Sudán sentenció a muerte a 27 oficiales de inteligencia por la tortura y muerte de un maestro

El lugar de muerte de Ahmed al-Khair se convirtió en un punto de reunión durante 16 semanas de protestas contra el gobierno de Omar al Bashir

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El ex presidente de Sudán, Omar Hassan al-Bashir, se sienta dentro de una jaula durante una audiencia sobre el veredicto que lo condenó por cargos de corrupción en un tribunal en Jartum, Sudán, el 14 de diciembre de 2019 (Reuters)
El ex presidente de Sudán, Omar Hassan al-Bashir, se sienta dentro de una jaula durante una audiencia sobre el veredicto que lo condenó por cargos de corrupción en un tribunal en Jartum, Sudán, el 14 de diciembre de 2019 (Reuters)

Un tribunal sudanés condenó a muerte este lunes a 27 miembros del servicio nacional de inteligencia por la tortura y el asesinato de un maestro detenido en febrero durante las protestas que llevaron al derrocamiento del ex presidente Omar al-Bashir. Fue la primera vez que los tribunales dictaron condenas por represión de manifestaciones en los meses anteriores y posteriores a la caída de Bashir en abril.

Trece acusados fueron condenados a prisión y otros cuatro fueron absueltos en el veredicto, que podría enfrentar varias etapas de apelación.

La muerte del maestro Ahmed al-Khair en la ciudad oriental de Khashm al-Qirba se convirtió en un punto de reunión durante 16 semanas de protestas contra el gobierno de Bashir.

La familia de Khair dijo que los funcionarios de seguridad inicialmente afirmaron que había muerto por envenenamiento, aunque días después una investigación estatal descubrió que había muerto por heridas de golpes.

Cientos de personas se manifestaron fuera de la corte en Omdurman, donde se emitió el veredicto el lunes, algunos ondeando banderas nacionales o sosteniendo fotografías de Khair.

La caída del régimen

Militar, islamista, presidente autoritario, rey de los petrodólares o criminal condenado. El exjefe de Estado sudanés Omar al Bashir, condenado en la segunda semana de diciembre por corrupción, ha mostrado diferentes rostros durante los 30 años en los que gobernó con mano dura su país. Conocido por sus bailes en público, siempre fue un hombre seguro de sí mismo que asumió sin dudar sus posturas políticas.

Pocos días después del pasado 11 de abril, tras haber sido destituido por el ejército bajo la presión de las manifestaciones en la calle, Al Bashir todavía daba discursos a la muchedumbre con su bastón y su turbante en la cabeza. Para la opinión internacional, el exdictador de 75 años, que aplastó sin piedad cualquier tipo de rebelión u oposición desde que llegó al poder en 1989 con un golpe de Estado, es ante todo un criminal en busca y captura.

A partir de 2003, en el conflicto de la provincia de Darfur, las milicias árabes pro-régimen Janjawid aterrorizaron a la población. Según la ONU en Darfur murieron 300.000 personas y hubo 2,5 millones de desplazados.

En 2009, la Corte Penal Internacional (CPI) lanzó una orden de captura contra él por “crímenes de guerra y contra la humanidad” en Darfur, y en 2010 añadió la acusación de “genocidio”.

El ex presidente y dictador de Sudán Omar al-Bashir (REUTERS/Mohamed Nureldin Abdallah/archivo)
El ex presidente y dictador de Sudán Omar al-Bashir (REUTERS/Mohamed Nureldin Abdallah/archivo)

Bashir no dudó sin embargo en desafiar a la justicia internacional con visitas a países extranjeros, como Arabia Saudita o Egipto.

Pero fue un caso de corrupción –el dinero que recibió del príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán– el que llevó este sábado a un tribunal especial a condenarlo a dos años de detención en un centro para personas de edad avanzada.

El gobierno de transición, instalado en septiembre, no ha autorizado hasta ahora la extradición de Bashir hacia La Haya (Holanda), donde tiene la sede la CPI.

Al Bashir tiene dos mujeres pero no tiene hijos. Nació en la pequeña ciudad de Hosh Bannaga, a unos 200 kilómetros en el norte de Jartum, en lo que era entonces el Sudán anglo-egipcio.

Su familia era pobre, de la tribu de los Al-Bedairyya Al-Dahmashyya, una de las más poderosas del país.

Se formó en la academia militar de Egipto y en 1973 participó en la guerra contra Israel junto al ejército egipcio.

El 30 de junio de 1989, rodeado de un grupo de oficiales, tomó el poder en Jartum y derrocó al gobierno elegido democráticamente de Sadek al-Mahdi.

Bashir tuvo entonces el apoyo del Frente Islámico Nacional, el partido de su mentor, Hassan al Turabi.

Bajo su influencia llevó a Sudán –un país dividido en numerosas tribus y que entonces tenía un norte mayoritariamente musulmán y un sur cristiano– hacia el islam radical. Sudán se convirtió entonces en un centro internacional islamista y acogió al jefe de Al Qaida, Osama bin Laden, antes de expulsarlo en 1996 bajo presión estadounidense.

A finales de los años 1990 Bashir se desmarcó de Al Turabi y se alejó del islamismo radical para mejorar las relaciones con sus adversarios y sus vecinos.

Bashir se convirtió en hábil con el tiempo, aprendió el oficio, al principio no era una personalidad de primer plano”, apunta Marc Lavergne, director de investigación del CNRS, especialista del Cuerno de África.

En el momento álgido de su poder, en los años 2000, tuvo también la ayuda de los altos precios del petróleo.

En 2005, en pleno conflicto en Darfur, firma un acuerdo de paz con los rebeldes del sur que abre la vía a compartir el poder y a un referéndum sobre la independencia de esta región, que en 2011 se convertirá en Sudán del Sur.

Pero como las reservas petroleras están concentradas en el sur, perdió una baza importante y el país empezó a sufrir una grave crisis económica.

Bashir fue durante mucho tiempo aliado de Irán, que le ayudó a poner en marcha sus servicios de seguridad. Sin embargo apostó después por su gran rival, Arabia Saudita, considerada una mejor aliada tras las protestas de la Primavera Árabe en 2011.

En 2013 un levantamiento para protestar contra la carestía fue rápidamente reprimido por el gobierno. No fue hasta abril de 2019 cuando las manifestaciones en la calle le hicieron finalmente caer.

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