Los soldados paramilitares marchaban y realizaban ejercicios antidisturbios este viernes en el Centro Deportivo de la Bahía de Shenzhen. Como en los últimos días, se difundieron imágenes de los entrenamientos, en un claro intento de intimidar a las miles de personas que continúan protestando en Hong Kong contra la creciente injerencia de Beijing en sus asuntos.
El estadio de Shenzhen en el que se "ejercitan" los miembros de la Policía Armada Popular China (PAP) se encuentra al otro lado de la frontera acuática que limita con el interior rural de Hong Kong, cerca de un puente. Los medios de comunicación estatales chinos vienen haciendo varias menciones de los ejercicios en Shenzhen.
El Departamento de Estado de Estados Unidos expresó su preocupación el miércoles respecto de la posibilidad de que la PAP pueda ser desplegada a través de la frontera en Hong Kong para disolver las protestas que asolan la ciudad. Por ahora, Beijing no ha hecho más que amenazas, pero ya se encienden las alarmas.
El movimiento prodemocracia hongkonés afronta un fin de semana crucial, para el que convocó nuevas protestas tras los enfrentamientos del martes pasado en el aeropuerto y bajo el fantasma de esta eventual intervención militar china. La megalópolis vive su peor crisis en los últimos veinte años, con manifestaciones casi diarias.
Este movimiento se ha convertido en todo un desafío para el control de Beijing sobre Hong Kong, retrocedido al gigante asiático por el Reino Unido en 1997. Las autoridades chinas endurecieron en los últimos días su posición asimilando las protestas con el "terrorismo" y asegurando que no se quedarán "de brazos cruzados".
El diario nacionalista chino Global Times, publicado en inglés, aseguró este viernes que una eventual intervención armada en Hong Kong no resultaría en una repetición de la masacre de Tiananmen. "El incidente en Hong Kong no será una repetición del incidente político del 4 de junio de 1989", indicó el periódico, aludiendo a un tema tabú en China.
Las manifestaciones, que sacaron a las calles a millones de personas, comenzaron en oposición a un proyecto de ley que habría permitido las extradiciones a China continental. Pero después se transformaron en una protesta más amplia en defensa de las libertades democráticas y contra la influencia de Beijing en el territorio.
Tras no haberse pronunciado sobre esta cuestión durante semanas, lo que hizo que lo acusaran de mantener una posición indulgente respecto al régimen chino, el presidente estadounidense, Donald Trump, dijo el jueves que estaba "preocupado" por el riesgo de una represión violenta, que podría empeorar aún más las relaciones entre China y Estados Unidos, inmersos en una guerra comercial.
Trump también anunció que tenía previsto hablar "pronto" con su homólogo chino Xi Jinping y exigió a Beijing que resolviera "de una forma humana el problema en Hong Kong".
Los manifestantes organizaron para el domingo una gran concentración presentada como "racional y no violenta", con el objetivo de mostrar que el movimiento sigue teniendo un gran respaldo popular pese a los enfrentamientos en el aeropuerto internacional de Hong Kong.
Tras haber expresado sus exigencias de forma pacífica en un primer momento, el martes adoptaron técnicas más agresivas, creando barricadas con los carritos de las maletas para bloquear a los pasajeros en la zona de salidas del aeropuerto. Estas escenas dañaron, en parte, la imagen de un movimiento que gozaba hasta entonces de una gran popularidad. Los medios estatales chinos las utilizaron para exaltar el presunto carácter violento de los movilizados.
La manifestación del domingo fue convocada por el Frente Civil de Derechos Humanos, una organización no violenta que organizó protestas gigantes en junio y julio. "Debería reunir a un millón de personas. El pueblo hongkonés no puede ser vencido", declaró en Facebook la diputada prodemocracia Claudia Mo.
Pero existe el riesgo de enfrentamientos con la policía. También han organizado el sábado concentraciones, prohibidas por las autoridades, en los barrios de Hung Hom y To Kwa Wan, en el sector marítimo de la megalópolis, una zona muy apreciada por los turistas procedentes de China continental.
Aunque las fuerzas de seguridad autorizaron la concentración del domingo, prohibieron desfilar por la calle. Habituales en las últimas semanas, los manifestantes siempre han desobedecido este tipo de prohibiciones y las protestas desembocaron en confrontaciones con la policía.
Con información de Reuters y AFP (Jerome Taylor / Elaine Yu)
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