El Reino de Inglaterra conquistó Gales en el siglo XIII, en tiempos de Eduardo I. El 1 de mayo de 1707 se unió al Reino de Escocia y surgió Gran Bretaña. En 1801, tras la fusión con la isla vecina, se formó el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Hasta ahora, la única ruptura en este proceso de agregación se produjo en 1922, tras la guerra de independencia irlandesa, que implicó la escisión de gran parte de la isla y la creación de la República de Irlanda. Así se llegó a la composición actual del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
No hay demasiados casos como este en el mundo. En muchos estados conviven diferentes identidades nacionales, hasta lingüísticas, pero en muy pocos hay cuatro países, que se consideran a sí mismos como tales —de hecho, compiten por separado en la mayoría de los deportes—, pero están unidos bajo un mismo Estado soberano.
Aunque con sobresaltos y conflictos, esto funcionó más o menos bien hasta el 23 de junio de 2016, cuando en un histórico referéndum el 51,9% de los británicos votaron a favor de abandonar la Unión Europea (UE). Esa decisión sumergió al Reino Unido en una crisis sin final a la vista, que más de tres años después se sigue profundizando, y ahora amenaza hasta su propia supervivencia tal como se lo conoce.
La consulta popular expuso las profundas diferencias que hay entre las cuatro naciones. En Inglaterra, el leave (la salida de la UE) se impuso con el 53,4%, pero en Escocia, el remain (la permanencia en la UE) arrasó con el 62 por ciento. En Irlanda del Norte también prevaleció el statu quo, con el 55,8%, pero en Gales ganó la ruptura, con 52,5 por ciento.
El futuro de Escocia, la más claramente europeísta de las cuatro, empezó a estar en duda desde el mismo momento en que se conocieron los resultados. Sobre todo porque el gobierno está en manos de Nicola Sturgeon, del Partido Nacional Escocés (SNP por la sigla en inglés), que aspira a la independencia. Sin embargo, se mantuvo expectante ante la perspectiva de que los diálogos entre la ex primera ministra Theresa May y la UE pudieran concluir con una salida negociada, paulatina y parcial.
Todo cambió el 24 de julio pasado, con la elección de Boris Johnson como primer ministro en lugar de May, que debió renunciar tras el triple rechazo parlamentario a su acuerdo con Bruselas. No sólo es un conservador de línea dura y uno de los grandes voceros del Brexit, sino que asegura preferir un corte abrupto el 31 de octubre, cuando vences el plazo concedido por la UE, antes que aceptar un pacto como el de May.
"El pueblo de Escocia no votó por este gobierno tory, no votó por este nuevo primer ministro, no votó por el Brexit y ciertamente no votó por el catastrófico Brexit sin acuerdo que está planeando Boris Johnson", dijo Sturgeon esta semana antes de reunirse con el ex alcalde de Londres. Nada alentador salió del encuentro.
"No podemos estar seguros del efecto que tendrá el gobierno de Boris Johnson sobre Escocia, pero está claro que es una figura impopular aquí. La líder de los conservadores escoceses ha sido muy crítica del primer ministro durante todo el debate del Brexit y la relación puede ser difícil. Esto puede inclinar la balanza a favor de la independencia, pero las cosas aún no son tan claras", sostuvo Coree Brown Swan, profesora de la Escuela de Ciencia Política y Social de la Universidad de Edimburgo, en diálogo con Infobae.
En sus primeros días como premier, Johnson decidió recorrer los cuatro países del Reino en lugar de las capitales europeas, como muchos esperaban. Es una muestra de que no está interesado en discutir un nuevo tratado con la UE, y de que es consciente del ruido interno que está generando su proyecto político.
La historia muestra que los estados multinacionales como el Reino Unido tienden a romperse cuando el centro impone algún cambio unilateral. Eso es esencialmente lo que está haciendo el gobierno británico
Las reacciones que cosechó no fueron del todo positivas y el viernes recibió una noticia bastante desagradable. En una elección especial por una banca en la Cámara de los Comunes correspondiente al distrito de Brecon y Radnorshire, en Gales, el candidato del Partido Conservador, que tenía el escaño en su poder, perdió contra Jane Dodds, postulante de los europeístas Liberales Demócratas (Lib Dems).
Como consecuencia, los tories quedaron con una mayoría de apenas un solo voto en la cámara. Si, a pesar del evidente rechazo que genera, Johnson insiste en ir hacia un divorcio traumático con Europa para satisfacer a su base electoral, la continuidad del Reino Unido con su fisonomía actual será cada vez más incierta.
"La historia muestra que los estados multinacionales como el Reino Unido tienden a romperse cuando el centro impone algún cambio unilateral en las condiciones de la membresía. Eso es esencialmente lo que está haciendo el gobierno británico", dijo a Infobae Neil McGarvey, profesor de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Strathclyde.
Escocia, en estado de alerta
Después de Inglaterra, es la nación más importante de las cuatro. Tiene una población de 5,4 millones de personas y un PIB de 162.000 millones de dólares. Además, es claramente la que tiene un sentimiento antiinglés más marcado.
Por eso, no llama la atención que sea ahora la que encabece el desafío hacia Londres en este contexto de incertidumbre. De hecho, hay un antecedente de rebelión bastante fresco.
El 18 de septiembre de 2014, realizó un referéndum avalado por el Parlamento británico para decidir su permanencia en el Reino Unido. "¿Debería Escocia ser un país independiente", era la pregunta. Se impuso el "No" con el 55,3%, ante un 44,7% del "Sí", opción impulsada por el SNP. El resultado desencadenó la renuncia del ministro principal Alex Salmond, que fue reemplazado por Sturgeon.
Eso fue dos años antes del plebiscito del Brexit. Todo indica que el resultado sería diferente si se repitiera aquella votación hoy, o después de una salida convulsionada de Europa.
"Es probable que se celebren elecciones generales en el Reino Unido a fin de año, porque el gobierno de Johnson tiene una mayoría muy pequeña —dijo McGarvey—. Seguramente, el SNP haría campaña con una plataforma que prometa un nuevo referéndum independentista, y es muy posible que ganen la mayor parte de los 59 escaños que le corresponden a Escocia en la Cámara de los Comunes. Las encuestas sobre la independencia se han acercado más y ahora están 50 y 50″.
Creo que muchos escoceses se alarmarían si un Brexit sin acuerdo se hace realidad, y habría un renovado interés en un segundo referéndum de independencia
El principal obstáculo para una eventual consulta separatista puede ser la oposición de Johnson, que difícilmente se muestra tan flexible como lo fue David Cameron en 2013. Las diferencias políticas e idiosincrásicas con España son evidentes, pero no se puede descartar de plano que se desate una crisis comparable a la que se vivió allí por la frustrada intentona secesionista de Cataluña.
"Creo que muchos escoceses se alarmarían si un Brexit sin acuerdo se hace realidad, y habría un renovado interés en un segundo referéndum de independencia. Desde el punto de vista jurídico, el gobierno británico tendría que aceptarlo, y no lo hizo a pesar de que hubo en 2017 una moción del Parlamento escocés. Sin embargo, desde una perspectiva democrática, creo que sería difícil para el Reino Unido seguir resistiendo los llamamientos escoceses, especialmente en las circunstancias de un Brexit no negociado. Si miles de escoceses se manifiestan en las calles a favor de un segundo referéndum, Londres quedaría muy mal parado si sigue diciendo que no", explicó Thomas Lundberg, profesor de política de la Universidad de Glasgow, consultado por Infobae.
Incertidumbre en Gales e Irlanda del Norte
Gales, con 3,1 millones de habitantes y un PIB de 75.000 millones de dólares, fue siempre la nación más alineada a Londres. Así lo indican su historia y el resultado favorable al Brexit en 2016.
Pero en los últimos meses está creciendo la preocupación de distintos sectores económicos con la amenaza de un divorcio caótico. Por ejemplo, las ventas de cordero a la UE son una de sus principales fuentes de ingreso, y podrían verse seriamente comprometidas si, tras la separación, les imponen aranceles.
"El apoyo a la independencia en Gales es mucho menor —dijo Brown Swan—. Una encuesta de la BBC a principios de año sugería que se situaba en un 7%, significativamente por debajo de Escocia, incluso en los primeros años del SNP. Sin embargo, un estudio reciente sugirió un aumento del apoyo al Plaid Cymru, el partido nacionalista galés, y la gente parece estar hablando más de Gales".
El triunfo de los Lib Dems fue una señal de que las cosas están cambiando a nivel político. La victoria fue posibles gracias a que el Partido Nacionalista Galés y los Verdes, que son proeuropeos, decidieron no presentar candidatos para favorecer a Jane Dodds. "Es importante trabajar más allá de las divisiones partidarias cuando el futuro de nuestro país está en juego", afirmó Jo Swinson, jefa de los Lib Dems, que insinuó que este tipo de alianzas podrían repetirse en otros lugares.
"El apoyo a la independencia es cada vez mayor en Gales, aunque en estos momentos está apenas en torno al 15%, así que le queda un largo camino por recorrer para acercarse a la mayoría", dijo Lundberg.
Si queda claro que hay un fuerte apoyo a la reunificación, el gobierno británico estaría legalmente obligado por el Acuerdo de Viernes Santo a celebrar un referéndum sobre esta cuestión en Irlanda del Norte
Los temores son aún mayores en Irlanda del Norte. Con 1.871.000 habitantes y un PIB de 45.000 millones de dólares, es el país más chico y convulsionado de los cuatro. La división entre católicos —que se sienten más ligados a Dublín que Londres— y protestantes —que tienden a ser unionistas— llevó a un cruento enfrentamiento que dejó unos 3.500 muertos entre 1969 y 1998. La mayoría por atentados del IRA, que buscaba la reunificación irlandesa por la fuerza, aunque muchos también por los abusos de las fuerzas británicas.
"En el caso de Irlanda del Norte —continuó Lundberg— también existe un fuerte apoyo a la permanencia en la UE, y un Brexit sin acuerdo daría lugar a llamamientos para abandonar el Reino Unido y unirse a la República de Irlanda. Si queda claro que hay un fuerte apoyo a la reunificación, el gobierno británico estaría legalmente obligado por el Acuerdo de Viernes Santo a celebrar un referéndum sobre esta cuestión".
La calma que siguió a los tratados de paz de 1998 tuvo mucho que ver con la apertura total de la frontera entre las dos Irlandas, con la consecuente eliminación de los puestos de control militares y comerciales, y el aumento exponencial de los intercambios. Todo eso fue posible en el marco de la UE, ya que tanto el Reino Unido como la República de Irlanda son miembros.
La salida británica de Europa implicaría un endurecimiento de la frontera y dificultaría enormemente el flujo de personas y de bienes. Por eso, el mayor peligro de un Brexit sin acuerdo es que regrese la violencia.
"La frontera irlandesa ha sido el principal asunto contencioso en torno al Brexit. La Paz de Viernes Santo estableció que no hubiera una separación dura, y el pacto de May con la UE se comprometía a mantener eso. Un escenario de no acuerdo plantea serias dudas sobre si esto sería realizable. Por eso, es posible que las voces nacionalistas irlandesas pidan una votación transfronteriza sobre la unidad irlandesa. Es menos probable que Irlanda del Norte abandone el Reino Unido a que lo haga Escocia, al menos a corto plazo, pero el hecho de que no se llegue a un entendimiento agregaría sin dudas una presión adicional sobre la unión", concluyó McGarvey.
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