Iba para santo y se convirtió en el mayor depredador sexual en la historia reciente de la Iglesia. Fue el líder mesiánico del ala más dura del catolicismo. Conquistó el favor del Vaticano, convirtió a los Legionarios de Cristo en una poderosa empresa y sumó miles de fieles a su causa. El mexicano Marcial Maciel defendió públicamente el celibato, la obediencia y una vida austera mientras en secreto tenía hijos con varias mujeres, violaba a niños y llevaba una vida de despilfarro marcada por las adicciones.
El informe interno publicado por su congregación una década después de su muerte y tras años de acusaciones en su contra, donde se confirma que al menos abusó sexualmente de 60 menores, no es más que la punta del iceberg de una biografía propia de un monstruo. Pese a que su poder se concentró en México y en Roma, su paso por España marcó su carrera desde los inicios. Todavía hoy la influencia de su sombra es alargada en el país.
Su relación con España se remonta a mediados de los años 40, cuando encontró en la dictadura franquista el caldo de cultivo ideal para su doctrina ultraconservadora. Conectó con personajes poderosos del Régimen como el ministro de Exteriores y propagandista católico Alberto Martín-Arajo y se ganó el apoyo de las familias importantes.
Con apenas 21 años había fundado en México la orden de los Misioneros del Sagrado Corazón y la Virgen de los Dolores, que más tarde se convertiría con el aval del Papa Pío XII en los Legionarios de Cristo y el Regnum Christi, el brazo laico del movimiento. Poco antes de llegar a España, en 1944, había sido ordenado sacerdote en la basílica de Guadalupe en México.
En sus primeros años en España estudió junto a algunos de sus seguidores en la Universidad de Comillas, que por entonces tenía su sede al norte del país, en Cantabria. En los 60 su movimiento fue la terapia de choque contra el fantasma del comunismo y la labor social de los jesuitas, que se habían ido alejando de los ricos para atender a los más necesitados en un país que aún sentía las penurias de la posguerra.
La oligarquía española que había luchado contra el bando republicano en la Guerra Civil entre 1936 y 1939 y que ahora marcaba las pautas del poder guiada por la mano de hierro del Caudillo Francisco Franco vio en Marcial Maciel el líder espiritual que necesitaba.
Como cuenta el periodista Jesús Rodríguez en su libro de 2011 ‘La confesión. Las extrañas andanzas de Marcial Maciel y otros misterios de la Legión de Cristo’, las elites franquistas vieron en este personaje el héroe que salvaría a la Iglesia del marxismo y le ofrecieron, además de su fervor y cuantiosas sumas de dinero en forma de donaciones, propiedades en España, desde casas y fincas hasta autobuses para hacer proselitismo por todo el país.
Así fue construyendo en España una compleja red de apoyos en las altas esferas mientras asentaba su influencia y su poderío económico, que a la postre sería una de las puntas de lanza del movimiento y con el que lograría tener una influencia directa en la Santa Sede.
Aunque recientemente se supo que el Vaticano tenía informes en su contra desde 1943, la primera investigación data de entre 1956 y 1959. Llegó a ser expulsado por un tiempo de Roma, pero en la sombra logró seguir acumulando poder y contactos.
“Tengo la impresión de que las denuncias de abusos crecerán, porque sólo estamos en el inicio. Llevamos 70 años encubriendo y esto ha sido un tremendo error”, decía en una visita reciente a Madrid el cardenal João Braz de Aviz.
Ha sido durante la última década cuando distintas voces del núcleo de los Legionarios de Cristo han empezado a denunciar los abusos. Coinciden en que el modus operandi de su líder siempre era el mismo: abusar de chicos de la propia congregación, algunos de los cuales al hacerse mayores terminaban por repetir los crímenes de su mentor contra otros novicios.
Su estrategia era similar a la de cualquier secta o grupo de fanáticos: apartar a los fieles de su familia, hacer que se sintieron solos y avergonzados, forjar unos barrotes para que la comunicación con el exterior fuera impensable. “El que mira atrás no vale”, era una de sus máximas. Según su doctrina, los superiores representan la voluntad de Dios por lo que jamás debían ser cuestionados.
En España el estatus privilegiado de los Legionarios no terminó con el fin de la dictadura. Durante el tiempo que el conservador Partido Popular de José María Aznar ostentó el poder entre 1996 y 2004, distintas personalidades políticas jugaron un papel destacado en la implantación de la orden en las altas esferas de la sociedad española.
El periodista Jesús Rodríguez apunta en su investigación al papel clave que jugó Ana Botella, la esposa del expresidente Aznar, en el control por parte de los Legionarios de la universidad Francisco de Vitoria, que hoy es una de las instituciones privadas de enseñanza superior más influyentes de Madrid.
También aparecen otros nombres ligados al gobierno de Aznar como el exministro Ángel Acebes, cuya esposa ha estado vinculada a la Francisco de Vitoria, o el exrector de la Universidad Complutense de Madrid Gustavo Villapalos, quien fue consejero de Educación con el gobierno del ‘popular’ Alberto Ruiz-Gallardón en la comunidad madrileña.
“Hay una comunión de ideas casi teocrática: no al aborto, no al matrimonio entre personas del mismo sexo, no a la investigación con células madre, hay una línea política y una línea religiosa que se entrecruzan entre el entorno del PP y los Legionarios de Cristo", dice el periodista Jesús Rodríguez.
Cuando el gobierno cambió en España y ganó el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que apostó por varias reformas en materia social, los Legionarios no se contentaron con un papel secundario. Protagonizaron distintas exhibiciones de fuerza liderando marchas en las calles de las grandes ciudades contra la nueva ley que permitía el matrimonio homosexual.
Entonces aún estaba en la última fase de su Papado Juan Pablo II, a quien se ha acusado de silenciar las denuncias contra Marcial Maciel. El periódico español El País bautizó a los Legionarios como “el brazo armado de Juan Pablo II”.
La suerte de los Legionarios y Maciel cambió cuando el entonces cardenal alemán Joseph Ratzinger pronunció en 2005 una poderosa frase que retumbó en el Vaticano: “¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia!”. A partir de ahí arrancó la doctrina de la “tolerancia cero” para depurar los crímenes cometidos en nombre de la Iglesia.
En 2006, unos meses después de que muriera Juan Pablo II, el ya consagrado como Papa Benedicto XVI obligó al líder de los Legionarios a retirarse a México y dedicar el resto de su vida “a la penitencia y la oración”. Moriría de cáncer en Estados Unidos en 2008, un par de años antes de que el nuevo Papa ordenara una investigación liderada por cinco cardenales. Entre ellos estaba el español Ricardo Blázquez, quien debía seguir los pasos de Maciel por Europa.
Poco a poco, especialmente a partir de 2009, fueron apareciendo en los medios historias sobre ese mesías ultraconservador que, además de pederasta y violador, era adicto a opiáceos como la morfina y que se vio envuelto en noticias sobre lavado de dinero, sociedades opacas, diversas identidades y pasaportes, coches lujosos y viajes por todo el mundo.
En un artículo publicado por Juan G. Bedoya en el periódico español El País en 2010 con el título ‘La increíble vida de marcial Maciel’ se habla de la hija que tiene en España, de nombre Norma Hilda, y que habría pactado su silencio a cambio de una pensión vitalicia.
“Los primeros rumores sobre la doble vida de Maciel provocaron un revuelo morboso entre algunos legionarios, abrumados, sobre todo, por las acusaciones de pederastia, que hasta Roma avalaba oficialmente. Si su adorado fundador conoció mujer y tenía una hija, eso espantaba, según ellos, las sospechas del horrendo pecado de pedofilia”, dice en su artículo Bedoya.
En la última década han salido otras denuncias de mujeres que aseguran haber tenido hijos con el líder de los Legionarios y en algunos de los casos piden una compensación económica y el reconocimiento público. El diario español El Mundo publicó en 2009 una investigación según la cual Maciel tuvo, además de Norma Hilda, otra hija en Suiza, otro en Inglaterra y tres con una mujer mexicana.
En 2014 la Comisión sobre los Derechos del Niño de la ONU emitió un informe donde criticaba al Vaticano por encubrir los crímenes de los Legionarios de Cristo, por no escuchar a las víctimas y ponerse del lado del verdugo y permitir con su silencio las violaciones de menores.
Tras su muerte, el nombre de Marcial Maciel cayó en el repudio. La organización intentó purgar sus crímenes sacrificando a su líder. Entre otras medidas ordenó eliminar de sus centros todas las fotografías donde apareciera él y además debían de dejar de llamarlo “nuestro padre” e ignorar su nombre en público.
En este proceso de renovación los Legionarios han emitido distintos comunicados donde piden perdón a las víctimas, muchas de ellas integrantes de la propia congregación, a las que “no se dio crédito o no se supo escuchar”.
Sin embargo la investigación interna que acaban de publicar tras seis meses de pesquisas demuestra que Marcial Maciel no era la única manzana podrida. Desde 1941 hay pruebas de que al menos 175 menores fueron víctimas de abusos sexuales cometidos por 33 sacerdotes.
Mientras, en España todavía son poderosos los brazos de los Legionarios de Cristo. Poseen una intrincada tela de araña que se extiende, más allá de la Universidad Francisco de Vitoria, a través de la red de colegios Everest y Cumbres, la organización Highlands, la cadena de centros Mano Amiga y hasta una agencia de noticias, Zenit. Además conserva sus seminarios en Ontaneda (Cantabria) y Moncada (Valencia) y el santuario diocesano de Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila.
En lugar de perder apoyo durante estos últimos años marcados por la purga interna y los escándalos, la organización ha seguido creciendo en todo el mundo, donde cuenta con un complejo entramado empresarial que incluye, además de centros educativos y espirituales, distintas propiedades. Su movimiento Regnum Christi, la facción laica, sigue influyendo en los círculos del poder y en las asociaciones juveniles.
Algunas víctimas han señalado que la investigación no es suficiente y que el reconocimiento de los crímenes sólo es una prueba de que la congregación debe llegar a su fin. Una fecha importante será el próximo 20 de enero de 2020, cuando se celebre en Roma el Capítulo General de la Congregación. Entonces se marcarán los pasos a seguir de una orden religiosa que basó su enorme poder en la personalidad de un solo líder que al final resultó ser un criminal.
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