Teodoro Obiang Nguema lideró en 1979 un golpe de Estado contra su tío, Francisco Macías Nguema, el primer líder de Guinea Ecuatorial tras su independencia de España, el 12 de octubre de 1968. En agosto cumplirá 40 años ininterrumpidos en el poder, más que cualquier otro mandatario no monárquico en la actualidad.
Guinea Ecuatorial es una de las 22 dictaduras que hay en África en este momento. Todos, países considerados "no libres" por el índice anual de "Libertad en el mundo" que elabora Freedom House. Otros 22 son "parcialmente libres", regímenes híbridos en los que conviven elementos democráticos con autoritarios. Sólo diez son democracias plenas: Benín, Botswana, Cabo Verde, Ghana, Mauricio, Namibia, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Sudáfrica y Túnez.
Con todas sus limitaciones, el caso sudafricano es de los más destacables. El 8 de mayo celebró elecciones generales en las que fue reelecto Cyril Ramaphosa, del Congreso Nacional Africano. A pesar de la corrupción y de los graves problemas económicos, ya lleva 25 años seguidos de una democracia problemática, pero genuina, que se construyó tras el fin del apartheid.
En lo que va del año se registraron algunos movimientos que hacen pensar que una democratización es posible. La caída de Omar al Bashir en Sudán, tras gobernar brutalmente durante casi 30 años, o la de Abdelaziz Bouteflika en Argelia, después de dos décadas en el poder, son buenos ejemplos. Pero la reacción de las fuerzas que se oponen a esos avances es muy fuerte, y demuestra los grandes obstáculos que enfrentan quienes aspiran a un cambio de régimen en la región.
La persistencia de los dictadores
"La difícil historia del continente africano influye profundamente en su presente. Sabemos, por ejemplo, que los gobiernos coloniales crearon un conjunto de instituciones políticas en las que existían pocos controles sobre el Poder Ejecutivo, y estas instituciones fueron legadas a los gobiernos independientes. También sabemos que los políticos de todo el mundo rara vez están dispuestos a crear controles institucionales a su propio poder y, en cualquier caso, este tipo de mecanismos tardan años en afianzarse", explicó Brett L. Carter, profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad del Sur de California, consultado por Infobae.
Es imposible analizar África sin considerar las características de la colonización europea. La conquista fue mucho más brutal que en otras regiones, porque durante siglos se usó al continente como un criadero de esclavos para vender en distintas partes del mundo. Las instituciones que se crearon luego fueron las mínimas para garantizar a la metrópoli el acceso a recursos naturales.
Por otro lado, no se puede obviar que la gran mayoría de las naciones ganaron su independencia en la década de 1960, hace apenas 50 años. En estas condiciones, no sería esperable el desarrollo de sistemas democráticos a la europea. Por eso, no debería llamar la atención que seis de los diez dictadores que llevan más tiempo en el poder a nivel mundial sean africanos.
Si se computaran sus años como primer ministro, Paul Biya estaría primero por delante de Nguema, con 43 años. Pero, considerando desde que llegó a la presidencia de Camerún, cuando realmente se convirtió en el líder supremo del país, van 36 años. Estudió derecho público y relaciones internacionales en Francia y empezó su carrera pública como burócrata en el primer gobierno postcolonial. Escaló posiciones hasta ser elegido primer ministro en 1975. En 1982 ya era el hombre fuerte del país.
La difícil historia del continente africano influye profundamente en su presente. Los gobiernos coloniales crearon un conjunto de instituciones políticas en las que existían pocos controles sobre el poder ejecutivo
Yoweri Kaguta Museveni lleva 33 años al mando de Uganda. Formó parte del derrocamiento del sanguinario Idi Amin (1971 – 1979) y luego lideró el Ejército de Resistencia Nacional que en 1985 tumbó a sucesor, Milton Obote. Primero gobernó sin llamar a elecciones, hasta que empezó a aceptar ciertas formas de participación opositora muy limitadas.
Idriss Déby está hace 28 años y medio al frente de Chad. Se formó como militar en Francia, donde se graduó de piloto. Participó de la Guerra Civil que terminó con la victoria de Hissène Habré, que gobernó entre 1982 y 1990. Ese año, Déby comandó un movimiento insurgente que derrocó a la terrible dictadura que él había contribuido a consolidar. A diferencia de otros autócratas, aceptó desde un comienzo la participación de distintos partidos, aunque siempre en comicios controlados para asegurarse triunfos holgados.
"La primera razón por la que la democracia no se consolida en África es lo que yo llamo democratización sin liberalización. La mayoría de los países introdujeron sistemas multipartidistas, es decir, la competencia política democratizada, pero sin reformar las instituciones estatales para que se ajustaran a este nuevo modo de hacer política. En consecuencia, las elecciones se celebran regularmente, pero dentro de un marco institucional que sigue siendo en gran medida autoritario. A menos que se reforme el Estado, la consolidación democrática seguirá siendo un espejismo", dijo a Infobae Shadrack Wanjala Nasong'o, profesor de estudios internacionales de la universidad Rhodes College de Memphis.
Isaias Afewerki gobierna Eritrea desde hace 26 años. Se instruyó militarmente en China y lideró el Frente Popular para la Liberación de Eritrea, que en 1991 consiguió la independencia de Etiopía. Es el primer y hasta ahora único presidente del país. Es uno de los pocos que no se preocupa por disimular: no admite ninguna forma de oposición y nunca ha convocado a elecciones.
Denis Sassou-Nguesso lleva 21 años en República del Congo (Brazzaville). Fue un destacado militar que recibió entrenamiento en Argelia y en Francia, y volvió a su país con fuertes ambiciones políticas. Llegó al poder por primera vez en 1979, pero la caída de la Unión Soviética —a la que estaba alineada— lo forzó a irse en 1992. Tras un tiempo en el exilio, volvió para competir en elecciones que terminaron en una guerra civil de la que salió victorioso en 1999.
Democratizaciones frustradas
En los últimos años se produjeron algunos intentos fallidos en África. Los primeros dos, en el marco de la "Primavera Árabe", el movimiento de revueltas que hizo tambalear a muchos dictadores del mundo árabe.
Uno de ellos fue Hosni Mubarak, que tras casi 30 años como un faraón moderno de Egipto, renunció el 11 de febrero de 2011 tras varias semanas de inéditas protestas, que le hicieron perder el apoyo del Ejército. Su posterior arresto y las señales de apertura despertaron las expectativas de millones de personas en el país.
En 2012 Egipto celebró las primeras elecciones libres de su historia. Parecía el comienzo de una nueva era, pero la ilusión duró poco. El islamista Mohamed Morsi ganó el ballotage ante el independiente Ahmed Shafik con el 51% de los votos. A poco de asumir, empezó tomar decisiones marcadamente autoritarias, para desmontar rápidamente el orden anterior y construir uno nuevo, políticoreligioso, con él como líder supremo.
Su intento no prosperó porque en julio de 2013, poco después de cumplir un año en el poder, Morsi fue derrocado por un golpe de Estado liderado por el general Abdel Fatah al Sisi. Los planes islamistas fueron abortados, pero también cualquier idea de democracia. Con notable rapidez, Al Sisi reconstruyó el régimen de Mubarak, pero con él al mando. El 23 de abril pasado consiguió que un "referéndum" lo habilitara a permanecer hasta 2030 en la presidencia.
Las elecciones se celebran regularmente, pero dentro de un marco institucional que sigue siendo en gran medida autoritario. A menos que se reforme el Estado, la consolidación democrática seguirá siendo un espejismo
Lo que revela el caso egipcio, al igual que tantos otros, es que parece ser una constante la decisiva influencia política de las Fuerzas Armadas. "Hay una razón por la que conservan tanto poder en África: a lo largo del período posterior a la independencia, el Estado estaba tan centralizado y monopolizado que la única otra fuente de poder compensatorio eran los militares. De hecho, se convirtieron en el único vector de cambio de régimen a través de golpes de Estado, debido a la falta de institucionalización política y burocrática en el continente", dijo Nasong'o.
El otro que cayó en 2011 fue Muammar Gaddafi, amo absoluto de Libia durante 42 años. Su final fue mucho más violento, porque la determinación de aferrarse al poder sin importar las consecuencias desató una cruenta guerra civil. El 20 de octubre de 2011, rebeldes encontraron a Gaddafi escondido en un tubo de drenaje y lo mataron.
Si bien en 2012 se celebraron elecciones por primera vez en 60 años y se formó un Congreso, nunca logró consolidarse como autoridad política en todo el país. Grandes franjas del territorio están en manos de distintos grupos armados y en el este surgió otra entidad, la Cámara de Representantes, que pretende ocupar su lugar.
El conflicto entre los dos polos escaló en abril, tras la decisión del mariscal Jalifa Haftar, hombre fuerte en la mitad este de Libia, de avanzar sobre Trípoli, la capital, para unificar el gobierno bajo su mando. Haftar, que apoyó el golpe de Gaddafi y perteneció durante muchos años a su círculo de confianza, luego se peleó con él y trató de derrocarlo en numerosas ocasiones. Hoy se mira en el espejo de Al Sisi y busca recrear un orden similar al anterior, pero con él en el centro. En cualquier caso, la democracia parece una quimera.
La caída menos conflictiva fue la de Robert Mugabe, que era mandamás de Zimbabwe desde 1980, pero en noviembre de 2017 fue víctima de un golpe de Estado. Estuvo bajo arresto domiciliario hasta que renunció bajo presión. Su salida no se debió tanto a la presión social como a una decisión del partido gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabwe, que le quitó el apoyo luego de que impulsara como vicepresidente a su esposa, Grace Mugabe.
Lo reemplazó Emmerson Mnangagwa, que había sido su vice hasta pocos días antes. En julio de 2018 se realizaron elecciones y, como se esperaba, ganó Mnangagwa, que ratificó la permanencia del partido en el gobierno, que el año que viene cumplirá cuatro décadas. Las protestas que siguieron al anuncio de los resultados fueron brutalmente reprimidas.
"La elite política no está comprometida con una verdadera democratización como cuestión de principios —continuó Nasong'o—. Dan pasos adelante sólo para aplacar las demandas populares y conservar el apoyo de sus aportantes, pero luego toman medidas para revertir los avances democráticos, a fin de protegerse de sus competidores. Las elites que están en la oposición exigen la democratización como una cuña de apertura para acceder al poder, pero una vez que llegan, paralizan el proceso".
En busca de la democracia
No es fácil identificar las características que distinguen a los pocos países que lograron desarrollar democracias de los que no. Una hipótesis es que tienden a ser más desarrollados. Su Índice de Desarrollo Humano promedio es de 0,628, frente a 0,535 de los autoritarios y 0,492 de los híbridos.
Pero Senegal y Benin, por ejemplo, tienen un desarrollo muy bajo, y eso no les impide ser democráticos. Hay razones económicas y sociales, pero también hay importantes componentes históricos.
"Creo que hay una serie de factores. Los países que han evitado los conflictos étnicos violentos a menudo han sido capaces de construir sistemas más estables e inclusivos, como Benin y Senegal. Las instituciones fuertes, por ejemplo, los partidos políticos, también han sido importantes en países como Ghana. El crecimiento de una clase media más influyente y comprometida con la democracia ha sido significativo en Kenia y Sudáfrica. La ausencia de una intervención militar previa también ha sido valiosa, aunque el haber tenido golpes no es un obstáculo insuperable", sostuvo Nic Cheeseman, profesor de democracia de la Universidad de Birmingham, en diálogo con Infobae.
Argelia y Sudán son dos países que están en un momento crítico de su historia, y de cómo se resuelva la coyuntura actual puede depender el tipo de régimen que se imponga en el futuro. En ambos los dictadores que gobernaban desde hacía muchos años fueron desplazados, pero no está claro que tipo de orden emergerá.
Abdelaziz Buteflika, militar y líder del Frente de Liberación Nacional, llegó a la presidencia argelina en 1999, tras elecciones realizadas en medio de la guerra civil que atravesó el país entre 1992 y 2002, y sin participación opositora. En 2013 sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó en silla de ruedas y prácticamente imposibilitado de ejercer sus funciones. Sin embargo, siguió gobernando sin volver a aparecer en público.
Lo que es notable es que tantos países que han tenido una infraestructura y una riqueza limitadas, y una historia de colonialismo y división social, hayan logrado democratizarse
El 22 de febrero comenzó un movimiento de protesta contra el anuncio de que iría por un quinto mandato. Ya sin apoyo en las altas esferas del régimen, renunció el 2 de abril. No obstante, fue el único en irse. El presidente interino Abdelkader Bensalah, el primer ministro Nureddin Bedui y el general Gaid Salah, que forman la cúpula que maneja el país, eran todos hombres de Buteflika.
Un grupo muy importante de personas sigue en la calle protestando. Reclaman un cambio verdadero, rechazan el llamado a elecciones para el 4 de julio por considerarlo una farsa y piden que haya un proceso electoral genuino y transparente. El desenlace es incierto.
Omar al Bashir, que tomó el poder en Sudán a través de un golpe contra el primer ministro Sadiq al-Mahdi en 1989, fue derrocado por los militares el pasado 11 de abril, tras varias semanas de protestas. Como en Argelia, los manifestantes se dieron cuenta rápidamente de que los generales que lo removieron no tenían ninguna intención de democratizar el país, así que continuaron reclamando.
El régimen pretende crear un Consejo Soberano, que gobernaría por los próximos tres años, y que estaría encabezado por un militar. Ante la presión social, aceptaron sentarse a negociar con los líderes opositores, que exigen que sean civiles quienes dirijan la transición. Ante la ruptura del diálogo, los dirigentes convocaron a una huelga general el martes y el miércoles. El conflicto seguirá.
"Cuando un levantamiento popular ayuda a derrocar a un régimen, como ha ocurrido en Sudán, no existe un mecanismo institucional político-burocrático fácilmente disponible para llenar el vacío —dijo Nasong'o—. En estos casos, el Ejército sigue siendo el único con capacidad para tomar el relevo. En segundo lugar, y quizás lo más importante, el Ejército es una institución muy mimada, como una forma de mantenerlo lo suficientemente satisfecho como para que permanezca en los cuarteles y deje la política en manos de civiles. En vista de ello, siempre que un levantamiento derrota a un régimen, los militares se apresuran a intervenir para asegurar la protección de sus intereses corporativos".
El país que parece marcar el camino que a todos les gustaría seguir es Túnez. Fue el pionero de la Primera Árabe, que terminó con el régimen de Zine El Abidine Ben Ali, que había gobernado durante 24 años. El 23 de octubre de 2011 se celebraron las primeras elecciones libres de la historia, y el 31 de diciembre asumió el primer presidente de la era democrática, Moncef Marzouki.
Túnez empezó a gozar de libertades civiles y políticas impensadas tiempo atrás. Pero la calma no duró mucho. El país fue blanco de atentados terroristas que afectaron severamente al turismo, su principal fuente de ingresos, y la inestabilidad económica es la regla. El año pasado surgieron importantes movimientos sociales que hicieron tambalear al gobierno del primer ministro Youssef Chahed, que respondió reprimiendo.
Pero, a pesar de todos los problemas que tiene, la democracia sigue sobreviviendo en Túnez. Es el único caso de las revueltas árabes de 2011 que puede considerarse medianamente exitoso y muestra que es posible una transición pacífica del autoritarismo a la pluralidad en África.
"En cierto modo, lo que es notable es que tantos países que han tenido una infraestructura y una riqueza limitadas, y una historia de colonialismo y división social, hayan logrado democratizarse. Lo que esto significa es que muchos estados africanos se están democratizando contra todos los pronósticos. Sin tener las condiciones previas ideales, lo lograron de todas formas", concluyó Cheeseman.
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