Boris Johnson hizo lo que se esperaba: usó la abrumadora mayoría parlamentaria que le dieron las elecciones del 12 de diciembre para terminar con las dilaciones que caracterizaron a todo el proceso del Brexit desde el referéndum de junio de 2016. En una histórica votación, la Cámara de los Comunes aprobó este jueves su propuesta de salida de la Unión Europea (UE) por 330 votos a favor y 231 en contra.
El proyecto pasará ahora a la Cámara de los Lores, que en los próximos días le dará una sanción definitiva. Se espera que la reina Isabel II promulgue la ley entre el 22 y el 23 de enero.
El Reino Unido quedará entonces libre para salir de la UE el 31 de enero, cuando vence la última prórroga concedida al país. No será una ruptura caótica como se temía a fines de octubre. Será en los términos negociados por Johnson con los líderes europeos, que incluyen un período de transición entre el 1 de febrero y el 31 de diciembre de 2020, en el que ambas partes deberán resolver cómo será su relación comercial y política tras la separación.
Londres pondrá de esta manera fin a 47 años de complicada relación con la UE. Y el bloque, por primera vez desde su creación, perderá un país miembro.
“Duras conversaciones por delante”
Carismático y controvertido, Johnson, de 55 años, que antes que primer ministro fue canciller y alcalde de Londres, acumuló reveses políticos y judiciales en los primeros meses de sus mandato, cuando heredó el frágil gobierno minoritario de Theresa May.
Pero triunfó donde ella había fracasado: logró renegociar con la UE un acuerdo que los 27 líderes afirmaban inmutable y, después, impulsado por unos votantes hastiados del bloqueo político logró los 365 diputados que, en una cámara de 650, le permiten aprobar lo que se le antoje.
La oposición, liderada por un Partido Laborista en busca de nuevo líder tras sufrir su peor derrota electoral desde 1935, afirma que el acuerdo de Brexit será utilizado como “un ariete” para llevar a cabo una mayor desregulación. Pero no logró enmendarlo y, con los laboristas sumidos en una crisis de identidad, en los últimos días tampoco lo intentó con mucha convicción.
El texto recoge entre otras cuestiones los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y los británicos en la UE, la factura —de unos 39.000 millones de libras— que Londres deberá pagar para honrar sus compromisos financieros con el bloque y el modo de mantener abierta la frontera terrestre en la isla de Irlanda.
Tras el Brexit, Londres y Bruselas emprenderán una segunda, y más complicada, fase de negociación, la de su futura relación. Johnson prometió concluirla antes de finales de año para no tener que ampliar el periodo de transición.
“Después de haber esperado más de tres años para realizar el Brexit, los ciudadanos británicos y europeos esperan con razón que las negociaciones sobre un ambicioso acuerdo de libre comercio terminen a tiempo”, le dijo el miércoles a la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Esta, que viajó por primera vez a Londres tras asumir el cargo en diciembre, dejó sin embargo claro que el tiempo es insuficiente para alcanzar un acuerdo completo de libre comercio.
“Tenemos duras conversaciones por delante y cada lado hará lo que sea mejor para él”, dijo. Y advirtió de que Londres podría perder su acceso al mercado europeo si insiste en concluirlas antes de finales de año.
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