntamiento había recibido una queja de la fundación: se estaba construyendo un edificio allí. ¿Consideraba el Ministerio de Cultura de España que era necesario impedirlo, como solicitaban los administradores de la Sagrada Familia? “No existe proyecto de Gaudí de tales escaleras ni del conjunto del templo”, respondieron los funcionarios de Patrimonio Histórico. "No puede aducirse, pues, que el nuevo edificio afecte a la obra de Gaudí. Las escaleras citadas fueron dibujadas por los ayudantes de Gaudí, por primera vez, en 1906, 24 años después de iniciarse el templo”.
Los vecinos presentaron a la justicia lo que creyeron un argumento final contra la fundación, que ha sostenido que la escalinata es parte de la concepción original del genio modernista.
Pero entonces el arquitecto a cargo de la obra, Jordi Faulí, mostró un plano de 1916 que muestra la escalera de la polémica y lleva la firma de Gaudí. “El sabía que no terminaría la Sagrada Familia y nos marcó el sendero”, dijo a WSJ.
Gaudí apenas llegó a completar la cripta, el ábside y la fachada del Nacimiento. Tras su muerte, las obras casi se paralizaron, una situación que continuó a lo largo de la Guerra Civil. En 1948 se comenzó a montar un ventanal y se abrió la —menos controversial— escalinata a la fachada del Nacimiento. Los trabajos cobraron fuerza en 1954, según el sitio de la Sagrada Familia: se instalaron los cimientos, los muros y los campanarios de la fachada de la Pasión y se rehizo la puerta del claustro del Rosario. Desde el año siguiente, cuando comenzó una recaudación de fondos regular, la obra siguió avanzando y en 1959, ya terminada la capilla del Baptisterio de la cripta, comenzó la construcción de la columna del crucero dedicada a Barcelona. En 1962 se inició el Museo Gaudí, en la cripta de la Pasión y en 1976 se concluyeron las cuatro torres de esa fachada.
Las obras siguieron en 2000 —las bóvedas de la nave central y las del transepto; los cimientos de la fachada de la Gloria—, 2001 —el ventanal central de la fachada de la Pasión, con una obra de Joan Vila-Grau, y las cuatro columnas del centro del crucero— y en 2002, cuando el ayuntamiento impulsó el Año Internacional Gaudí por los 150 años del nacimiento del arquitecto. Con el 70% de la construcción ya completada, desde 2019 los esfuerzos se centraron en las torres centrales, con miras a la conclusión en 2026, y en la escalinata del escándalo.
Con el mismo desacuerdo que llevó a que la UNESCO considerase esta obra Patrimonio de la Humanidad y a que George Orwell criticara “el mal gusto” de los anarquistas que “no la volaron cuando tuvieron la oportunidad”, la pelea sobre el valor de la basílica catalana continúa. Con pancartas que dicen “Haremos lo que sea para defender nuestros derechos” y “El templo es un gran negocio”, los vecinos han seguido protestando. Y el director general del patronato, Xavier Martínez, les ha constatado: “Defenderemos el proyecto de Gaudí en su totalidad, incluida la escalinata, hasta las últimas consecuencias”.
En las próximas semanas comenzarán las negociaciones entre las dos partes, la Justicia y el ayuntamiento que –argumentan a coro los vecinos y el patronato–, no ha hecho caso a ninguno de los dos reclamos. Eso no es del todo exacto: en realidad, las demoliciones están aprobadas en el plan maestro de Barcelona, consecuencia de lo cual las propiedades han perdido más de un 20% de su valor hasta ahora. El Gobierno de Barcelona, a cargo de Ada Colau, espera cobrar USD 5 millones por la licencia para construir, pero en tanto el conflicto sigue pendiente, la fundación no ha pagado.
“Las obras pueden acabar perfectamente sin la escalinata”, insistió Itxaso. Algunos vecinos van a todo o nada; otros tienen una propuesta alternativa, que en lugar de afectar a 1.000 apartamentos afectaría a 300, según La Vanguardia.
Janet Sanz, vicealcaldesa de planeamiento urbano, intentó señalar hacia el bosque detrás del árbol: “La decisión no se trata solo sobre completar la obra de Gaudí o echar a los residentes. Se trata, sobre todo, de qué tipo de ciudad queremos”.
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