A pesar de que los medios internacionales han menguado en la cobertura de la agitación en Irán, en menor escala, los incidentes continúan y muchos iraníes se plantean una pregunta que no parece tener una respuesta clara: ¿qué está pasando realmente en los círculos políticos en Teherán?
Aunque las protestas no son rarezas en Irán, el levantamiento actual ha sacudido a la élite gobernante más que nunca en los últimos 40 años.¿Por qué ha sucedido tal cosa?
En las últimas cuatro décadas, desde el establecimiento de la República Islámica en Teherán, no ha pasado un año sin protestas de algunos segmentos de la población. Una lista de tales eventos establecida por el investigador Pari Sahabi documenta más de 800 protestas desde 1979 e involucra numerosos estratos sociales, desde agricultores, mineros, maestros, grupos étnicos, activistas por los derechos de las mujeres, disidentes religiosos, hasta personas que han perdido sus ahorros o fueron víctimas de estafas económicas a menudo tramadas por elementos pro-régimen.
Sin embargo, el levantamiento parece no ser tan grande como la revuelta a nivel nacional de 2017-18 y, ciertamente no tan motivado políticamente como el “Movimiento Verde” de 2009. El Ministerio del Interior dice que la revuelta actual ha afectado a 110 pueblos de las 1,080 localidades clasificadas como pueblos y ciudades en Irán, es decir, lugares con una población de 10,000 o más personas.
Hasta ahora, el número de personas asesinadas en las últimas revueltas no está establecido. Las autoridades inicialmente citaron una cifra de 30 muertos pero luego se han negado a reconocer el verdadero numero de victimas mortales y ahora dicen que no se les permite dar ninguna cifra, incluso a nivel local. Amnistía Internacional calcula que el número de muertos en la primera semana de la revuelta es “más de 140”. Fuentes confiables tienen los nombres de 57 muertos en 14 ciudades con informes de otros 80 muertos pero sigue siendo imposible de confirmar. En otras palabras, incluso con una suposición sobre el mayor número de muertes, la revuelta actual no ha sido tan mortal como varias revueltas anteriores.
Según las autoridades, la cantidad de arrestos es más baja que la de 2017-2018, cuando más de 10.000 personas fueron detenidas por períodos de tiempo variables. Sin embargo, el régimen parece estar sacudido como nunca antes. Y, por primera vez, han aparecido grietas en la narrativa oficial. Una narrativa, promovida por la facción liderada por el "Guía Supremo" Ali Khamenei, sigue afirmando que todo es el resultado de una siniestra "conspiración extranjera" que involucra a Estados Unidos, el Reino Unido, Israel y varios países árabes. Otra narración, presentada por parte de los medios de comunicación controlados por la destartalada facción del presidente Hassan Rouhani, menciona que algunas de las "quejas son justificadas" e intenta separar a los "manifestantes genuinos" de los "destructores mal intencionados y los agentes extranjeros".
La élite gobernante también está demostrando sus temores con el típico juego del "yo no fui" con respecto a la decisión de triplicar el precio del combustible que desencadenó la revuelta. Rouhani abrió el juego de las justificaciones alegando que la decisión había sido tomada por un triunvirato formado por él, por el jefe del Poder Judicial Ayatollah Ibrahim Ra'isi y por Ali Ardeshir Larjani. Sin embargo, ambos hombres negaron eso alegando que simplemente habían sido informados de una decisión tomada por la presidencia y que el principio de Separación de Poderes no permitiría que el poder judicial y la legislatura intervinieran en asuntos relacionados con la autoridad ejecutiva.
Para evadir la culpa, los tres hombres también circularon la narrativa de que la decisión había sido respaldada por Khamenei. Eso provocó una reacción del séquito de Khamenei que afirmó que el "Guía Supremo" no había estado directamente involucrado en la toma de la decisión. Más tarde, el propio Khamenei afirmó que había sido simplemente informado y que, como no era un experto en tales asuntos, no se había opuesto a la decisión. Esta fue la primera vez que, en un claro signo de miedo, los principales responsables de la toma de decisiones en Teherán intentaban disociarse de un movimiento impopular.
Como el miedo tiene gran capacidad de multiplicarse entre los gobernantes que hacen mal las cosas, pronto se extendió a otros segmentos del régimen. Cuatro de los nueve ayatolás que forman el consejo de Ulemas aprobado por el régimen en Qom, emitieron declaraciones denunciando el aumento de los precios del combustible y pidiendo al gobierno que reconsidere esa medida. Esta fue la primera vez que los ayatolás Safi Golpayegani, Alavi Gorgani, Javadi Amoli y Makarem Shirazi cuestionaron públicamente una importante decisión del gobierno respaldada por el "Guía Supremo".
La división dentro del clero oficial, que se estima en alrededor de 6.000 mulás en varios niveles de autoridad en todo Irán, también se hizo evidente cuando algunos líderes de oración de los viernes en ciudades más pequeñas, por ejemplo Shahryar, cerca de Teherán, y Sirjan en el sureste, se unieron a los manifestantes y predicaron contra la decisión del gobierno.
También causaron temor entre los gobernantes en Teherán los informes de que en algunos pueblos y ciudades, como Bushehr, Zanjan y Jahrom, las fuerzas de seguridad se habían unido a los manifestantes o simplemente les permitieron tomar el control de los edificios del gobierno. En Bushehr y Mahshahr, en Khuzestan, los empleados del gobierno realizaron una huelga para unirse a los manifestantes el pasado martes, cuando, supuestamente la revuelta estaba aplacada.
El miedo también se sintió en el parlamento, donde al menos cinco miembros presentaron su renuncia en señal de simpatía por los manifestantes. En otro movimiento simbólico, algunos miembros pidieron que se destituya al Presidente por su presunta participación en la decisión de aumentar el precio sin consultar al parlamento.
El gobierno contribuyó a difundir la sensación de miedo al cancelar todos los partidos de fútbol profesional e interrumpir Internet y obligar a musulmanes extranjeros considerados "yihadistas" para que abandonen rápidamente el país. Un grupo de "yihadistas" turcos, liderados por el Mullah Muhammad Qara, fueron trasladados por militares en autobuses al aeropuerto de Teheran y expulsados del pais cuando pretendían dirigirse a una peregrinación a la tumba del ayatollah Khomeini.
Tambien con el anuncio de prohibición de todos los viajes a Irak, se agregó la sensación de temor de que el régimen se haya visto sacudido por los levantamientos tanto en Irán como en el país vecino.
Ante tal escenario, la primera excusa presentada por Rouhani, fue que el gobierno necesitaba recursos financieros adicionales para proporcionar un paquete de ayuda a 60 millones de personas, alrededor del 70% de la población, que vivían por debajo del umbral de la pobreza. Los supuestos ingresos adicionales del aumento del combustible permitirían al gobierno entregar un subsidio de alrededor de U$D 110,00 al mes a 18 millones de familias pobres. El subtexto era que quienes se oponían al aumento de precios pertenecían al "cómodo y burgués 30% de la población". Sabemos quiénes son esos del 30%", dijo Rouhani. "También sabemos que tienen una buena vida y no se preocupan por los demás".
Algunos dentro del régimen cuestionaron la afirmación de Rouhani. En una reunión del Consejo Superior de la Revolución Cultural Islámica, Rahim-Pour Azghadi, un teórico de la revolución cercano a Khamenei, pidió atacar a Rouhani por “tratar de dividir la ummah en función de los ingresos”. Según los presentes, afirmó que lo que importaba no era “los ingresos de nadie, sino su grado de compromiso con el Islam puro (Muhammadan)”.La reunión terminó en caos cuando Rouhani decidió irse en un ataque de ira.
Al día siguiente, el portavoz de Rouhani, Ali Rabi’i, ofreció una nueva explicación. La decisión de triplicar los precios del combustible se tomó para cumplir con los compromisos de Irán en virtud de los Acuerdos de París sobre el cambio climático."Necesitamos salvar el planeta", dijo. “Para hacer eso tenemos que reducir nuestro consumo actual de combustible de 110 litros a menos de 90 o incluso menos”, dijo. En tanto Khamenei, quien ya había ordenado al gobierno que redujera el consumo de combustible a unos 65 millones de litros, respaldó indirectamente la declaración hecha por Rabi’i. No necesitamos desperdiciar tanto combustible", dijo el Guía Supremo.En otro signo de confusión, el Ministerio de Economía Islámico advirtió contra los “peligros de la hiperinflación” causada por el aumento del precio del combustible. Con la inflación programada para superar el 40% este año, el aumento de los precios del combustible podría complicar seriamente la situación.Sin embargo, el Banco Central de Irán impugnó esa afirmación, diciendo que el aumento de los precios contribuiría a no más de 3.5 a 4% a la tasa de inflación.
En otro signo de confusión, Reza Ardakanian, el Ministro de Agua y Energía, anunció que la decisión de aumentar el precio de la electricidad y el agua se pospuso para el año que viene para evitar que la inflación siga creciendo.
La élite gobernante parece incapaz de ponerse de acuerdo sobre un diagnóstico de la revuelta. Simplemente no sabe con qué amenaza se enfrenta.
La respuesta del régimen ha sido contradictoria. En algunos casos, se usó demasiada fuerza innecesariamente. Por ejemplo, en Shahryar, cerca de Teherán, una fuerza de 2000 hombres provoco enfrentamientos que podrían haberse evitado fácilmente. En otros lugares, Shiraz, por ejemplo, donde la seguridad local rehuyó la represión, las Fuerzas Especiales enviadas desde Teherán llegaron demasiado tarde y tuvieron que luchar para recuperar muchos edificios gubernamentales incautados por los manifestantes.
Las protestas, organizadas y parcialmente coordinadas a través de las redes sociales, incluyeron una serie de innovaciones. Para empezar, se centró en las ciudades medianas y pequeñas. Esto se debe a que el régimen ha organizado su política de seguridad en torno a la suposición de que lo que importa es Teherán y concentró allí a sus aproximadamente 600,000 militares y hombres de seguridad.
Debido a que la política iraní siempre se ha centrado en Teherán, ningún régimen podría sobrevivir sin un control total allí. En la actualidad, la ciudad capital de más de 15 millones de habitantes, necesitaría una fuerza de seguridad de al menos 100,000 para evitar su toma por una fuerza de oposición bien organizada. Cuando el régimen disfrutaba de una base de apoyo popular, podía contar con parte de la población para ayudar a las fuerzas de seguridad oficiales a contrarrestar a los grupos de oposición. Ahora, sin embargo, con la erosión del apoyo popular al régimen, en parte causada por el aumento de las dificultades económicas y la corrupción oficial masiva en todos los ámbitos, el régimen difícilmente puede contar con tal escenario.
Si bien el Ministerio del Interior y la presidencia se hicieron eco de las afirmaciones de que las protestas fueron en gran medida espontáneas y carecían de un liderazgo y una organización, "Seguridad Islámica", dirigida por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria, afirma que el levantamiento fue planeado fuera de Irán y liderado por un hombre identificado y arrestado en Teherán, aunque ninguna autoridad dio el nombre del detenido. También afirma que todos los miembros del "Sabotaje" tenían pasaportes alemanes, turcos y afganos. Sin embargo, el propio Khamenei identificó a la "malvada familia Pahlevi" del difunto Shah y la organización exiliada Muyahedin Khalq (Muyahedines del Pueblo) como instigadores y líderes de la revuelta.
Sin embargo, el Príncipe Heredero Reza Pahlavi, en un mensaje enviado cinco días después de que comenzara el levantamiento, insistió en que si bien respaldaba el levantamiento, no reclamó su liderazgo. En algunos lugares se cantaban consignas a favor de Reza Shah el Grande, el fundador de la dinastía Pahlevi, por ejemplo en Bushehr y Sari, y en Teherán se pintaron paredes con el lema "¿Dónde estás Reza Pahlevi?".
Sin embargo, por lo que se deduce, parece claro que el levantamiento tuvo líderes locales fuertes y bien informados en casi todas partes, pero que careció de un liderazgo nacional general.
En otras palabras, hay una gran ola de descontento popular que podría profundizar y desestabilizar o incluso barrer el sistema actual. Sin embargo, todavía necesita que alguien lo lidere abiertamente.
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