La depresión es una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo y, si no se somete a tratamiento, puede conllevar abuso de sustancias, ansiedad y suicidio.
El trastorno depresivo mayor, una forma particular de esta enfermedad, afecta a muchas personas y puede causar una pérdida de interés o placer en actividades que antes procuraban disfrute. También puede traducirse en sentimientos de inutilidad y desequilibrios como dormir demasiado o padecer insomnio, y provocar pensamientos de suicidio.
Hemos tenido ocasión de examinar esta enfermedad en nuestro nuevo estudio, que muestra que vivir en una zona desfavorecida puede ocasionar un trastorno depresivo mayor en los hombres, pero no en las mujeres.
Antes de explicar estas conclusiones es importante ofrecer algo de información de contexto sobre esta enfermedad.
Hay factores que pueden hacer que una persona corra el riesgo de sufrir una depresión mayor. Cuando se diagnostica una enfermedad crónica grave, como la diabetes o el cáncer, ya sea presente o pasada, puede aumentar el riesgo de padecerla. Ocurre lo mismo con las experiencias traumáticas, como el maltrato físico o el abuso sexual, o con el hecho de haber crecido en una familia disfuncional en la que había un alto grado de desavenencias conyugales.
Los elementos mencionados son factores individuales –o circunstancias personales– que pueden afectar negativamente a la salud mental. Y la mayor parte de los estudios sobre la depresión se ha centrado en esos factores personales. Pero hay características que van más allá de lo individual –como las características de las comunidades en las que vivimos– que también pueden tener un efecto profundo en nuestro bienestar mental.
Otros estudios llevados a cabo anteriormente han mostrado que el hecho de vivir en comunidades clasificadas como desfavorecidas puede hacer que los residentes de esas zonas califiquen su salud como subóptima y sufran una muerte prematura.
Con nuestro estudio queríamos averiguar si el hecho de vivir en una zona desfavorecida también puede influir en la salud mental de los hombres y las mujeres, incluso después de tener en cuenta las circunstancias personales. Es decir, una vez tomado en consideración el estatus socioeconómico de las personas (en el caso de nuestro estudio, la educación y la clase social), ¿sigue el entorno residencial de una persona afectando a su salud mental?
Conclusiones del estudio
Para responder a esta pregunta utilizamos los datos de uno de los estudios más antiguos que se llevan a cabo en Gran Bretaña sobre salud, enfermedades crónicas y la manera en que las personas viven su vida: EPIC-Norfolk, una investigación de cohortes a gran escala sobre el cáncer y la alimentación. Este estudio estaba basado en las respuestas de más de 20.000 personas que rellenaron cuestionarios detallados sobre su historial médico y de salud mental.
Los códigos postales de los encuestados se vincularon con el censo para determinar si vivían en comunidades desfavorecidas. Cinco años después de que se midieran los niveles de privación, los participantes rellenaron un cuestionario psicológico para determinar si sufrían un trastorno depresivo mayor. Aplicando técnicas estadísticas, se examinó la asociación entre la zona desfavorecida y la depresión, teniendo en cuenta el historial médico, la educación, la clase social y otros factores importantes.
Nuestro estudio mostró que vivir en una zona desfavorecida afecta a la salud mental, al menos en los hombres. En realidad, constatamos que los hombres que vivían en la mayoría de las zonas desfavorecidas tenían un 51% más de probabilidades de sufrir depresión que los que vivían en zonas no desfavorecidas.
Fue interesante observar que los resultados no alcanzaron relevancia estadística en el caso de las mujeres.
Nuestro estudio no se proponía establecer la razón que podría explicar este hecho, y es preciso llevar a cabo más estudios para encontrar una respuesta. No obstante, es posible que muchos hombres en el Reino Unido y en otros lugares del mundo sigan asumiendo como propia la responsabilidad primaria de proporcionar sustento y apoyo a su familia.
Un estudio reciente ha investigado los riesgos de depresión en los hombres y en las mujeres, y ha revelado que los hombres se ven más afectados por “el fracaso a la hora de desempeñar tareas fundamentales, como los logros laborales que se espera de ellos y el hecho de no proporcionar el sustento adecuado a la familia”.
La investigación muestra que los hombres parecen ser más sensibles que las mujeres a determinados factores de estrés en su entorno, como los relacionados con el trabajo y las finanzas.
Por otra parte, los niveles de depresión de las mujeres se ven más influidos por factores de estrés derivados de las relaciones interpersonales y las redes de contactos sociales de las que forman parte. Factores como la falta de cariño por parte de los padres o la baja satisfacción conyugal, por ejemplo, pueden afectar de manera efectiva a la salud mental de las mujeres.
Hay muchos factores que pueden explicar esta circunstancia, pero en el Reino Unido los hombres son tres veces más propensos a morir por suicidio que las mujeres, por lo que se deben investigar las causas fundamentales que explican por qué sufren los hombres.
Si bien es cierto que las mujeres tienen un riesgo de depresión menor que los hombres en las zonas desfavorecidas, otros estudios muestran que son más propensas a padecer ansiedad, lo cual pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de seguir estudiando desde una perspectiva de género los efectos que el entorno residencial tiene en la salud mental.
Son muchas las personas que viven en situaciones de privación en todo el mundo, y la depresión es una de las principales causas de incapacitación a nivel mundial. Saber cómo afecta a los hombres y a las mujeres la penuria de vivir en un entorno desfavorecido puede ayudar a ofrecer un tratamiento de salud mental más específico, y este logro supone un avance muy valioso.
Por Olivia Remes, Investigadora postdoctoral, Universidad de Cambridge.
Publicado originalmente por The Conversation