Para ganar las elecciones internas, que comienzan este lunes en Iowa y finalizan el 6 de junio en Islas Vírgenes, los precandidatos demócratas necesitan cosechar 1.990 de los 3.979 delegados que se ponen en juego en todo el país. Si bien hay relación entre la población del estado y la cantidad de delegados que tiene asignados, ese criterio se combina con otro: la fortaleza electoral del partido allí.
El distrito más importante es California, que es el estado más poblado del país y un bastión demócrata. Elige a 415 delegados. Le siguen en relevancia Nueva York (274), Texas (228) y Florida (219). En el extremo opuesto hay dos territorios no incorporados, Samoa Americana y las Islas Marianas del Norte, con seis.
Iowa no tiene demasiadas razones objetivas para ocupar un lugar relevante en las primarias demócratas. Es un estado de 3,1 millones de habitantes —mayoritariamente blancos—, de inclinación republicana, que elige a solo 41 delegados, el 1% del total.
Sin embargo, los ojos de todo el país se posan cada cuatro años sobre Iowa. La primera razón es que es la largada de la carrera por la presidencia. La segunda es que es la más importante de las siete jurisdicciones —sobre un total de 56— en las que no se vota con un sistema de primarias, sino a través de caucus.
“La forma en que los estadounidenses nominan a los candidatos presidenciales es compleja y confusa. Las reglas que se utilizan en cada estado están determinadas por los partidos y las leyes estatales, con alguna orientación a partir de las normativas nacionales. Por eso, el proceso de designación puede variar entre los estados y dentro de uno puede haber diferencias entre los dos principales partidos. Desde 1970, las normas utilizadas por los demócratas han impulsado a muchos a utilizar primarias para seleccionar a los delegados, porque tienen mayor porcentaje de participación. Pero unos pocos, en particular Iowa, usan caucus, que normalmente tienen un nivel de participación más bajo, aunque los que concurren lo hacen con mayor implicación e intensidad”, explicó Peverill Squire, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Missouri, consultado por Infobae.
¿Qué es un caucus? Esencialmente, una asamblea barrial. En vez de depositar un voto secreto en una urna, los vecinos de los 1.678 distritos en los que se divide el estado se reúnen en una escuela, en una biblioteca pública o incluso en la casa de alguien para discutir quién es el mejor postulante para su partido. Es un ejercicio de democracia participativa, donde se supone que los simpatizantes de uno tratan de convencer con argumentos a los otros.
No tiene nada de nuevo. Iowa viene eligiendo representantes más o menos de la misma manera desde hace casi dos siglos, pero empezó a ganar protagonismo en 1972. Luego de que la Convención Demócrata de 1968 se convirtiera en epicentro de una protesta contra la Guerra de Vietnam y la escasa participación de las bases en las decisiones, el partido decidió cambiar la organización de las primarias. Entonces se extendió el plazo para que los estados voten en distintas fechas y, por la complejidad de su sistema, Iowa pasó a ser el primero.
La buena performance allí del hasta entonces desconocido George McGovern, que no ganó pero salió segundo, lo catapultó al centro de la escena. Luego se terminaría convirtiendo en el candidato del partido, aunque perdería contra el republicano Richard Nixon, que era presidente y obtuvo la reelección. Pero desde ese momento la prensa de todo el país y los propios precandidatos empezaron a prestarle mucha atención a Iowa.
“Iowa elige solo un pequeño número de delegados. Después quedan por votar otros 49 estados, Washington DC y los territorios. Las primarias de New Hampshire, que es el segundo evento, también eligen un pequeño número. La importancia de Iowa y New Hampshire es que reciben mucha atención de los medios, lo que magnifica el apoyo que pueden recibir los precandidatos. Generalmente, hay cierto número que se retira de la carrera después de estos comicios porque no logran obtener el respaldo de los votantes”, dijo a Infobae Barbara Norrander, profesora de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Arizona.
Desde Jimmy Carter en 1976, el Partido Demócrata eligió nueve candidatos en primarias —sin contar cuando el propio Carter, Bill Clinton y Barack Obama fueron por la reelección—. De esos nueve, siete empezaron la carrera ganando Iowa. Las excepciones son Michael Dukakis, que en 1988 fue superado por Dick Gephardt, y Bill Clinton, que en 1992 perdió ante Tom Harkin. Estos antecedentes explican por qué las campañas destinan tanto tiempo y dinero en convencer a los ciudadanos de Iowa para que los voten.
“Los caucus de Iowa no son importantes por los delegados que aportan a la Convención, sino por la señal que envían al resto del país. A diferencia de las encuestas o de las entrevistas a personas en la calle, proporcionan la primera indicación de lo que votantes reales, que están interesados y bien informados, piensan sobre los precandidatos de su partido. Los caucus no se tratan de números en sí mismos, sino de expectativas. ¿A qué precandidatos les fue mejor de lo esperado y a cuáles peor? Ofrecen un vistazo a los puntos fuertes y débiles de los distintos postulantes. Históricamente, cerca del 70% de los demócratas que ganan un caucus disputado terminan ganando la nominación. Pero solo dos veces uno de ellos ganó después la presidencia: Carter en 1976 y Obama en 2008”, sostuvo Dennis J. Goldford, profesor de ciencia política de la Universidad Drake, en diálogo con Infobae.
La deliberación
Los caucus empiezan a las 7 de la tarde, cuando la mayoría de las personas ya salieron del trabajo. Antes podían durar hasta dos o tres horas, pero en los últimos años se fueron agilizando y se espera que los del lunes se resuelvan en una hora. Tras una instancia inicial de debate, hay una primera votación. Hasta 2016, ninguno de los asistentes tocaba ningún papel. Simplemente, los partidarios de los distintos postulantes se agrupaban en diferentes rincones del recinto. Ahora, para darle mayor transparencia al proceso, las personas tendrán que anotar el nombre de su preferido en una hoja.
Una vez que están todos ubicados, se procede a contar cuántas personas tiene cada contendiente. Los que no llegan al 15% quedan fuera de competencia en ese momento. Entonces, hay un breve intercambio entre los presentes, en el cual los simpatizantes de los que siguen en carrera tratan de persuadir a los que se quedaron sin candidato de que se les sumen. Finalmente, los huérfanos eligen un nuevo representante y se realiza el segundo conteo, el definitivo.
Los caucus tienen una dimensión virtuosa: para decidir apoyar a un precandidato antes que a otros, las personas tienen que comprometerse mucho más que cuando marcan un papel y lo ponen en una urna. Pero tienen una faceta peligrosa: el tiempo y la energía que demandan ahuyentan a muchos. En 2016 votó menos del 16% del padrón demócrata en Iowa.
“Los caucus llevan toda una tarde y, por lo tanto, tienden a tener niveles de participación mucho más bajos. En 2016, alrededor de un tercio de los votantes participaron en primarias y solo una décima parte lo hizo en caucus. Dicho esto, los últimos suelen ser votantes muy activos e informados. Los caucus se basan en la filosofía de la democracia deliberativa, en la que los ciudadanos deben debatir y discutir sus opciones con sus vecinos. Las primarias dan prioridad a un proceso más amplio, rápido y eficiente para tratar de atraer al mayor número de personas posible”, dijo a Infobae Benjamin Knoll, profesor de política del Centre College.
El proceso no termina en las asambleas locales. Iowa es complicado, en serio. Lo que se elegirá en cada una son los delegados que irán el 21 de marzo a las convenciones de los condados, que son 99. A su vez, esos delegados elegirán a los que van a ir el 25 de abril a las convenciones de las circunscripciones legislativas, que son cuatro. De ahí saldrán los que asistan a la convención estatal el 13 de junio, que, al fin, designará a los 42 que concurrirán el 13 de julio a la nacional, en Milwaukee.
“Los partidarios de los caucus argumentan que permiten a los vecinos reunirse para tomar una decisión colectiva sobre el apoyo a un precandidato. Los opositores sostienen que no todo el mundo puede participar en ellos. También plantean que el bajo nivel de participación significa que los que asisten no representan bien a los votantes que no concurren”, afirmó Norrander.
Los caucus tienen otro problema: replican la potencial fuente de discordancia que se produce en las elecciones nacionales entre el que gana en votos y el que gana en electores. Cada condado tiene asignado un número de delegados, de acuerdo con su población y con los resultados que suelen sacar los demócratas en ellos. En dos que eligen la misma cantidad puede ocurrir que haya diferencias importantes en la tasa de participación, como que en uno vayan 20.000 personas y en otro solo 10.000. En ese caso, es posible que un precandidato termine con más delegados sin ser el más votado.
Gracias a que este lunes habrá un conteo escrito de quién sumó más votos en cada lugar, a la noche no solo se dará el número estimativo de delegados —que es lo que se da siempre—, sino también la cantidad de votos que recibió cada uno. Esto puede ser especialmente delicado en Iowa, donde lo que importa no es tanto el aporte neto a la Convención de julio como el impacto que genera en la campaña la impresión de un precandidato que hizo una elección mejor o peor de lo que se esperaba. ¿En qué se fijarán la prensa y los dirigentes políticos? ¿En quién ganó más delegados o en quién fue más votado?
“Todo depende de cómo son presentados los resultados por los medios de comunicación”, dijo a Infobae Robert G. Boatright, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Clark. “Lo más probable es que quien gane solo obtenga un 1% o 2% más de apoyo que el segundo, por lo que no importará en absoluto en términos del recuento de delegados. Pero si un precandidato excede las expectativas, puede ser capaz de traducir eso en una buena historia. En 2008 se dijo que la estrecha victoria de Obama en Iowa era una prueba de que un afroamericano podía ganar en un estado mayoritariamente blanco. Pero el triunfo en 1992 de Harkin, que era un senador de Iowa, no fue tratado como una señal importante. Los candidatos de los estados cercanos suelen tener éxito porque ya son bien conocidos”.
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