El papa Francisco celebró este martes en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, la tradicional misa de Gallo que tiene lugar la noche antes de Navidad. Allí, hablando de la necesidad de “brindar amor al prójimo”, indicó que así como “no podemos esperar que el prójimo cambie para hacerle bien, no podemos esperar a que la Iglesia sea perfecta para amarla". “Empecemos nosotros”, expresó.
En esa línea, el Sumo Pontífice defendió el “amor incondicional y gratuito" y aseguró que “la Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor”. “Su amor es incondicional, incluso si se tienes ideas equivocadas y hayas hecho de las tuyas. Aún en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente", agregó.
El mensaje llega al final de un año donde la institución religiosa se vio marcada por distintas revelaciones, tanto de carácter financiero como aquellas relacionadas a abusos sexuales cometidos por miembros del clero, que impactaron de manera negativa sobre su imagen.
Un ejemplo del primero salió la la luz a principios de octubre, cuando la revista L’Espresso reveló que la Santa Sede investiga una serie de operaciones financieras supuestamente irregulares vinculadas a la compraventa de inmuebles y en consecuencia ha suspendido a cinco empleados de altas instituciones.
Entre estas, apuntó el medio, los magistrados analizan compraventas de inmuebles en Londres y la gestión del Óbolo de San Pedro, que recoge las ayudas económicas que los fieles ofrecen al Papa para que sean destinadas a obras de caridad.
Con respecto a la segunda, el Papa abolió en diciembre el llamado “secreto pontificio”: una categoría de confidencialidad eclesiástica usada en el derecho canónico. La decisión llegó luego de que nuevos escándalos de alto perfil sobre abusos sexuales por miembros del clero tomaran el centro de la conversación pública a lo largo del año. Un ejemplo regional fue la condena por los abusos en el instituto Próvolo, en la provincia argentina de Mendoza.
Además, Francisco amplió de 14 a 18 años el límite de edad en el que el Vaticano considera que las imágenes pornográficas constituyen pornografía infantil. La decisión intenta responder a los reiterados casos de abusos, los errores de la Iglesia en la gestión del tema y a los reclamos de víctimas, instituciones de justicia y católicos de a pie que piden más transparencia y responsabilidad para los agresores.
El papa Benedicto XVI decretó en 2001 que estos casos debían gestionarse bajo secreto pontificio. El Vaticano llevaba tiempo insistiendo en que era necesario para proteger la privacidad de la víctima, la reputación del acusado y la integridad del proceso canónico.
Sin embargo, ese secretismo también sirvió para mantener el escándalo oculto, impedir que las fuerzas de seguridad accedieran a documentos y silenciar a las víctimas. Con frecuencia, muchas víctimas sintieron que el secreto pontificio les impedía acudir a la policía para reportar a sus agresores.
Las nuevas instrucciones, firmadas por el secretario de Estado del Vaticano pero autorizadas por el papa, tampoco ordenan reportar los crímenes a la policía, señalando que los superiores religiosos están obligados a hacerlo donde las leyes civiles lo requieran.
Sin embargo, van más allá de lo que ha ido nunca el Vaticano al señalar “la confidencialidad de oficio no debe impedir el cumplimiento de las obligaciones establecidas en todos los lugares por las leyes civiles, incluida cualquier obligación de denuncia, y la ejecución de órdenes ejecutables de las autoridades judiciales civiles”.
En otro pasaje de su mensaje, el Sumo Pontífice resaltó la necesidad de “saber agradecer” y la definió como “la mejor manera de cambiar el mundo”. “Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos”, dijo.
El Papa se dirigirá nuevamente al público el miércoles desde la plaza San Pedro en el marco de su mensaje navideño, conocido como Urbi el orbi (a la ciudad y el mundo, en latín). Será su séptimo como líder de la Iglesia Católica.
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