Vladimir Putin ejerce el último periodo que la constitución le permite como presidente de Rusia, y en 2018, al asumir este cuarto mandato (sin contar su tiempo como interino ni sus dos actuaciones como primer ministro), anunció que no buscará continuar en el Kremlin después de 2024. La transición hacia una era post-Putin parece haber comenzado a tomar forma con la promoción política, desde hace tres años, de algunas personas de su mayor confianza: sus ex guardaespaldas.
"La proximidad es poder", sintetizó The Economist un artículo que se centró en Alexei Dyumin, el gobernador de Tula, una importante región industrial al sur de Moscú. Lejos de contar sus éxitos en la gestión, la publicación recordó que, años atrás, Putin dormía cuando un oso llegó hasta la puerta de la casa en la montaña donde se alojaba.
"Era bastante grande", dijo luego Dyumin. "Abrí la puerta y vacié el cargador de mi arma cerca de sus patas". El oso, intimidado por el guardaespaldas de Putin, escapó.
Desde 2016, otros cuatro miembros de la custodia personal del presidente ruso, parte del Servicio Federal de Protección (FSO), asumieron como gobernadores y un quinto se convirtió en titular de la flamante Guardia Nacional. Son relativamente jóvenes (Anton Alikhanov, gobernador del óblast de Kaliningrado, tiene 33 años) y varios ocuparon también puestos de importancia en los ministerios de la capital federal rusa.
Dyumin estuvo en el de Defensa desde 2013 y supuestamente —él lo ha negado, pero casualmente recibió la medalla de Héroe de Rusia de manos de Putin poco después— supervisó la anexión de Crimea en 2014. Desde 2016 es gobernador de Tula. "Algo así como si el mayordomo se hubiera convertido en duque", dijo a The Economist Mark Galeotti, experto en los servicios de seguridad rusos.
Los agentes del FSO acompañan a Putin en los viajes y en su casa, lo cual les permite acceder a la élite rusa. "Dyumin, por ejemplo, era infaltable en el equipo de la Liga de Hockey Nocturno del presidente, un espacio de encuentro informal de importancia, antes de salir a la escena pública", según el texto. Algunos los llaman "la guardia pretoriana"; otros, como Evgeny Minchenko, consultor cercano al Kremlin, prefieren la expresión "mosqueteros".
A diferencia de la mayoría de los guardaespaldas del poder, los miembros del FSO hacen mucho más que detener balas y caminar, adustos y armados, con un auricular visible por su cable. Encuestas de opinión pública, análisis político y hasta la administración de propiedades federales son parte de su métier.
"Tienen por fin proteger las comunicaciones del gobierno, pero esto significa que también tienen acceso a ellas", describió el artículo. "El FSO crea informes de inteligencia para el presidente y opera los Centros de Situación del gobierno. El año pasado Putin encargó al FSO el desarrollo de 'medidas de guerra informativa, detecciones, advertencias y la gestión de consecuencias de ataques informáticos contra los recursos rusos'. También el seguimiento de la implementación de sus últimas políticas sociales y económicas".
La tradición del FSO se remonta al asesinato de Alejandro II —abuelo del último zar, Nicolás II—: su sucesor, Alejandro III, creó un cuerpo de guardia especial. Durante los años soviéticos Stalin lo perfeccionó: su guardaespaldas Nikolai Vlasik participaba en un gran rango de actividades de la política estatal, hasta que perdió el caprichoso favor de su jefe y terminó en el gulag.
Tras la caída de la Unión Soviética, Alexander Korzhakov lo reconstruyó para Boris Yeltsin, y se convirtió en uno de los hombres más poderosos de Moscú. Y luego de Yeltsin, llegó Putin.
También prosperaron económicamente: según una investigación del Proyecto de Investigación sobre Crimen Organizado y Corrupción (OCCRP) y Novaya Gazeta, Oleg Klimentev, ex jefe de la guardia personal presidencial, como su esposa y su hija de 16 años, compraron tierras y propiedades en la zona de Odinstsovsky, en valiosos espacios de Moscú que hasta la década de 1990 habían pertenecido a un sovjós, o granja colectiva.
Expulsados los campesinos, también Dyuman, su padre y uno de sus hermanos accedieron a propiedades en el lugar. En total, el Complejo Gorki-2 vendió 12 hectáreas a una fundación sin fines de lucro, Zarya, fundada tres años antes por importantes agentes del FSO. Las extensiones se subdividieron en 64 hermosas quintas, que también adquirieron a precio económico otros ex guardaespaldas de Putin, como Viktor Zolotov y Oleg Klimentiev, y sus familias.
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