Las elecciones más grandes de la historia, en las que votaron más de 600 millones de personas entre el 11 de abril y el 19 de mayo, convirtieron a Narendra Modi en uno de los líderes políticos más poderosos del mundo. El Bharatiya Janata Party (BJP, el Partido del Pueblo Indio) consolidó su mayoría en la Lok Sabha —cámara baja del Parlamento— y le garantizó a Modi otros cinco años como un súper primer ministro.
Ese fortalecimiento es clave para entender las temerarias y sorpresivas decisiones que tomó esta semana. Su partido, nacionalista, conservador e hinduista, siempre anheló avanzar sobre Jammu y Cachemira, único estado de mayoría musulmana en el país, y escenario de una larga disputa con Pakistán y, en menor medida, con China. Pero recién ahora se sintió con la fuerza suficiente.
Con un decreto firmado el lunes, Modi revocó el estatus especial que le confería la Constitución para preservar su autonomía y lo degradó de estado a territorio dependiente del gobierno central. Inmediatamente después, el Parlamento aprobó su partición en dos zonas que quedarán bajo control directo de Nueva Delhi: Jammu y Cachemira en el oeste y Ladakh en el este.
"Una de las principales demandas del BJP desde su creación era la derogación del artículo 370 de la Constitución, y el manifiesto del partido en las recientes elecciones prometía hacerlo. Ese artículo otorgaba autonomía a Jammu y Cachemira, pero se titulaba 'temporal'. El partido sostiene que se trataba de una disposición provisoria, que creó un obstáculo para la integración de Jammu y Cachemira al resto de India. En lo que respecta a la división, el objetivo del Gobierno es controlar el separatismo y la militancia armada en la región. Cambiar el estatus de las regiones a territorios de la unión proporcionaría un enorme control a Nueva Delhi sobre sus asuntos", dijo a Infobae Debidatta Aurobinda Mahapatra, profesor de ciencia política de la Universidad Central de Florida y autor del libro Conflict Management in Kashmir ("Gestión de conflictos en Cachemira").
El ahora ex estado es la porción administrada por India del histórico valle de Cachemira. Pakistán, que al igual que India reclama la soberanía sobre la totalidad de la región, controla la Cachemira Azad y los Territorios del Norte, en el noroeste. Por su parte, China ocupa Aksai Chin, en el nordeste.
"Tengo plena fe en que el pueblo de Jammu y Cachemira, después de derrotar al separatismo, avanzará con nuevas esperanzas y aspiraciones", dijo Modi el jueves, en su primer discurso tras la intervención en la región. Su justificación fue la necesidad de derrotar a las organizaciones terroristas y secesionistas que desde hace décadas actúan allí, muchas de ellas con apoyo de Pakistán, según la posición oficial india.
Ambos países formaban parte del Raj Británico, el régimen impuesto por el Imperio Británico en el subcontinente indio. Pero quedaron divididos tras su independencia en 1947. Desde ese momento, el estatus de Cachemira se volvió objeto de disputa y fue el eje de tres guerras entre estas naciones que en la actualidad son potencias nucleares.
Islamabad no tardó en responder a las agrias novedades. Este miércoles anunció la expulsión del embajador indio y la suspensión del comercio bilateral, una medida simbólica por los bajos niveles de intercambio. Además, el gobierno del primer ministro Imran Khan se comprometió a llevar el diferendo ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
"Habrá tres consecuencias importantes —continuó Mahapatra—. En primer lugar, Jammu y Cachemira no tendrá un estatus autónomo y será tratado a la par que otros territorios de la unión. En segundo lugar, como la decisión derogó también al artículo 35 A de la Constitución, que impedía a los ciudadanos indios del resto del país comprar propiedades en la región, ahora podrán establecerse allí los habitantes de cualquier parte. En tercer lugar, todas las leyes aprobadas por el Estado indio serán igualmente aplicables a Jammu y Cachemira, cuyos poderes legislativos no podrán contradecir las normas indias".
La única amenaza más urgente que un recrudecimiento del enfrentamiento con Pakistán es que haya un nuevo brote de violencia interna en Cachemira. No sólo por la acción de algunos de los tantos grupos armados que operan allí. La población civil está en ebullición por lo que siente como una jugada opresiva por parte de Nueva Delhi.
Sobre todo, porque vino de la mano de un bloqueo sin precedentes. Desde el lunes, las comunicaciones están cortadas, los comercios cerrados y las calles prácticamente desiertas, salvo por la omnipresencia de las fuerzas de seguridad.
"Tanto los dirigentes políticos como la población en general de Jammu y Cachemira pueden considerar esta decisión como una imposición, ya que no fue el resultado de ningún proceso participativo de consulta, y todo el Estado se encuentra sometido por una represión total. Las consecuencias inmediatas serán múltiples", anticipó Navnita Chadha Behera, profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Delhi, en diálogo con Infobae.
Ya se produjeron algunas manifestaciones en la ciudad de Srinagar, principal bastión de la resistencia, y al menos una persona murió por la represión. Más de 500 personas fueron arrestadas, entre ellas, activistas, profesores universitarios, comerciantes y hasta empresarios. Todo indica que la lista seguirá engrosándose.
"Me parece muy preocupante que el régimen especial de Cachemira se suprima sin que haya un debate público y un amplio consenso de la región afectada. La experiencia de otros lugares muestra que perder tal estatus es visto como un agravio importante, y parece una amenaza a la seguridad de los afectados. Por lo tanto, esta medida puede conducir a una escalada antes que a la prevención del conflicto o a una negociación", explicó Peter Wallensteen, profesor de investigaciones sobre la paz y el conflicto en la Universidad de Uppsala, Suecia, consultado por Infobae.
Una región con una larga historia de disputas
A contramano de la mayor parte de India, donde ya primaba el hinduismo, el islam empezó a establecerse como religión dominante en Cachemira en el siglo XIV, con el avance de la dinastía Shah Mir. Se consolidó en los siguientes siglos, primero con el dominio del Imperio Mogol y luego con el Imperio Afgano. El proceso se cortó en 1819, con la conquista de los Sij, que trataron de imponer su religión, aunque sin demasiado éxito.
Con la invasión británica se creó en 1846 el estado de Jammu y Cachemira, vasallo del Raj, que se mantuvo durante casi un siglo. Hasta que, tras enfrentar varios años de resistencia pacífica, el Imperio Británico se vio forzado a retirarse.
La Ley de Independencia de la India de 1947 dividió casi todo el territorio en dos estados independientes, el Dominio de Pakistán, con mayoría de musulmanes, y el Dominio de la India, con mayoría de hindúes. Los estados vasallos podían sumarse a uno u otro, pero Hari Singh, el último maharajá de Jammu y Cachemira, optó por la independencia.
La nueva entidad autónoma no terminaba de constituirse cuando enfrentó su primera rebelión, instigada en buena medida por Pakistán. Con el correr de los días, la revuelta se convirtió en una invasión paquistaní. Consciente de que no tenía posibilidades de resistir mucho tiempo, el Maharajá le pidió apoyo militar a India. El poderoso vecino del sur aceptó, pero con la condición de que Jammu y Cachemira queden bajo su control.
India intervino, el alzamiento fue rápidamente derrotado y la región se incorporó a su dominio. Así empezó la guerra indo-pakistaní de 1947, la primera de muchas que vendrían. Tras más de un año de enfrentamientos, se declaró un alto el fuego el 31 de diciembre de 1948 a la noche. Si bien no hubo un ganador claro, Nueva Delhi quedó mejor parado, ya que logró retener dos tercios del territorio cachemir.
La segunda guerra se desató en 1965, cuando Islamabad activó la Operación Gibraltar para infiltrarse en la región y propiciar un nuevo levantamiento. India respondió con un ataque masivo que en sólo 17 días causó varios miles de muertos. Algunos historiadores estiman que en ese conflicto se vio el mayor despliegue de tanques y blindados desde la Segunda Guerra Mundial.
La ONU, Estados Unidos y la Unión Soviética intervinieron para forzar un cese de hostilidades. Una vez más, sin un vencedor absoluto, pero con India mucho más satisfecha que Pakistán.
El último antecedente militar de cierta envergadura es la Guerra de Kargil de 1999, llamada así por el distrito cachemir ubicado cerca de la "línea de control" —frontera de hecho entre las partes que cada país administra—, donde se produjo el estallido. Un grupo insurgente nutrido por fuerzas paquistaníes irregulares protagonizó una rebelión que dio lugar a varios días de combates, que se diluyeron ante la eficacia de la resistencia india y a la presión internacional.
Una apuesta con alcances peligrosos
Más allá de la amenaza siempre latente de un nuevo enfrentamiento bélico entre India y Pakistán, el accionar de los varios grupos armados locales es un desafío en sí mismo, y de primera magnitud. Sin soslayar la influencia decisiva de Islamabad en su proliferación, hay muchos otros factores por los que estas organizaciones se han mostrado muy activas, principalmente desde fines de la década de 1980.
No todos los grupos son iguales. Algunos están más vinculados con fuerzas paquistaníes, y otros menos. Están los que quieren la incorporación al país de la media luna y los que velan por la independencia. Y en los últimos años vienen creciendo los islamistas, con nexos más o menos claros con organizaciones yihadistas.
Uno de los mayores peligros de las medidas impulsadas ahora por Narendra Modi es que crezcan estos movimientos. "En principio, esto alienará aún más a la gran mayoría de los musulmanes que viven en el estado. Ya estaban descontentos con el gobierno indio y esta decisión los llevará a un mayor desencanto. Pakistán, obviamente, tratará de explotar esta tensión, sembrando más discordia entre los musulmanes de Cachemira, lo que conducirá a una mayor violencia política", dijo a Infobae Sumit Ganguly, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Indiana en Bloomington.
La pobreza absoluta en la que vive gran parte de los habitantes, la violencia casi permanente desde hace tanto tiempo y la frustración por sentirse tratados como ciudadanos de segunda, son algunos de los motivos que aprovechan los grupos radicales para reclutar gente. Distintos organismos internacionales y ONGs han denunciado las violaciones a los derechos humanos cometidas por India en la región. Estadísticas difundidas por la Asamblea de Jammu y Cachemira revelaron que más de 47.000 personas murieron por los enfrentamientos y por la represión, y más de 3.000 están desaparecidas.
La intensidad del conflicto había disminuido en los últimos años, como resultado de un débil acercamiento diplomático entre India y Pakistán. Pero la tensión volvió con fuerza el 14 de febrero pasado, cuando un terrorista se inmoló y mató a 41 soldados indios. Nueva Delhi acusó a Islamabad de estar detrás y reaccionó con un bombardeo aéreo sobre un presunto campo de terroristas en suelo paquistaní.
Pakistán respondió con otro ataque aéreo. India le derribó un caza, pero perdió uno de sus aviones en enfrentamientos cerca a la frontera. El piloto terminó siendo capturado. Tras algunas horas en alerta máxima, regresó la calma cuando el gobierno de Khan decidió entregar ileso al piloto. En cualquier caso, la sensación generalizada es que no hace falta mucho para que todo estalle.
"El riesgo es que estos cambios desacrediten a los partidos políticos establecidos en la región, que siempre han defendido que un nuevo pacto político podía y debía ser negociado con el Estado indio, en contraposición con los separatistas, que exigen la secesión. Si esto lleva la política hacia la clandestinidad, el vacío puede ser llenado por aquellos que profesan el camino de la violencia. Por lo tanto, no se puede descartar un nuevo ciclo de militancia armada prolongada, brutal y despiadada. Cachemira parece haber llegado a otra coyuntura crítica, a una encrucijada con un futuro incierto en el mejor de los casos", concluyó Behera.
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