El mundo está transitando una ola de conflictos alrededor de la democracia. Esto se observa en un aumento de sociedades movilizadas por demandas insatisfechas, rechazos a medidas económicas o políticas, elecciones disputadas y hasta fraudulentas, que cosechan rechazos en la comunidad internacional.
Pues bien, Laos no tiene estos problemas.
La República Democrática Popular Lao –habitualmente llamada Laos- es uno de los países herederos del mundo soviético del siglo XX que se adaptaron sin resistencias a los cambios económicos globales luego del derrumbe de la experiencia comunista.
Sin embargo, y a pesar de adoptar al capitalismo con entusiasmo, sus dirigentes no generaron reformas políticas efectivas para adecuarse a la democratización que el mundo también encaró desde los años 90. Y eso no ha cambiado hasta el día de hoy. Todo lo contrario. Laos es un Estado no democrático cuyo sistema es asimilado al de Corea del Norte, pero sin el peso económico o militar del país liderado por Kim Jong-un.
Con menos de siete millones de habitantes, Laos es uno de los países más pobres del mundo y con peores indicadores de desarrollo social entre los integrantes de la poderosa ASEAN (el MERCOSUR asiático). El Índice de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas lo coloca en el puesto 139 sobre 189 países medidos.
Junto a Camboya y Vietnam pertenecía a la llamada Indochina, un esquema colonial que agrupaba a estos países dominados entonces por Francia. Por ello el francés se sigue utilizando como idioma administrativo, aunque el inglés cada día tiene mayor preponderancia. De todos modos, la lengua mayoritaria es el lao que, como el nombre del país, designa a la etnia mayoritaria. Un poco más de la mitad de los laosianos profesa el budismo, pero el resto practica cultos animistas, es decir, veneran objetos naturales o materiales a los que se considera poseedores de alma o vida propia y hay también una minoría cristiana.
Su capital mantiene el nombre francés, Vientiane, y es el centro urbano más importante del país. Si bien en el Sudeste Asiático la población rural sigue siendo importante, en Laos su preponderancia es mayor: el campesinado supera el 60% de los habitantes. Esto repercute en la precariedad de la vida cotidiana, donde la ausencia de infraestructura, educación y salud reducen la expectativa de vida a menos de 65 años y genera altos niveles de desnutrición y problemas de crecimiento al 40% de los menores de 15 años.
Un pasado reciente en medio de la violencia de la Guerra fría
La historia contemporánea de Laos está unida a la de sus vecinos. Luego de la Segunda Guerra Mundial, logró una precaria independencia pero, inmediatamente después, comenzaron los conflictos internos que desembocaron en una guerra civil entre partidarios del Rey y los comunistas de Pathet Lao, movimiento que puede ser asimilado al Viet Cong de Ho Chi Minh.
Como ocurrió en Camboya, la guerra de Vietnam expandió su escenario bélico hasta Laos, cuyo territorio era utilizado por los vietnamitas como vía de transporte y escondite de tropas y armamentos. Por su condición fronteriza con Tailandia era, además, una pieza geopolítica estratégica para evitar el avance comunista sobre otros países del Sudeste Asiático que estaban en la órbita occidental. Por eso, Estados Unidos bombardeó el territorio laosiano con una intensidad y una brutalidad inédita en el marco de un operativo secreto organizado por la CIA, para evitar el impacto negativo en la opinión pública norteamericana.
Laos, el país más bombardeado del mundo
Diversas organizaciones que trabajan sobre el territorio de Laos, como COPE (Cooperative Orthotic and Prosthetic Enterprise), una ONG que presta atención médica a quienes han sufrido las consecuencias de los bombardeos durante la guerra de Vietnam, sostienen que Laos recibió más de dos millones de toneladas de bombas desde 1964 hasta el fin de la guerra en 1973. Otras fuentes elevan esa cantidad hasta dos millones ochocientas mil toneladas.
Para poner en contexto, esas cantidades superan las utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial y la suma de las arrojadas en las dos guerras de Irak. Equivalen, según la Organización no gubernamental Legacies of War, a lanzar ocho bombas por minuto, las 24 horas del día, durante 9 años. Laos es así el país más bombardeado per capita en la historia mundial.
Pero el drama no termina ahí. El 30% de las bombas arrojadas no han explotado aún y al ser del tipo racimo, están esparcidas en fragmentos enterrados a lo largo del territorio. Se calculan entre 75 y 80 millones las piezas sin detonar. Cada año, medio centenar de personas son mutiladas o mueren como consecuencia de las explosiones. El 40% de las víctimas son niños, porque las usan como juguetes –tienen el tamaño de una manzana- sin saber de su peligrosidad. La población más vulnerable es la rural, ya que se ven obligados a trabajar en campos repletos de explosivos al no contar con alternativas para el propio sustento.
Laos en la actualidad, un Estado totalitario en el siglo XXI
La guerra civil laosiana terminó junto a la guerra de Vietnam y con el mismo resultado: el triunfo de los comunistas. Una vez en el poder se reconvirtieron en el partido único que, con diversos nombres (hoy llamado Partido Popular Revolucionario de Laos), conduce con mano de hierro las riendas del poco afortunado país asiático.
El socialismo no trajo ni desarrollo económico ni libertad. En Laos no hay justicia independiente, oposición permitida, sociedad civil autónoma ni libertad de prensa. Si bien se permite el ingreso de inversión extranjera, esta se encuentra bajo el control del Estado y el partido. Esto ha estimulado la corrupción a gran escala que se refleja en el Índice elaborado por Transparencia Internacional, donde Laos ocupa el lugar 132 sobre 180 países medidos.
Los cambios económicos sin control trajeron también aparejados graves problemas ambientales, que solo salen a la luz cuando adquieren una magnitud trágica difícil del ocultar. Este fue el caso de la presa de Attapeu cuyo colapso destruyó varias aldeas y ocasionó un número no aclarado aun de muertos y desaparecidos.
Según Florie Postis, investigadora del Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos de CADAL una de las consecuencias más dramáticas es la desaparición de activistas y disidentes. “El caso más emblemático es el de Sombath Somphone, que desapareció el 15 de diciembre de 2012 durante un control policial en Vientiane. El gobierno de Laos todavía no ha ordenado una investigación sobre su desaparición y se ha opuesto a los intentos de abordar el caso en sesiones de la ASEAN”.
Laos es un caso ignorado por los organismos internacionales y que incluye persecuciones étnicas (a la minoría Hmong), religiosas (a los cristianos) además de las políticas ante cualquier expresión critica. Sus aliados en la región, en América Latina (Venezuela y Cuba) y la falta de interés de las grandes potencias, estimulan que el modelo de capitalismo de Estado sin democracia continúe avanzando en el mundo con poca oposición.