Kekeletso Lekaota trabaja cuidando hileras de plantas de cannabis para su cosecha. Mientras poda algunas hojas amarillentas de tallos con brotes gruesos y florecientes, dice que el trabajo requiere un toque suave y manos delicadas.
Es un cultivo con el que Lekaota no tenía experiencia hace 18 meses, cuando vio un anuncio de un productor en su periódico local. Ahora, la joven de 27 años enseña a otros cómo cultivar las plantas para MG Health Ltd., un proveedor de productos de cannabis de grado farmacéutico, en una finca agrícola de Lesoto, el pequeño y montañoso reino bordeado totalmente por Sudáfrica.
“No sabía lo que era el cannabis; me di cuenta de que era dagga cuando mandé una solicitud para este trabajo”, dijo Lekaota, usando una palabra para hierba derivada de los idiomas khoisan locales, mientras preparaba los invernaderos para las 12 horas de oscuridad necesarias.
La marihuana se ha cultivado ampliamente en Lesoto, uno de los países más pobres de África, desde tiempos inmemoriales, y ha sido utilizada durante mucho tiempo como medicina por los nativos basotho. Es más fácil de cultivar y más lucrativo que otros cultivos como el maíz y la caña de azúcar, y la abundante agua del país y el suelo fértil proporcionan las condiciones ideales. Muchas familias dependen de los ingresos adicionales por su venta ilegal a consumidores de drogas recreativas para cubrir gastos básicos como enviar a sus hijos a la escuela.
El Gobierno de Lesoto ahora está tratando de estimular el desarrollo de plantaciones legales que abastezcan la floreciente industria mundial del cannabis medicinal para ampliar su base impositiva, actualmente dominada por las exportaciones de diamantes, agua y lana, y para crear empleos. Alrededor de dos tercios de los 2,2 millones de habitantes del país viven en aldeas rurales, y muchos sobreviven de la agricultura de subsistencia. El cannabis es una pieza fundamental de la estrategia agrícola del Gobierno, que espera que ayude a financiar infraestructura básica como carreteras, electricidad y tuberías de agua.
En 2018, Lesoto se convirtió en el primer país africano en emitir licencias para el cultivo de cannabis con fines medicinales. Los inversores extranjeros, incluidas las compañías canadienses Supreme Cannabis Co., Canopy Growth Corp. y Aphria Inc., han invertido decenas de millones de dólares en un puñado de instalaciones, atraídas por el bajo costo de producción.
MG Health, el mayor productor comercial de Lesoto, recibió 10 millones de dólares canadienses (US$7,6 millones) de Supreme Cannabis el año pasado a cambio del 10% del negocio entonces conocido como Medigrow Lesotho (Supreme ha dicho que eventualmente quiere exportar aceites de cannabis medicinal de Lesoto a Canadá). MG Health planea emplear hasta 3.000 trabajadores a nivel local, frente a los 350 actuales, una vez que alcance la producción total en unos pocos años, dice el responsable ejecutivo, Andre Bothma.
La compañía cultiva una cepa de marihuana con bajos niveles de tetrahidrocannabinol (THC), el compuesto que produce la intoxicación, para cumplir con las regulaciones. Exporta extractos de aceite de cannabidiol no psicoactivo (CBD) y otros productos de cannabis medicinal principalmente a Sudáfrica, y está trabajando para entrar en los mercados de Europa y Medio Oriente, así como a Australia.
“Tenemos la ventaja de ser los primeros en África y creemos que el mercado es enorme”, dice Bothma.
El CBD es un segmento de rápido crecimiento del mercado mundial de cannabis de US$340.000 millones. Solo en Estados Unidos, se espera que las ventas de CBD se quintupliquen a cerca de US$20.000 millones para 2024 en comparación con seis años antes, según BDS Analytics.
A medida que las normas sobre el cannabis se relajan en todo el mundo, las empresas recurren a regiones de bajo costo en busca de suministro. MG Health dice que incluso en su fase inicial, los costes de producción en Lesoto son de alrededor de 93 centavos de dólar por gramo, frente a US$1 o más por gramo que cita como norma en otros lugares. Pero Lesoto se enfrentará a competencia por la inversión de otras regiones de bajo coste como Colombia y Jamaica, así como de otras naciones africanas que podrían seguir sus pasos y legalizar la producción.
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