Tardó tres años más de lo previsto, pero finalmente llegó el día. Boris Johnson, que había declinado sorpresivamente sus aspiraciones a ser primer ministro tras el referéndum de 2016 —en el que una exigua mayoría de británicos votó a favor del Brexit—, fue confirmado este martes como nuevo líder del Partido Conservador. Como los tories tienen mayoría en el Parlamento junto al Partido Unionista de Irlanda del Norte, será ungido este miércoles como jefe del gobierno británico por la reina Isabel II.
La elección de Johnson se produce 46 días después de la renuncia de Theresa May, forzada por su imposibilidad de concretar la salida de la Unión Europea (UE), estipulada originalmente para el 29 de marzo, luego para el 12 de abril y finalmente para el 31 de octubre. En el camino, el proyecto de divorcio que había acordado con Bruselas fue rechazado tres veces por el Parlamento.
El proceso para definir al reemplazante de May comenzó el 10 de junio, cuando diez dirigentes conservadores anunciaron su candidatura. En esa primera etapa, los electores fueron los 313 legisladores del partido en la Cámara de los Comunes. Tras sucesivas rondas de votación en las que fueron descartados quienes recibían menos apoyo, sólo dos quedaron en pie: Johnson y Jeremy Hunt, actual secretario de Relaciones Exteriores.
Entre el 22 de junio y el 22 de julio, los 160.000 afiliados de la fuerza enviaron sus sufragios por correo. Un universo que representa el 0,2% de la población británica, y que es particularmente sesgado: el 56% tienen más de 56 años —apenas el 28% tiene menos de 46— y en su mayoría son varones de clase alta y media alta. Johnson se impuso por 92.153 votos contra 46.656 de su rival.
El ex alcalde de Londres y primer secretario de Relaciones Exteriores de May hasta su renuncia en disidencia con el pacto con la UE, tendrá ahora el enorme desafío de encontrar la fórmula para conseguir lo que parece imposible: un acuerdo que sea aceptado al mismo tiempo por los líderes europeos y por la Cámara de los Comunes. De actitud chocarrera, siempre dispuesto a hacer el ridículo como una hábil estrategia para captar la atención de los medios, y cultor de una retórica populista de derecha, fue uno de los abanderados del Brexit en el referéndum de 2016. Así que nada más lógico que sea él quien deba encontrar una salida a este tortuoso proceso.
La construcción de un liderazgo bufonesco y divisivo
"Veo a Johnson como un populista, aunque no tan extremo como Donald Trump", sostuvo Stephen Elstub, profesor de política británica de la Universidad de Newcastle, en diálogo con Infobae. "Se ha comprometido a recortar los impuestos y a alcanzar 0% neto de emisiones de carbono, apoya los derechos de los LGBTI y quiere construir más casas. Pero es más pragmático que ideológico. En muchas cuestiones de política, simplemente no ha tomado una posición. Creo que esto se relaciona con su estilo populista".
Alexander Boris de Pfeffel Johnson nació en 1964 en Nueva York, donde vivía su familia porque su padre estaba estudiando en la Universidad de Columbia. Residió allí hasta los cinco años, cuando regresó al Reino Unido. En 2016 renunció a la ciudadanía estadounidense luego de que le exigieran el pago de impuestos por la venta de una propiedad.
A pesar de su impronta chabacana, está muy lejos de ser una persona poco cultivada. Estudió literatura y filosofía clásica en el Balliol College de la Universidad de Oxford y fue presidente de Oxford Union, uno de los clubes de debate más prestigiosos del mundo. Allí adquirió sus primeras armas políticas, si bien entraría de lleno en ese mundo muchos años después.
Su profesión de base es el periodismo. Empezó trabajando en The Times, de donde fue despedido a poco de comenzar luego de que descubrieran que había inventado una cita en un artículo. Las transgresiones son una marca personal.
Luego ingresó The Daily Telegraph, donde se hizo un nombre como corresponsal en Bruselas. Así empezó su relación con el euroescepticismo. Sus notas contra la UE, en las que se burlaba de sus vericuetos burocráticos, se convirtieron en un consumo de culto para una parte del público conservador británico. También eran muy cuestionadas, ya que no siempre eran del todo precisas.
En 1999 lo designaron editor de The Spectator, la revista semanal del Telegraph. En 2005, tras la venta de la publicación, se alejó del medio y del periodismo. A esa altura, ya era un político de tiempo completo. Desde 2001 era miembro de la Cámara de los Comunes, tras ganar el escaño correspondiente al distrito de Henley, en el condado de Suffolk.
Los escándalos en los que se mezclan su vida privada y la pública lo acompañaron durante toda su carrera. En 2004, lo expulsaron de su puesto como ministro de Artes "en la sombra" —nombre con el que se conoce en el Reino Unido al gabinete que nombra la oposición para discutir las políticas del oficialismo— luego de que se confirmara que mintió al negar públicamente un romance con Petronella Wyatt, una periodista de The Spectator. La madre de la mujer contó que había quedado embarazada y que se había hecho un aborto. En ese momento estaba casado con Marina Wheeler, con quien tuvo cuatro hijos.
Semanas atrás fue noticia por otro escándalo privado del que, como hizo siempre, se negó a dar explicaciones. La Policía acudió en medio de la noche a la casa en la que vive con Carrie Symonds, su novia de 31 años, alertada por vecinos que se preocuparon al escuchar gritos y golpes. Como ella dijo estar bien y los agentes no encontraron nada fuera de lo común, se retiraron sin realizar ningún procedimiento.
Se podría comparar a Johnson con Trump. Es ligero en los detalles de la política, incluso en el posicionamiento ideológico. Al igual que Trump, excita a su base de una manera que les cuesta mucho a los políticos más convencionales
Pero el particular magnetismo de su personalidad le permite salir airoso de situaciones que enterrarían la carrera de cualquier otro político. En 2008, sólo cuatro años después del affaire que lo había puesto en serios problemas, fue elegido alcalde de Londres. Esa fue la plataforma que lo lanzó al centro de la política británica. Generalmente, gracias a sus payasadas (ver video).
"Johnson es difícil de predecir y creo que hará cosas que maximicen el voto. Pero hasta ahora ha sido muy limitado en términos de compromisos políticos específicos. Es más bien populista y, hasta cierto punto, un dirigente sin principios", dijo a Infobae Martin Smith, director del Departamento de Política de la Universidad de York.
En 2012 fue reelecto y estuvo al frente de la ciudad durante la realización de los Juegos Olímpicos, que le dieron la oportunidad de lucirse, porque fueron considerados un éxito. Tres años después, decidido a lanzar su carrera para ser primer ministro, volvió a competir por una banca en la Cámara de los Comunes.
El quiebre en su carrera se produjo en 2016, con el referéndum convocado por David Cameron para votar sobre la continuidad del Reino Unido en la UE. Si bien sus críticas a la unión eran muy conocidas, en más de una ocasión se había manifestado a favor de la pertenencia británica al bloque. Sin embargo, vio que había un terreno para explotar haciendo campaña por el Brexit, y no se equivocó. Se convirtió en el principal vocero de la salida en el Partido Conservador, y fue considerado uno de los grandes ganadores de la consulta popular.
Cuando Cameron, que había hecho campaña por la continuidad, presentó su renuncia, era el candidato natural a sucederlo. No obstante, prefirió dar un paso al costado. ¿Imaginó que quien asumiera en esas condiciones tenía mucho más para perder que para ganar? Posiblemente. Al menos eso es lo que le ocurrió a la elegida, Theresa May. Johnson fue su primer secretario de Relaciones Exteriores, pero renunció luego de que ella anunciara el plan que había acordado con Bruselas, por considerarlo una suerte de rendición inaceptable.
"Se podría comparar a Johnson con Trump. Es ligero en los detalles de la política, incluso en el posicionamiento ideológico. Fue alcalde de Londres durante ocho años y llegó tarde para anunciar su posición sobre el Brexit durante la campaña. Al igual que Trump, excita a su base de una manera que les cuesta mucho a los políticos más convencionales. Una ventaja considerable en una elección en la que deciden los miembros del Partido Conservador", dijo a Infobae Sam Power, profesor de política de la Universidad de Exeter.
Johnson pasó los últimos días de campaña siendo fiel a su estilo. En un acto sorprendió a la concurrencia al sacudir un arenque ahumado arriba del escenario para denunciar que supuestas regulaciones de la UE obligaban a los productores británicos a exportar el producto con hielo, y que eso estaba arruinándolos. Bruselas lo desmintió al día siguiente: es una legislación británica, no europea, la que determina en qué condiciones debe ser transportado el arenque. Poco le importó: ya había logrado causar el efecto que buscaba.
"Uno de los momentos más memorables del debate televisado en ITV fue cuando Jeremy Hunt acusó a Johnson de 'vender optimismo' —continuó Power—, a lo que Johnson respondió: 'Creo que necesitamos un poco de optimismo'. Para mí, esa fue una muestra de la diferencia primaria entre los dos candidatos".
El futuro del Brexit
"Johnson adoptó una postura dura en cuanto a abandonar la UE el 31 de octubre, e incluso está considerando la posibilidad de suspender el Parlamento para evitar que los legisladores voten retrasar el Brexit de nuevo", afirmó Toby Greene, investigador Marie Curie de la Universidad Queen Mary de Londres, en diálogo con Infobae.
A diferencia de Hunt, que estaba dispuesto a aceptar una extensión de los plazos en busca de alguna solución intermedia, Johnson se mostró tajante durante la campaña y juró que el 31 de octubre el Reino Unido se irá con o sin acuerdo. Esa postura inquieta a buena parte de la dirigencia política, que es consciente de que las consecuencias económicas de una salida abrupta podrían ser catastróficas.
Por eso, la Cámara de los Comunes aprobó la semana pasada una resolución que parece destinada a evitar una eventual maniobra de suspensión por parte del nuevo líder conservador. La enmienda, sancionada el jueves por 315 votos a favor y 274 en contra, estableció que el Parlamento debe permanecer sesionando en octubre para discutir legislación concerniente a Irlanda del Norte.
Más allá de este artilugio impulsado por tories rebeldes para frustrar un eventual intento de ruptura sin acuerdo por parte del primer ministro, el estatus norirlandés es el tema más sensible de todas las discusiones en torno al Brexit. Tanto Johnson como la gran mayoría de los conservadores rechazan el llamado backstop, la solución acordada por May y la UE para impedir que se desestabilice la isla vecina a Gran Bretaña, que vivió durante varias décadas un conflicto armado. Es una salvaguarda que mantendría a Irlanda del Norte bajo las reglas del mercado único europeo y a todo el Reino Unido en una unión aduanera con Europa por el tiempo que duren las negociaciones entre Londres y Bruselas. Así buscan evitar la imposición de una frontera dura entre Belfast y Dublín.
Puede que Johnson asegure cambios completamente superficiales en el acuerdo, pero el simple hecho de que sea vendido por alguien que hizo campaña a favor del Brexit podría presentarlo como algo nuevo
"En mi opinión —dijo Elstub—, Johnson no tiene muchas posibilidades de negociar con la UE un acuerdo sustancialmente diferente al que consiguió May. Es posible que los negociadores de la UE hagan alguna concesión, con la esperanza de que lo ayude a conseguir que el pacto sea votado en el Parlamento. Pero no los veo concediendo el backstop, que es la cuestión clave que muchos legisladores conservadores quieren resolver antes de votar a favor. Los estados europeos seguirán apoyando a Irlanda y no creo que Dublín acepte un entendimiento sin el backstop".
Esta encerrona promete prolongar idefinidamente el punto muerto en el que está el proceso desde el año pasado, porque no parece posible encontrar un pacto que pueda ser apoyado por la UE y por la mayoría del Parlamento británico. Esto podría conducir a dos caminos alternativos: un Brexit sin acuerdo —a lo que también se niegan lo legisladores— o nuevas elecciones generales.
"Asumiendo que la posición del Parlamento permanezca igual, ya que bloquea cualquier resultado posible, la posibilidad es que haya una elección rápida que busque aprovechar la popularidad del nuevo primer ministro. Si las encuestas son correctas, esto podría significar una victoria de los conservadores lo suficientemente amplia como para hacer que se apruebe un Brexit sin acuerdo o un nuevo pacto May II. Sin embargo, una victoria no es segura y, en cualquier caso, generaría problemas con las regiones en las que se impuso la permanencia en el referéndum de 2016, como Irlanda del Norte y Escocia", explicó David S. Bell, profesor emérito de la Escuela de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Leeds, consultado por Infobae.
El único camino alternativo que se vislumbra es que Johnson, gracias a su carisma y a la ascendencia que tiene sobre el ala más radicalizada del Partido Conservador, logre lo que parece imposible: que el Parlamento apruebe lo que le negó tres veces a May.
"Puede ser que Johnson asegure cambios completamente superficiales en el acuerdo, pero el simple hecho de que sea vendido por alguien que hizo campaña a favor del Brexit, y que fue elegido con el apoyo del ala dura de los brexiters, podría presentarlo como algo nuevo, aunque en el fondo sea simplemente el de May con otro envoltorio. El hecho de que Johnson sea el vendedor puede habilitar a muchos legisladores a votar a favor. A veces, la política se trata realmente de cómo se vende algo, no de qué es ese algo. En estos casos, el Diablo no está en los detalles", concluyó Power.
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