Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, es un izquierdista radical que prometía acabar con las desigualdades pero rehusó pronunciarse sobre la cuestión más importante para el país: el Brexit. Una indefinición que le costó las elecciones y su futuro al frente del partido.
“No lideraré al partido a unas próximas elecciones”, anunció este exsindicalista septuagenario de voz suave y barba blanca.
Sin embargo permanecerá en su puesto mientras se lleva a cabo una “reflexión sobre el resultado de los comicios”, aseguró mientras algunos llamaban a una renuncia inmediata.
Su histórica derrota deja a los laboristas ante la disyuntiva de mantener su línea izquierdista radical, que atrajo a numerosos jóvenes, o volver a la socialdemocracia centrista que defendía Tony Blair.
Euroescéptico de larga data, Corbyn mantuvo durante mucho tiempo la ambigüedad sobre el Brexit.
Aunque, presionado por su partido, tomó finalmente una decisión: si llegaba al poder prometió negociar un nuevo acuerdo de divorcio que mantuviese una estrecha relación con la UE -para proteger empleos y medio ambiente- y someterlo a referéndum junto con la opción de anular el Brexit.
Pero nunca desveló su postura personal sobre la relación con la Unión Europea y anunció que se mantendría “neutral” en la campaña de un segundo referéndum.
Tras años del laborismo centrista de Tony Blair, este hombre que encarna al ala más izquierdista del partido tuvo que luchar para imponer sus ideas.
Elegido líder del partido en 2015, se enfrentó a una parte de su aparato que rehusaba estar dirigido por el que consideraban un rebelde. Un año después de su elección se enfrentó a una moción de censura interna, pero sobrevivió y fue afianzando su autoridad.
Para sorpresa de todos logró 262 diputados en las legislativas anticipadas de 2017, 30 más que dos años antes. Pero según sondeos a boca de urna, Corbyn habría sufrido su peor derrota, perdiendo 71 diputados.
Sus posiciones radicales y su progreso electoral lo convirtieron en ejemplo para partidos de la extrema izquierda europea como el español Podemos o el griego Syriza.
Pero nada le garantiza el éxito ahora: de oratoria aburrida y falto de carisma, es, según las encuestas, el líder opositor más impopular de los últimos 45 años.
(Con información de AFP)
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