¿Está Irán buscando posibles opciones con las cuales redirigir un nuevo diálogo con el "Gran Satán" estadounidense? Los informes relacionados con la República Islámica en las últimas semanas indicarían que "sí" puede ser una respuesta plausible.
El régimen khomeinista ha intentado presionar llevando a cabo una serie de ataques contra petroleros en Fujairah y cerca de la península iraní de Jask. Sus milicias en Irak han disparado varios cohetes contra objetivos relacionados con la presencia de Estados Unidos en ese país.
Al mismo tiempo, los operativos yemeníes de Teherán (la milicia houthi) han disparado varios misiles para aumentar la tensión, pero sin afectar la situación militar general.
Días pasados, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC, por sus siglas en inglés) incautó dos petroleros de bandera británica, liberando uno de ellos después de una demostración de fuerza junto con una severa y fingida advertencia.
Con respecto al petrolero detenido, Teherán ha ofrecido versiones vagas. El presidente del Majlis (parlamento) islámico, Alí Larijani, ha dicho que el petrolero fue capturado en represalia por la detención efectuada los británicos que se apoderaron de un petrolero iraní que intentaba romper las sanciones de la Unión Europea contra Siria. Sin embargo, el portavoz del presidente Hassan Rouhani dice que los dos casos no están relacionados y que el petrolero con bandera inglesa fue capturado por infringir la ley marítima iraní, sin especificar lo que eso significa.
En otro antecedente de su nueva estrategia, Teherán ordenó a Hezbollah en Líbano que "refuerce" sus posiciones cerca de las líneas del alto el fuego con Israel tanto en Líbano como en Siria. Además, dos semanas atrás, Ali Khamenei, el "Guía Supremo" del régimen, recibió una delegación de alto rango del grupo terrorista Hamas, el brazo palestino de la Hermandad Musulmana para evocar la posibilidad de, algún día, rezar juntos en la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén. También aseguró a los líderes de Hamas que, a pesar de los problemas de flujo de efectivo de Irán causados por las sanciones estadounidenses, el apoyo financiero de Teherán al grupo continuará.
También, y para reforzar la impresión de que las sanciones estadounidenses no han obligado a Teherán a modificar su comportamiento como lo exige la administración Trump, el Ministerio de Seguridad Islámico emitió una noticia sumamente sensacionalista de que había "destrozado" una red de agentes de la CIA infiltrada en las estructuras del gobierno de la República Islámica y en el sector privado iraní.
Inicialmente, el ministerio habló de una red supuestamente controlada por la CIA desde un lugar desconocido. También afirmó que la "red" era parte de los nuevos esfuerzos de Gina Haspel, nombrada como Directora de la CIA por el presidente Donald Trump. Según la versión de los khomeinistas, los agentes de la "red" habían recibido capacitación de alto nivel en técnicas de espionaje y estaban equipados con la tecnología "más avanzada" para transmitir información. Sin embargo, en informes posteriores, el ministerio insistió en que los 17 "agentes" actuaron individualmente y no tuvieron absolutamente ningún contacto entre ellos, por lo tanto, no podían considerarse como una "red". Más importante aún, el ministerio afirmó que la mayoría de los "agentes" habían sido "reclutados" por la CIA con promesas de visas y permisos de trabajo en EEUU.
En otras palabras, no podrían haber sido espías altamente entrenados bajo ningún aspecto. Peor aún, el ministerio, olvidando su afirmación inicial, afirmó que los agentes habían sido reclutados hace seis años, mucho antes de que Trump estuviera en la Casa Blanca y Haspel en Langley.
Por tanto, las 17 personas involucradas podrían considerarse rehenes, que se sumarían a los 41 rehenes extranjeros que la República Islámica ya posee.
Es claro que la nueva estrategia de Teherán es mostrar una posición más dura, de allí los ataques a petroleros y otros objetivos blandos, las gesticulaciones de Hezbollah y Hamas, y la toma de más rehenes es la nueva táctica del esquema en el que Teherán está trabajando esa nueva estrategia en un intento desesperado para aparecer listo a entrar en "conversaciones constructivas".
En esa estrategia está trabajando Mohammad Javad Zarif, ministro de Relaciones Exteriores en foros, agencias de noticias y televisiones occidentales. Al pasar por Nueva York, en su gira reciente, que incluyo Bolivia, Nicaragua y Venezuela, Zarif se reunió con el senador republicano Paul Rand para ratificar sus dichos de una reunión que había mantenido con la senadora demócrata Diane Feinstein.
Según pudo confirmar Infobae, Zarif también sostuvo dos largas reuniones con dos empresarios estadounidenses "interesados en los asuntos iraníes". Por lo que no es inexacto deducir que todos los que se reunieron con Zarif deben haber obtenido al menos el asentimiento y un guiño de la Casa Blanca para que eso suceda.
Teherán ya está cumpliendo con varias de las demandas expuestas por el Secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, en su famosa consideración de los 12 puntos. En Nueva York, Zarif agregó la promesa de abordar otra demanda casi inédita: que el llamado "acuerdo nuclear" se reformule para que los límites al programa nuclear de Irán sean permanentes en lugar de limitarse a 10, 15 o 25 años. Washington cree que eso podría hacerse, al menos en parte, mediante la firma de Protocolos Adicionales del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), algo que la República Islámica había prometido hacer durante la presidencia de Obama, pero no hizo. El juego de Teherán se basa en una estrategia que en su tiempo los franceses han llamado "ahogar al pez".
Al crear o resaltar numerosos problemas, Teherán evitaría dar la impresión de una rendición humillante y abyecta. Algunos rehenes podrían ser liberados como señal de buena voluntad. El buque británico confiscado podría ser devuelto como parte de las medidas para fomentar la confianza de las partes. Los supuestos espías de la CIA podrían beneficiarse con la clemencia del régimen en lugar de ser ejecutados sumariamente.
Las sanciones de los Estados Unidos están colocando a la República Islámica bajo un grado de presión que nunca había conocido. Es por eso que Khamenei está listo para hacer lo que le está aconsejando Zarif, y posiblemente lo haga siempre que pueda salvar un mínimo de la imagen de su desgajado régimen. Su objetivo principal en este momento es sobrevivir al duro momento creado por Trump para su gobierno. Eso podría hacerse si se le permite vender un millón de barriles de petróleo al día para financiar sus proyectos favoritos en el país y el extranjero.
Sin embargo, ¿tendrá Trump la tentación de declarar la victoria y dejar que la República Islámica se libere del estrangulamiento al que la sometió con sus últimas sanciones justo en un momento en que se tambalea bajo presión?
Seguramente la respuesta se conocerá durante el mes de agosto e incluso antes de la primera quincena de septiembre cuando expiren las exenciones emitidas por Trump a siete naciones para la cooperación nuclear con la República Islámica. Si Trump se niega a renovar las exenciones, demostraría que no está conforme en aceptar una victoria parcial. Al mismo tiempo, haría imposible que Irán cumpla plenamente con el moribundo "acuerdo nuclear".
En pocas semanas llegará la cumbre del G7 en Francia, donde los EEUU y sus aliados más estrechos tendrán que decidir si vuelven a liberar a la República Islámica, y a cambio de qué tipo de concesiones parciales. Esta oportunidad pudiera ser la última ficha por jugar para el régimen khomeinista que, de no aprovechar lo que le brindaría el G7, comprometerá no solo su continuidad sino el destino de la Revolución Islámica que lo colocó en el poder cuatro décadas atrás.