Existe en el noreste de París un barrio popular llamado Belleville. Una zona que adoran los jóvenes y los cosmopolitas de la capital, pero que los franceses más conservadores tratan de evitar. Allí vive Claudio Pulgar, chileno y miembro del colectivo "Droit à la Belle Ville" (Derecho a una Ciudad Bella). "Soy habitante de Belleville desde hace varios años, es un barrio que recibe históricamente a muchos inmigrantes", cuenta este activista, que dice luchar para que "París sea habitada por seres comunes y corrientes".
Según el Instituto francés de Planificacion Urbana y Desarrollo, que publicó en junio un informe sobre la gentrificación, los precios de la vivienda en París han aumentado en un 50% en los últimos diez años. Belleville es un símbolo de este fenómeno. "Se trata de expulsar a las clases populares de un territorio para instalar a clases altas", explica Claudio Pulgar. "Es el resultado de intereses de particulares, del sector inmobiliario, de la construcción y del sector financiero. Grupos financieros compran edificios completos para que cada título de propiedad entre en la bolsa de valores", dice.
A esta especulación se suman las cifras de Airbnb, en la ciudad del mundo que cuenta con el mayor número de turistas. "En concreto, hay 20.000 viviendas menos para alquilar porque ahora están en el mercado de Airbnb", insiste el activista.
Agentes gentrificadores
Cada vez nacen en Belleville nuevos cafés, nuevos bares o tiendas cuya clientela es claramente moderna y pudiente. Un neologismo francés que aparece con frecuencia cuando se habla de gentrificación es el término "bo-bó", una contracción de burgués-bohemio que se usa para referirse caricaturescamente a aquellos de entre 20 y 50 años, con buen nivel de consumo y un gusto por lo alternativo y la ecología.
Cuando se le pregunta a Antonio, quien compró un bien hace un año en el barrio, si cree pertenecer a esa categoría de nuevos habitantes, él responde que sí "pero sin los ingresos". Para este joven periodista, cuyo apartamento de 27 metros cuadrados financió con la herencia de sus abuelos, por un precio de alrededor de 9.000 euros el metro cuadrado, su hogar es como una protección. "Es muy posible que cuando llegue a la edad de jubilarme, el sistema de pensiones francés no baste. No voy a tener mucha plata para vivir, entonces al menos no tendré que pagar una renta", explica.
De centro a periferia
Antonio es de los pocos afortunados en haber pagado menos de 10.000 euros el metro cuadrado de su vivienda, porque en la capital francesa existen barrios que superan los 14.000 euros aunque solían ser populares. La calle Montorgueil por ejemplo, en el centro histórico de París, solía ser un vertedero y luego uno de los mercados más baratos. "Hay un café en el que uno podía pedir una sopa de cebolla a un euro, pero todo ha cambiado y se ha vuelto uno de los sectores más turísticos", cuenta Mathilde Caro, investigadora de la Escuela de Altos Estudios de París, quien hace una tesis sobre la gentrificación de ese barrio.
"Un elemento central de la gentrificación es el tema de las apariencias", explica: "Se transforma la imagen que se tiene del barrio. Hay quienes dicen que esta calle es muy 'instagrameable'. Hoy es una de las calles más caras de París."
El aburguesamiento de la región parisina comenzó en el corazón mismo de la ciudad, en barrios como Montorgueil, y luego se fue extendiendo a la periferia. Hoy en día, una ciudad está dando mucho de qué hablar: se llama Pantin, es aledaña a la capital y ya la denominan el "Brooklyn de París".
Françoise y Álvaro son padres. Viven allí desde 2013, en un apartamento dos veces más grande de lo que tenían antes dentro de la capital. "Con mi salario de maestra y el trabajo a tiempo parcial de mi esposo, se volvió imposible vivir en París", recuerda Françoise. "Durante 11 años, dormíamos nosotros en la sala y nuestra hija en la habitación", explica. Ahora la pareja vive cómodamente en un sector muy residencial de Pantin, diferente de lo que había sido la ciudad: un suburbio industrial y pobre.
Políticas públicas
Las estadísticas destacan que en Pantin el 30% de los habitantes vive bajo el umbral de pobreza. La comuna se encuentra de hecho en el departamento más pobre de Francia. Sin embargo, en ciertas zonas, los precios del metro cuadrado nuevo se pueden acercar a los de los barrios más chics de París.
Claudio Pulgar, del colectivo "Droit à la Belle Ville", insiste en que se pueden combatir estas paradojas con medidas públicas de regulación y control, y con la construcción de más vivienda social.
El 1° de julio, las autoridades de París decidieron copiar lo que ocurre en Berlín y limitar a su manera el aumento de los precios de los alquileres. Se fijará para cada barrio de la capital francesa una renta de referencia y los nuevos contratos no podrán firmarse a más del 20% por encima del precio. Una medida que podría también replicarse en otras ciudades francesas.
Nota publicada originalmente en RFI
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