Un año, dos meses y 19 días duró el gobierno de Giuseppe Conte. Quedó por debajo del promedio de los últimos diez primeros ministros italianos, que es 2,1 años, y sólo superó a dos de ellos: Giuliano Amato, que gobernó algo más de un año entre 2000 y 2001, y Enrico Letta, que apenas se sostuvo diez meses entre 2013 y 2014.
De principio a fin, el periplo de Conte expuso muchas de las excentricidades del sistema político italiano. Era un profesor de derecho apartidario y desconocido para el gran público cuando Luigi di Maio, líder del inefable Movimiento 5 Estrellas (M5S), lo propuso como primer ministro en caso de ganar las elecciones del 4 de marzo de 2018. Terminó siendo el partido más votado, pero el 32% no le alcanzaba para gobernar en soledad.
Como el M5S es una fuerza antisistema y poco confiable, nadie quería ser su socio en una eventual coalición, y la repetición de los comicios parecía inevitable. Pero luego tres meses de idas y vueltas apareció un aliado impensado: la Liga, el partido populista de derecha liderado por Matteo Salvini, que había sido el tercero más votado, con 17,4 por ciento.
"Se creó una alianza anómala entre un partido derechista, soberanista y antieuropeo como la Liga y una fuerza que difícilmente podría calificarse, pero que ciertamente no es soberanista y es más sensible a demandas progresistas. En esta situación, el conflicto interno en el gobierno era muy alto", dijo a Infobae Michele Sorice, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad LUISS de Roma.
El milanés y Di Maio acordaron que Conte fuera premier, asumieron como viceprimeros ministros y se repartieron los puestos clave del gabinete, como si su peso parlamentario fuera equivalente. Un anticipo de lo que sucedió durante todo el gobierno. A los pocos meses ya era evidente que Salvini era el hombre fuerte —por encima incluso de Conte— y la figura de su socio quedó totalmente eclipsada.
Cuando la Liga consiguió el 34% de los votos en las elecciones legislativas europeas de mayo, duplicando al M5S, el gobierno quedó prácticamente sepultado. Salvini pensó siempre su participación en él como una oportunidad para ganar protagonismo, y lo logró a fuerza de medidas contra la inmigración sin precedentes en Europa Occidental.
Al ver que había alcanzado un apoyo popular suficiente para ser primer ministro, el jefe de la Liga presentó el 10 de agosto una moción de censura contra Conte, esperando su caída y un rápido llamado a elecciones. El Premier renunció este martes, acusando a Salvini de irresponsable por "iniciar una crisis gubernamental por intereses personales y partidarios".
"Las crisis políticas siempre han sido recurrentes a lo largo de nuestra historia republicana. El gabinete de Conte es el 65º en 74 años de democracia, desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto significa que, en promedio, los gobiernos italianos duran generalmente alrededor de un año, y este fue especialmente el caso durante la llamada Primera República Italiana (1948 — 1992). Estructuralmente, esto se debe a que Italia es una república parlamentaria caracterizada por gobiernos multipartidistas y por una alta polarización en el sistema de partidos", explicó Andrea Pritoni, profesor de ciencia política de la Universidad de Turín, consultado por Infobae.
Como el Parlamento que surgió de los comicios del año pasado tiene mandato por otros tres años y medio, el presidente Sergio Mattarella inició el miércoles una ronda de consultas con los principales líderes políticos, en busca de una nueva coalición. Salvini esperaba que nadie alcance la mayoría necesaria para gobernar y que, por ende, el jefe de Estado se viera obligado a llamar a elecciones.
Pero el plan se le complicó. Como no quieren entregarle el poder en bandeja, el M5S y el Partido Democrático (PD), la principal formación opositora —proeuropea y de centroizquierda—, están evaluando formar una alianza. Algo que, en otro momento, era totalmente inimaginable.
"El único partido que quiere elecciones lo antes posible es la Liga de Salvini. Pero no es él quien tiene el control, sino Mattarella. El Presidente quiere estabilidad política y buenas relaciones con la Unión Europea (UE). Ambos objetivos estarían amenazados por nuevos comicios, que bien podrían conducir a un gobierno de extrema derecha, con la Liga y con Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia), que es aún más de extrema derecha. Una forma de evitar este escenario es que se forje una nueva alianza, por ejemplo, la llamada 'coalición Ursula', que lleva el nombre de los tres partidos que apoyaron a Ursula von der Leyen para el cargo de presidenta de la Comisión Europea: el M5S, el PD y Forza Italia, de Silvio Berlusconi", dijo a Infobae Matthijs Bogaards, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Centroeuropea de Budapest.
Los dos escenarios están abiertos, porque no serán fáciles las negociaciones y la posibilidad de que haya que volver a votar este año permanece latente. Pero más allá de cómo se resuelva esta crisis, nada hace pensar que se pueda subsanar el problema de fondo, la fragilidad extrema de los gobiernos italianos.
Inestabilidad sistémica
"La razón subyacente hasta principios de la década de 1990 era que todos los gobiernos eran coaliciones formadas por cuatro o cinco partidos, producto de un sistema electoral altamente proporcional, y había luchas regulares por el poder entre ellos, lo que desencadenaba el colapso y la reconstitución de las alianzas de forma regular, con un primer ministro diferente o con el mismo. Desde entonces se han llevado a cabo reformas para disminuir la cantidad de partidos políticos con representación parlamentaria, pero los referéndums para reducir aún más el número han fracasado en los últimos 15 años", dijo a Infobae Martin Rhodes, director del Centro Europa de la Universidad de Denver.
Sólo dos de los últimos diez gobiernos italianos superaron los tres años de vida. En ambos casos, el premier fue Berlusconi, que se convirtió en el gran protagonista político del país desde que se produjo el estallido del sistema tradicional de partidos, a comienzos de los años 90.
"Después de la agitación que tuvo lugar a principios de la década de 1990, tanto el sistema electoral como el sistema de partidos cambiaron y la competencia electoral se volvió bipolar, con dos coaliciones que se oponían para gobernar el país —dijo Pritoni—. Sin embargo, esa transformación no estuvo acompañada de reformas constitucionales e Italia sigue siendo una democracia consensual. Esto significa que es más probable que los gobiernos sean derrotados por shocks externos, como, por ejemplo, las crisis económicas y financieras de nuestro tiempo".
El último mandato de Berlusconi duró tres años y medio, entre 2008 y 2011. El anterior había estado al borde del lustro, entre 2001 y 2006. En ambos casos, la Liga, entonces liderada por Umberto Bossi, formó parte de la sociedad junto a otras agrupaciones menores. El creciente desprestigio del magnate de los medios por la acumulación de escándalos sexuales y de corrupción parece haber profundizado la fragilidad.
"En los últimos años, además de la fragmentación política, hay que tener en cuenta los diferentes sistemas electorales que se han utilizado. El primero, entre 1994 y 2001, produjo una mayoría predominante, aunque corregida por mecanismos proporcionales, y fue el que permitió alianzas más estables: la coalición conservadora liderada por Berlusconi y la progresista conducida por Romano Prodi (1996 — 1998). El actual sistema, en un marco político fragmentado, ha contribuido a acentuar la inestabilidad", afirmó Sorice.
Si se excluyeran los gobiernos de Il Cavaliere, la duración media de los mandatos italianos durante las últimas dos décadas sería de sólo un año y medio. De todos modos, el promedio de 2,1 al que se llega incluyéndolos sigue muy lejos del resto de los países del oeste europeo.
"El sistema político italiano es inestable debido a varios factores. Uno es la estructuración del sistema de partidos, que es muy débil. Son formaciones no arraigadas, vinculadas principalmente a la figura de un líder que pierde el consenso ante la primera dificultad. Esto está ligado a un cuestionamiento del electorado, que está cada vez más frustrado y que no encuentra respuestas en los gobernantes. Esto explica los resultados fluctuantes de los principales partidos políticos. Tenemos un sistema que no garantiza la gobernabilidad, que desde 1994 está en una transición infinita", sostuvo Nicola Pasini, profesor de ciencia política de la Universidad de Milán, en diálogo con Infobae.
El país que más se le acerca a Italia en inestabilidad es Bélgica, donde en los últimos 20 años gobernaron seis primeros ministros —cuatro menos— por un período medio de 3,4 años. En niveles parecidos están Grecia y Portugal, que tuvieron la misma cantidad de mandatarios, con una extensión de 3,8 y 4 años.
En el otro extremo está Alemania, que tuvo solo dos cancilleres en el mismo período: Gerhard Schröder entre 1998 y 2005, y desde entonces Angela Merkel. En el siguiente escalón están Holanda y Suecia, que tuvieron tres primeros ministros, con una duración promedio de 8,3 y 7,8 años respectivamente.
Escenarios para la crisis actual
"La presente situación política tiene cuatro posibles desenlaces —dijo Sorice—. El primero es el nacimiento de una nueva mayoría, formada por el M5S y el PD. Sería una alianza difícil, teniendo en cuenta el conflicto entre los dos partidos, pero ciertamente más natural y coherente que la que acaba de caer. Una segunda posibilidad es la recomposición de la actual coalición entre la Liga y el M5S con otros ministros y quizás un programa diferente. Sin embargo, parece poco probable. La tercera alternativa es la de un gobierno institucional, que redacte la ley de presupuesto y luego conduzca a las elecciones. Esta es la solución más compleja desde el punto de vista político, porque Mattarella pidió a los partidos que llegaran a una 'solución política' en poco tiempo. La cuarta posibilidad es que se vuelva a votar inmediatamente".
Mattarella se reunió el jueves en el Palazzo del Quirinale con Salvini, Di Maio y Nicola Zingaretti, secretario del PD. El primero insistió en que el único camino posible son las elecciones, pero los otros dos se mostraron dispuestos a discutir la formación de una coalición estable, capaz de completar el mandato del Parlamento, que vence en 2023.
Hasta hace unos meses, tanto Zingaretti como Matteo Renzi, el otro líder del PD —premier entre 2014 y 2016—, descartaban categóricamente coaligarse con el M5S. Pero las circunstancias cambiaron y ahora creen que podría ser un mal menor ante la perspectiva de que Salvini arrase en las urnas y consiga una amplia mayoría si se alía a Forza Italia y a Fratelli d'Italia, el pequeño partido con inclinaciones neofascistas que conduce Giorgia Meloni.
Pero los diálogos con los antisistema no serán sencillos. El principal escollo puede ser Europa. Los democráticos se sienten parte de las instituciones y del establishment europeo contra los cuales pretendían revelarse los seguidores de Beppe Grillo, el comediante que fundó el M5S hace diez años. Sólo van a aceptar una sociedad en la que no se ponga en discusión esa pertenencia, y en la que se revierta la política contra los inmigrantes del gobierno saliente.
"El PD tiene incentivos contradictorios —dijo Pritoni—. Por un lado, la convocatoria de nuevas elecciones significaría probablemente que Salvini y sus aliados formen un nuevo gobierno y el partido quedaría en la oposición durante cinco años. Por otro lado, las encuestas indican que el resultado del PD sería mejor que en 2018, así que Zingaretti tendría la posibilidad de preparar las listas y, con ello, cambiar a la mayoría de los parlamentarios que fueron nombrados por Renzi, el jefe anterior. De esta manera, tendría un control mucho más fuerte del partido. Entonces, si prefiere dar la batalla interna contra Renzi, tendremos elecciones anticipadas. Pero, si Zingaretti considera conveniente formar un gobierno, Salvini perderá y habrá cometido un perfecto suicidio político".
El PD rechazó también darle otra oportunidad a Conte como primer ministro. Entre los candidatos para el puesto se habla de Marta Cartabia, jueza de la Corte Constitucional, y Raffaele Cantone, un respetado ex juez anticorrupción. Si prosperara la primera opción, llegaría una mujer a la jefatura de gobierno por primera vez en la historia italiana.
Pero no está claro si Di Maio hará todas las concesiones que pide su interlocutor, porque se expone a que siga desdibujándose la identidad de su partido, de por sí muy lábil. Claro que, al mismo tiempo, es quien más teme ir a elecciones, ya que podría perder más de la mitad de las bancas que tiene actualmente en el Parlamento.
No hay dudas de que sería un golpe para Salvini la formación de esta coalición. De todos modos, las estadísticas le darían argumentos para no desanimarse tanto en ese caso. Si bien todos los gobiernos italianos duran poco, los de centroizquierda son todavía más cortos que los de centroderecha. Por eso, radicalizando su discurso desde una oposición que probablemente termine hegemonizando, Salvini esperará el derrumbe y, si los antecedentes se repiten, en uno o dos años podría tener su oportunidad.
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