En los estados modernos, el empleo público cada vez responde menos a la imagen tradicional de un burócrata en una oficina sellando formularios. Los ministerios y oficinas gubernamentales se nutren de analistas y especialistas de las más variadas disciplinas que colaboran para que las políticas sean más efectivas y mejor comunicadas a los ciudadanos.
Esta semana estuvo en Buenos Aires Lizzie Mckee, jefa de Ciencias del Comportamiento de la Unidad de Datos Abiertos del Foreign Office (la cancillería británica). Esta experta en psicología forense se ha especializado en los últimos años en el fenómeno de la desinformación y las "fake news" (noticias falsas), buscando maneras de detectarlas con rapidez, prevenir su efecto nocivo y contrarrestarlas con información fidedigna. En una entrevista con Infobae, McKee habló de cuáles son los estados más activos en la producción de campañas de desinformación y cuáles los grupos más vulnerables. También dejó algunas recomendaciones prácticas para evitar caer en su trampa.
-Usted tiene un máster en psicología forense, es una especialista en comportamiento criminal y trabaja para el Foreign Office. No suena como un empleo habitual en una cancillería. ¿Cómo llegó allí y cuál es su trabajo cotidiano?
-Las ciencias del comportamiento son un área creciente en el gobierno británico a partir de que se reconoce el valor que tiene entender el comportamiento humano para el desarrollo de políticas y para la solución de problemas políticos. Muchos departamentos del gobierno británico han abierto su departamento de ciencias del comportamiento. Y eso es lo que hizo la cancillería contratándome a mí un par de años atrás. Mi trabajo se basa en tratar de aplicar la teoría psicológica y la investigación a los problemas del mundo real. Trabajo con un equipo de científicos del comportamiento, científicos de datos y analistas de datos abiertos para ver si podemos utilizar mejor la información y el conocimiento para el desarrollo de la política exterior británica.
– Y en los últimos años se ha enfocado en detectar y contrarrestar las llamadas “fake news” (noticias falsas), campañas de desinformación y mitos instalados en la opinión pública. ¿Por qué?
-Fue cobrando cada vez mayor relevancia el impacto de las “fake news” porque es algo que afecta la conciencia pública, ya sea en el área de salud, como puede ocurrir con el tema de las vacunas, y tiene incidencia en el debate político y los procesos electorales. La preocupación de la cancillería británica es la potencial interferencia de otros estados en los procesos democráticos y cómo podemos detectar la desinformación, si podemos atribuir su origen y asegurar que las poblaciones sean capaces de resistir en este complejo ambiente de desinformación.
-Cuando habla de "otros estados", ¿cuáles son los principales gobiernos o grupos en los que se enfoca para detectar campañas de desinformación? -Tenemos un actitud "agnóstica" se podría decir. Cuando buscamos desinformación no necesariamente la atribuimos a un país específico. Hemos visto que en las elecciones de Estados Unidos, quizás la más famosa de las operaciones de desinformación, el estado ruso estuvo muy activo en tratar de involucrarse en la conversación durante la campaña electoral…
– Todo el mundo habla de Rusia… ¿Es Rusia el principal gobierno que trabaja en campañas de desinformación para influir en elecciones no sólo en Estados Unidos sino también en Europa y otras partes? ¿Ustedes han detectado eso? -Es un riesgo sobre el que nos mantenemos atentos. No son fáciles de detectar, pero el potencial de la interferencia rusa es una preocupación de todo el mundo. No somos el único país que está preocupado por ese riesgo.
– ¿Por qué cree que Rusia pone tanto empeño en estas campañas de desinformación? -Desde la perspectiva psicológica, ya que no soy una experta en Rusia, la gente se dedica a ejercicios de desinformación para confundir a la opinión pública. Lo vimos en el Reino Unido, con el incidente de Salisbury, cuando [el ex agente secreto ruso] Sergei Skripal fue envenenado, hubo un esfuerzo activo para poner sobre la mesa un montón de diferentes narrativas en el debate público para confundir la posibilidad de entendimiento de lo que realmente había ocurrido.
-Además de Rusia, ¿hay otros "grandes jugadores" en este nuevo ecosistema de maquinarias desparramando e intoxicando el ambiente con "fake news"?
– No sé si hay "grandes jugadores", pero sé que, por ejemplo, cuando Twiiter liberó información sobre la Agencia de Investigación de Internet [IRS, una agencia rusa que montó campañas de desinformación en esa red social], junto a toda la información que atribuida a Rusia también publicaron un montón de información que atribuyeron a Irán. He escuchado que China tiene algún tipo de operación similar, con cuentas manejadas desde el Estado, aunque no necesariamente para interferir en la política de otros países.
-De cualquier modo, las campañas de desinformación no son algo nuevo. Siempre existieron como parte de las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, en las disputas entre estados. ¿La diferencia con las de hoy es sólo tecnológica, porque Internet y las redes sociales hacen mucho más fácil la masividad de estas campañas, o hay una diferencia cualitativa también entre las "fake news" de hoy y las de antes? -Es cierto. La propaganda no es algo nuevo. Siempre tuvimos "fake news" de una forma u otra. Pero hay algunas cosas que sí son diferentes: una es la disponibilidad inmediata, el volumen de la información. Porque cuando un evento ocurre, uno de inmediato puede buscarlo en Google, ya no tienes que esperar a un medio impreso. Hay una presión sobre los periodistas en ser rápidos y si alguien logra hacer circular desinformación allí, ya puedes plantar el tono de cómo la gente interpreta un evento en vivo, mientras ocurre. Esto también remueve los límites geográficos de la desinformación porque puedes comunicarlo a gente del otro lado del mundo si quieres. Al mismo tiempo, se ha democratizado la información y cualquiera puede ser el creador o propagador de noticias. Por supuesto que en general esto es algo excelente para la libertad de expresión, pero también lleva el riesgo de ese ambiente más caótico y el potencial para los malos actores de hacer circular información falsa para confundir a otros.
-¿Los principales vehículos para una campaña de "fake news" son las redes sociales, las aplicación de mensajería como WhatsApp o también los medios tradicionales? -Una mezcla. La automatización en las redes sociales lo hace más obvio. Cuando ves una cuenta automatizada en Twitter lanzando mil veces al día un mensaje, es bastante obvio. Muchas veces se hace con objetivos comerciales. Pero eso no significa que los medios tradicionales no publiquen narrativas falsas y ayuden a propagarlas.
-¿Y cuáles son los grupos más vulnerables? ¿Los jóvenes, los ancianos, la gente más pobre o menos educada? ¿O no hay diferencias? -Hay muchos estudios académicos sobre eso. Hay una tendencia a asumir que los jóvenes son particularmente vulnerables, por su activa vida en Internet, que es un ambiente complejo, pero yo diría que eso los hace mejores para navegar el sistema informativo, porque están acostumbrado a informarse a través de las redes sociales….Hay algunos sesgos cognitivos que hacen a la gente mayor más susceptible, como las fallas en los procesos de reconocimiento de fuentes, que cuando envejecemos se vuelven más difíciles. Así que la gente mayor tiene potencialmente un riesgo más alto. Hay investigaciones recientes sobre la manera que la gente comparte información falsa en Facebook. Si bien se hizo en Estados Unidos y habría que ver como se puede trasladar a otras culturas, ha detectado que la gente mayor es más susceptible a compartir información falsa en la web.
-¿Podría compartir con nuestros lectores un breve manual de cómo detectar noticias falsas y no caer en ellas? -Creo que hay algunas reglas de juego que podemos tener en cuenta: chequear la credibilidad de la fuente por ejemplo. Más que confiar en lo que vemos, pensar en si confiamos en el mensajero, si es reputado. ¿Hemos oído antes de ese medio? Si hemos oído de él, ¿era un medio realmente confiable? ¿Cuando lo escuchaste? ¿Te llegó de un amigo de un amigo de un amigo? ¿Viste algo en Facebook la semana pasada y eso hizo que lo creyeras la segunda vez? Hay una obligación de preguntarse por qué algo me suena familiar. Se puede googlear esa información, ver si la podemos corroborar con otra fuente y chequear con uno mismo si elegimos creer en algo sólo porque coincide con lo que pensamos. Mucho del poder de las "fake news" es porque todos sufrimos del sesgo de la confirmación y buscamos cosas que sustenten lo que ya creemos. Por eso tenemos que estar listos para desafiar nuestro punto de vista y estar más abiertos a las visiones alternativas que nos ayudan a crear un mejor ambiente para resistir la desinformación.
-Un problema adicional con las noticias falsas es que el término "fake news" se ha transformado en un commodity y muchos líderes y políticos lo utilizan para descalificar información cierta que los afecta. Entonces ya para la gente es aún más complejo distinguir si cuando alguien le advierte sobre "fake news" en realidad no lo están engañando para que desconfíe de una información verdadera. ¿Cómo hace una persona común no entrenada? ¿Tiene que convertirse en un Sherlock Holmes las 24 horas?
-Claro, es un desafío detectar las "fake news" si los políticos siempre dicen estar comunicando la verdad. Por eso dependemos del periodismo y de la sociedad civil para que ayuden a que la verdad y la precisión prevalezcan. No sólo para la tarea periodística sino para incentivar a la gente a ser más resistente y no necesariamente ser rápido sino certero y abierto a las visiones de otros.
-Alguien que lea esta entrevista podría estar pensando "Creen que soy tan ingenuo para creer que el gobierno británico tiene un equipo para detectar noticias falsas y no lo utiliza para crear sus propias noticias falsas". ¿Hay malos de un lado y buenos del otro, gobiernos que crean noticias falsas y otros que sólo las detectan y no crean las propias? -(Ríe). No, yo no fabrico "fake news"
-Bueno, no usted, pero quizás hay otro equipo que se dedica eso. -No, la verdad es que no apoyamos la creación de “fake news” (ríe). El gobierno británico confía en comunicar la verdad y proveer al público con herramientas para poder hacer lo mismo. La desinformación es fundamentalmente un problema psicológico y mi trabajo es tratar de sumar a ese debate toda la evidencia de qué es lo que hace a la gente más susceptible, qué noticias son más posibles de ser creídas a pesar de no ser verdad y cómo proveer a la gente de las herramientas para navegar mejor un complejo ecosistema de medios.