Toros con fuego en los cuernos o forzados a saltar al mar: las más insólitas y crueles tradiciones que sobreviven en España a pesar de las protestas

Aunque las organizaciones defensoras de los animales interponen denuncias y hacen campañas para su prohibición, en 2018 se realizaron 18.000 eventos de este tipo que atraen cada vez más turistas

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Imágenes del Concurso de Emboladores del Vall d' Uixo de este año, en el que atan un armazón con fuego a los cuernos de un toro (video cedido por Animal Guardians y la Plataforma La Tortura No Es Cultura)

En la imagen aparece un toro atado a un madero. En los cuernos le han puesto un armazón con dos antorchas prendidas. Un hombre corta con un cuchillo las cuerdas que sujetan al animal que, presa del pánico por las chispas del fuego, se mueve aturdido haciendo sonar las campanillas que le han colgado a modo de collar. Las personas que le rodean corren delante suyo, le tiran de la cola, un joven lanza una botella de agua contra su lomo, otra chica suelta una patada. Hay música de fiesta de fondo y se escucha a un niño preguntar: "¿Lo matan?" .

Esta escena ha sucedido en 2019 en España. El toro embolado (así se conoce a la práctica de colocar al toro dos bolas de fuego en sus astas) es uno de los protagonistas de las fiestas regionales que se celebran cada verano en municipios del levante español como Vall d'Uixó (Castellón), donde ha sido grabado este vídeo que las organizaciones de protección animal La Tortura No Es Cultura y Animal Guardians van a usar como prueba en una denuncia tras observar varias irregularidades.

"No hay mayor sufrimiento para un animal que ponerle fuego. Pedimos que se termine ya con estas prácticas del pasado y que no se involucre a los menores en estos espectáculos horribles. En el video hay menores pese a que el Comité de los Derechos del Niño de la ONU instó el año pasado a España a protegerles de los efectos dañinos de la tauromaquia. Además estamos investigando la posible muerte del animal con una puntilla, una práctica ilegal", dice a Infobae Marta Esteban, directora internacional de Animal Guardians.

En el torneo Toro de la Vega, que se celebra en Tordesillas, el objetivo es matar al animal. El que lo logra, se lleva los testículos y el rabo. (Shutterstock). Hace tres años que esta celebración está prohibida.
En el torneo Toro de la Vega, que se celebra en Tordesillas, el objetivo es matar al animal. El que lo logra, se lleva los testículos y el rabo. (Shutterstock). Hace tres años que esta celebración está prohibida.

Los datos oficiales del Ministerio de Cultura español arrojan que las corridas de toros están en declive desde hace al menos una década (el año pasado se celebraron 1.521 eventos en plazas en sus distintas modalidades, mientras que en 2008 fueron 3.295, más del doble). Sin embargo, los festejos populares en las calles que involucran animales no sólo siguen recibiendo apoyo, sino que van en aumento.

Ambas partes en conflicto, los entusiastas y los detractores, coinciden en que es muy difícil que desaparezcan a corto plazo. Desde el mundo del toro defienden que estas prácticas son parte de la tradición española (las corridas reciben el sobrenombre de "la fiesta nacional") y por eso han de ser respetadas. "La tauromaquia es el regalo cultural de España a la humanidad", decía este año Victorino Martín, presidente de la Fundación del Toro de Lidia.

"Que sea una tradición no significa que sea ético. Por suerte las sociedades reflexionan y cambian, este siglo ha sido el de la concientización con los animales: gracias a nuevos estudios y al impacto de las redes sociales la gente comienza a movilizarse", reflexiona Marta Esteban.

Una de las más célebres (y polémicas) fiestas durante los últimos años ha sido la del Toro de la Vega que se celebra en Tordesillas (Valladolid). Los hombres de este pueblo en el centro de España rodean al animal y lo conducen por las calles del municipio hasta campo abierto. Van a pie o a caballo armados con lanzas. El objetivo es matar al toro. El que lo consigue, un auténtico héroe para sus vecinos, se lleva de premio los testículos y el rabo. Desde hace tres años está prohibida.

El toro enmaromado de Benavente (Zamora), en la que el animal es conducido por varios hombres con una cuerda hasta un matadero para el sacrificio (EFE)
El toro enmaromado de Benavente (Zamora), en la que el animal es conducido por varios hombres con una cuerda hasta un matadero para el sacrificio (EFE)

El punto álgido de las fiestas patronales de Denia (Alicante) en julio es el Bous a la Mar, que consiste en lograr que el toro caiga al mar engañado por los participantes, quienes hacen quiebros al borde de una plataforma en el puerto hasta que el animal se precipita al agua. Aunque sepa nadar, las asociaciones animalistas critican el estrés y las lesiones que puede sufrir.

El Bous al Carrer o Correbous es una variante de los populares encierros de San Fermín en Pamplona que consiste en sacar a los toros a correr a la calle y que tiene gran aceptación en la Comunidad Valenciana y en algunas regiones de Cataluña, donde paradójicamente están prohibidas las corridas de toros desde 2012 por considerarse maltrato animal.

Asociaciones de protección animal como AVATMA (integrada por veterinarios que quieren llamar la atención sobre los sufrimientos del toro en estas prácticas) han identificado efectos como desorientación, estrés, ansiedad, miedo y angustia que les provocan una respiración acelerada, embestidas constantes, sacudidas violenta del rabo, escarbar en el suelo con la pezuña, la apertura desmesurada del globo ocular mostrando la esclerótica, resistencia a moverse o comportamientos de escape, huida o evasión.

Las últimas cifras oficiales muestran que en 2018 se celebraron casi 18.000 festejos de este tipo en regiones de toda España entre las que se encuentran las ya citadas y otras como el Toro de Coria en Cáceres (donde sueltan al toro por las calles hasta que acaba exhausto y se le mata con un disparo de escopeta en la cabeza en la vía pública ante los ojos de todo el pueblo) y el Toro Enmaromado de Benavente (Zamora) que atraviesa el pueblo conducido por varios hombres que le sujetan con una cuerda hasta que llega al matadero y le sacrifican.

El Bous a la mar, en Denia (Alicante) consiste en engañar al toro para que caiga al mar (REUTERS)
El Bous a la mar, en Denia (Alicante) consiste en engañar al toro para que caiga al mar (REUTERS)

Además de la denuncia que ha interpuesto por las irregularidades que ha detectado este año en las fiestas del toro embolado en Castellón, Animal Defenders ha lanzado campañas en contra de las becerradas (toros tiernos de menos de dos años que son toreados en gran parte de los casos por toreros inexpertos, según sus pruebas). La polémica alcanza incluso a los San Fermines de Pamplona, que este año reunieron en julio a más de un millón de asistentes procedentes no sólo de todas partes de España sino del mundo.

"Los turistas extranjeros no saben qué pasa en realidad con los toros que corren por la mañana. Después de acabar agotados, a esos animales se les torea por la tarde en la plaza con todos los instrumentos de tortura que supone una corrida: se les arponea con las banderillas, se les clava la lanza en la espalda y tras 20 minutos de un sufrimiento indescriptible muere de la peor manera, ahogándose en su propia sangre cuando le clavan la espada y sus pulmones se inundan. Quizá si todos supieron la verdad no sería una fiesta tan popular", explica Marta Esteban.

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