Casi tres años después de su primer adelanto, el presidente estadounidense Donald Trump presentó finalmente esta semana su proyecto de Plan de Paz, el “acuerdo del siglo” en sus palabras, para solucionar el conflicto entre israelíes y palestinos, uno de los más largos y significativos en Medio Oriente.
En una conferencia conjunta con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Trump afirmó que su país estaba tomando “un gran paso” hacia la paz y afirmó que los palestinos “merecen una vida mucho mejor”. Además, el mandatario advirtió que esta podría ser “la última oportunidad” para los palestinos, y que se había comunicado con su líder, Mahmoud Abbas, para compartir el proyecto.
En la propuesta presentada el martes, figura la creación de un estado Palestino independiente, cuya capital esté ubicada en las afueras de Jerusalén Este. Además, se congelará 4 años el desarrollo israelí en una zona que estaría prevista para el Estado palestino. Hay además una cesión de nuevos territorios para ese estado palestino, en contraparte con la anexión de otras tierras por parte de Israel.
Casi de inmediato la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que Abbas dirige, aseguró que el plan “no pasará”, luego de una reunión de las facciones palestinas, entre ellas los miembros del grupo terrorista Hamas, que controlan la Franja de Gaza, para decidir la posición a adoptar tras la presentación del proyecto. Además, prometió “resistir el acuerdo en todas sus formas”.
Durante su comparecencia en Ramalá, asiento del gobierno de la ANP, indicó que “ningún palestino puede aceptar un Estado palestino sin Jerusalén” y aseguró que ya había pedido a la Liga Árabe que convoque una reunión de urgencia el sábado para abordar el Plan de Paz para Medio Oriente de Trump.
Mientras que el primer ministro palestino, Mohamed Shtayé, hizo el lunes un llamamiento a la comunidad internacional para que rechace el plan, argumentando que beneficia a Israel a costa de los derechos del pueblo palestino, antes de recalcar que no constituye una base sobre la cual trabajar para resolver el conflicto.
Los puntos centrales del controvertido proyecto
El nuevo plan de paz plantea un plazo corto para la creación de un Estado de Palestina, aunque establece el requisito de que esté desmilitarizado para no constituir una amenaza para Israel.
La propuesta contempla también una inversión de USD 50.000 millones por parte de la comunidad internacional a lo largo de 10 años para desarrollar la economía palestina, con la expectativa de duplicar su PBI en una década.
Además, dos fracciones de territorios (mayormente despobladas y en una zona desértica del sur) serían cedidas al nuevo estado palestino para la creación de una zona industrial y otra agrícola y residencial, se prevé la construcción de un túnel para conectar a Gaza con los territorios de Cisjordania controlados por los palestinos y que la nueva capital palestina esté en Abu Dis, en las afueras de Jerusalén.
Por otro lado, el plan contempla la anexión por parte de Israel de los territorios de la Cisjordania en la frontera con Jordania y otra franja en el oeste, la formalización de los asentamientos establecidos en Cisjordania y el establecimiento de una Jerusalén unificada como su capital.
Este último punto es quizás el más conflictivo porque el Plan de Paz reconocería y legitimaría la captura de territorios realizada por Israel en 1967 y durante la Guerra de los Seis Días, un objetivo que Israel persigue desde aquel año y que ha sido el grito de batalla y límite de los palestinos.
Desde 1967 Israel ha controlado de hecho estos territorios y en 1980 anexó Jerusalén Este, pero la comunidad internacional no reconoce hasta la fecha su soberanía (Resoluciones 242° y 478° del Consejo de Seguridad de la ONU) y contempla en cambio las fronteras de la llamada “Línea verde”, establecida tras el armisticio de 1949 entre Israel y sus vecinos Egipto, Siria, Jordania y Líbano.
Estas fronteras “pre-1967” demarcan, a su vez, un territorio palestino más reducido que aquel establecido en el primer Plan de las Naciones Unidas para la Partición de Palestina de 1947, que no prosperó.
Las fronteras de 1949, alcanzadas tras la primera guerra árabe-israelí o guerra de independencia israelí, demarcaban un territorio palestino compuesto por la Cirsjordania completa y la Franja de Gaza, y una Jerusalén dividida entre oeste (israel) y este (palestina), aunque en la práctica las tierras nominalmente palestinas estaban controladas por Jordania y Egipto hasta la ocupación israelí post 1967.
Durante los llamados “Acuerdos de Oslo” de 1993 y 1995, el último gran plan de paz ensayado en la región, se avanzó en la conformación de la ANP, aunque no así del estado palestino, y en la cesión del control de la seguridad a los mismos palestinos en ciertos sectores, conocidos como Áreas A y poblados casi exclusivamente por palestinos.
En las Áreas B se estableció control civil palestino y militar israelí, en las Áreas C el control total israelí. Este esquema persiste hasta la actualidad, y en gran parte los territorios contemplados para ser incorporados por parte de Israel en el nuevo Plan de Paz de Trump corresponden a prácticamente toda el Área C y parte de la B.
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