Que el Reino Unido sea el primer país en ir a las urnas en las elecciones legislativas europeas de esta semana revela la enorme complejidad de este momento histórico en el continente. Se suponía que a esta altura ya no iba a formar parte de la UE y que, por esa razón, no iba a elegir representantes.
Sin embargo, el Brexit resultó ser mucho más difícil de lo que se esperaba y Bruselas debió concederle una prórroga al Reino Unido. Como seguirá formando parte de Europa al menos unos meses más, sus 50 millones de votantes tendrán que elegir este jueves a los 73 eurodiputados que le corresponden por su población.
La británica es una de las delegaciones más grandes del Parlamento de la UE, que cuenta con 751 miembros. Sólo la superan Francia, con 79 representantes, y Alemania, con 96, que votan el domingo 26, como la mayoría de lo países.
No es poco lo que está en juego. Si bien el caos del Brexit hace que ningún partido relevante plantee hoy la salida de la Unión, son cada vez más las fuerzas políticas que apelan a sumar el mayor número de escaños posibles para combatir a las instituciones europeas desde adentro.
Entre las elecciones de 2014 y las actuales se celebraron múltiples votaciones para elegir autoridades nacionales en todos los países de la región. En muchos de ellos se viene registrando un avance sostenido de partidos populistas de extrema derecha, que desempolvaron las banderas nacionalistas y reclaman mayor autonomía para sus estados.
La dinámica en el Parlamento Europeo ya no será entre la izquierda y la derecha, sino entre fuerzas proeuropeas y antieuropeas. Esto será peligroso para la supervivencia de la UE
Los sondeos de opinión coinciden en que estos movimientos van a tener un lugar importante en el próximo Parlamento Europeo, aunque aún está por verse la magnitud del crecimiento. A su proyecto de debilitar los mecanismos de integración regional se opone el de una amplia gama de partidos moderados —de centroizquierda y de centroderecha, liberales y conservadores—, que coinciden en la necesidad de fortalecer a la UE.
"Una primera pregunta es si los eurodiputados antieuropeos serán mayoría o no. No espero que sea así, pero si lo fuera, representaría una crisis política con ramificaciones impredecibles, que podría acabar con el proyecto europeo y marcar el retorno al nacionalismo que ha causado siglos de guerra en Europa. Aunque no obtengan la mayoría, la dinámica en el Parlamento ya no será entre la izquierda y la derecha, sino entre fuerzas proeuropeas y antieuropeas. Esto también será peligroso para la supervivencia de la UE", dijo a Infobae Gerard Roland, profesor de economía y política de la Universidad de California, en Berkeley, especializado en Europa.
Dos modelos contrapuestos
Hasta acá, la UE estuvo siempre gobernada por una coalición de fuerzas centristas. Por un lado, el Partido Popular Europeo (PPE), que nuclea a las principales formaciones de centroderecha del continente. Por otro, el Partido de los Socialistas Europeos (PSE), que reúne a los socialdemócratas. Todo indica que esta alianza ya no será suficiente por sí sola para tener el control de las principales instituciones.
"En la última década nos hemos enfrentado a múltiples y difíciles retos en Europa. En 2008 se produjo la crisis financiera y las consiguientes políticas de rescate y austeridad de Grecia. Para 2015 hemos visto una gran afluencia de refugiados, y no se logró un consenso sobre si se debía acogerlos o no, ni sobre quién debía hacerlo. Creo que hay una sensación general de injusticia social y una solidaridad débil. Muchas personas sienten que han sido excluidas de los grandes cambios sociales en la economía, que una elite les está diciendo qué hacer y los está librando a su suerte mientras pagan la factura del cambio. Y sienten que los partidos dominantes no están tomando en serio sus preocupaciones", sostuvo Isabelle de Coninck, investigadora del Instituto de Gobernanza Pública de la universidad KU Leuven de Bélgica, consultada por Infobae.
Ese malestar acumulado durante mucho tiempo creó las condiciones propicias para la emergencia de líderes y partidos populistas. Rupturistas, sin preocuparse demasiado por la aplicabilidad de sus propuestas, lograron convencer a muchos descontentos con una retórica que atribuye los problemas a elites más preocupadas por acoger inmigrantes que por dar trabajo a su propia población.
"Los antieuropeos son los socialistas y los populares, que han convertido un sueño en una pesadilla, en una prisión. Me siento más proeuropeo que los proeuropeos, siempre y cuando hablemos de una Europa anterior a Maastricht, en la que se hablaba de bienestar y pleno empleo", dijo Matteo Salvini este sábado desde un palco en la céntrica plaza del Duomo, en Milán.
El viceprimer ministro italiano, líder indiscutido del populismo eurófobo, viene trabajando políticamente para unir en la Eurocámara a todos estos partidos que están en auge. Por eso fue el anfitrión del cierre de campaña, al que asistieron Marine Le Pen, líder de la Agrupación Nacional francesa, y el holandés Geert Wilders, del Partido de la Libertad holandés, que concluyó su discurso al grito de "¡basta islam, basta islam!".
Las consecuencias de la crisis económica y de la crisis migratoria han proporcionado un terreno fértil para estos partidos populistas, que podrían capitalizar el fracaso de las fuerzas de izquierda y derecha
En la masiva manifestación milanesa hubo también representantes de Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Dinamarca, Eslovaquia, Estonia, Finlandia y República Checa. La expectativa es crear un bloque parlamentario con 12 formaciones, bautizado Europa de las Naciones y las Libertades (ENL).
"Hay muchas variaciones entre países. En algunos, como Francia o Italia, los partidos de derecha radical son populares en este momento, pero las encuestas no predicen que vayan a ganar en otros, como Dinamarca, por ejemplo. Sin embargo, las consecuencias de la crisis económica y de la crisis migratoria han proporcionado un terreno fértil para estos partidos, que podrían capitalizar el fracaso de las principales fuerzas de izquierda y derecha. Con mensajes claros y sencillos, que vinculan la inmigración a la UE, aprovechan la insatisfacción de ciertos segmentos de la población. Algunos también están desarrollando una agenda económica proteccionista, que atrae los votos de personas que solían optar por los partidos de izquierda", explicó Nathalie Brack, profesora del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas, en diálogo con Infobae.
Para entender este proceso es necesario ir más allá de Europa. Con matices, en casi todo el mundo, especialmente en el desarrollado, se está viendo algo parecido. Los cambios económicos, sociales y culturales de las últimas décadas fueron demasiado dramáticos, y la política tradicional no está pudiendo dar una respuesta convincente a los nuevos desafíos.
"Esto refleja un movimiento mundial de rechazo a la globalización —dijo Roland—: el Brexit, la elección de Donald Trump y el auge de los partidos populistas, son parte del mismo fenómeno. La mayoría de las investigaciones muestran que el apoyo a estos movimientos está relacionado con los efectos de la crisis de 2008. Millones de personas resultaron heridas, perdieron sus trabajos, su casa, lo que ha creado una enorme incertidumbre y ansiedad. Los partidos populistas se han alimentado de esto y han culpado a extranjeros, inmigrantes, refugiados, judíos y minorías. En Europa, esto se ha visto exacerbado por el hecho de que los partidos de centroderecha y centroizquierda han apoyado las políticas de austeridad defendidas por el gobierno alemán".
No obstante, sería erróneo imaginar un triunfo holgado del populismo en toda Europa. En muchos países se espera que obtengan resultados magros, y en otros podría incluso perder parte del territorio ganado. El mejor ejemplo puede ser Austria, donde Heinz-Christian Strache, líder del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria que recientemente logró llegar al gobierno como socio minoritario del canciller Sebastian Kurz, acaba de presentar su dimisión por la difusión de un video en el que acordaba un impúdico intercambio de favores con oligarcas rusos.
"No existe una tendencia general en todos los países de la UE. En algunos, como Francia y el Reino Unido, los partidos populistas de derecha ya tuvieron una buena performance en las anteriores elecciones europeas. En otros, como Dinamarca y Grecia, puede que pierdan en comparación con 2014. Y en otros, como Alemania, es posible que lo verdes avancen más que ellos. El aumento de la derecha radical en el Parlamento Europeo será principalmente consecuencia de los importantes logros que espera obtener La Liga (de Salvini) en Italia", dijo a Infobae Wouter Wolfs, especialista en política europea de la KU Leuven.
Una elección que puede marcar el futuro del bloque
La gran disputa que vendrá después de los comicios es por el nombramiento de las autoridades. Las más importantes son el presidente de la Comisión, que sería el Poder Ejecutivo; el titular del Consejo, que se encarga de moderar las resoluciones que toman los 28 jefes de Estado de la UE en pleno; y el jefe del Banco Central.
El partido con más bancas propone a un candidato para encabezar la Comisión, pero éste debe contar con mayoría para asumir el cargo. El objetivo de máxima de Salvini y del ENL es incidir en el nombramiento de quien sucederá al europeísta Jean-Claude Juncker, enemigo declarado de los populistas.
"Los euroescépticos —dijo Brack— podrían reclamar más posiciones en el Parlamento y tener un impacto directo e indirecto sobre la dirección de algunas políticas, como la concesión de asilos y la inmigración, las inversiones en las fronteras, el comercio, y el grado de soberanía de los estados miembros. Por último, es probable que la cámara esté más fragmentada, lo que hará más difícil encontrar acuerdos. El riesgo es un estancamiento de la integración europea".
Los euroescépticos podrían reclamar más posiciones en el Parlamento y tener un impacto directo e indirecto sobre la dirección de algunas políticas, como la concesión de asilos y la inmigración
Está claro que quedó sepultada la idea de la UE como un bloque en permanente expansión, incorporando nuevos integrantes y ampliando la delegación de facultades de los estados. Pocos se atreven a proponer hoy cosas que habrían sido aceptadas sin demasiada discusión a principios de los 2000. Los europeístas pasaron a la defensiva, y se contentan con que no se reviertan los avances de las últimas décadas.
"Es probable que cada vez sea más difícil llegar a acuerdos. El PPE y el PSE seguirán siendo los grupos más grandes, pero con menos escaños entre los dos. Por lo tanto, estarán bajo la presión de buscar consensos con otras fuerza, especialmente el Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa. La toma de decisiones puede ser más compleja", sostuvo Karl Magnus Johansson, profesor de ciencia política de la Universidad de Södertörn, en diálogo con Infobae.
La esperanza para los partidarios de una Europa más unida está depositada en las divisiones del populismo. Si bien a partir del liderazgo de Salvini y Le Pen están haciendo esfuerzos consistentes por trabajar en conjunto, tienen profundas diferencias y los pactos supranacionales no están en su ADN.
"Además del islam como amenaza para la 'Europa cristiana' y la aversión hacia los inmigrantes y los refugiados, hay poco acuerdo entre ellos —dijo De Coninck—. No parecen tener una idea clara de cómo quieren corregir a la UE. En general, están a favor de debilitar las competencias de sus instituciones y de devolver las principales funciones al nivel nacional. Pero tienen muy pocos planes concretos sobre cómo diseñar una UE que puedan apoyar. Su retórica sigue siendo vacía y vaga, y persisten muchas diferencias. Son una fuerza a tener en cuenta, pero no debemos exagerar su impacto".
Es por eso que, a pesar de todas las razones para pensar que el proyecto europeo puede estar bajo amenaza, algunos analistas creen que los cambios no van a ser abruptos y que la institucionalidad del bloque permanecerá intacta. Al menos por los próximos cinco años, mientras dure el mandato de los eurodiputados que sean electos a partir del jueves.
"No creo que haya ningún efecto negativo a largo plazo", dijo a Infobae Daniel Stockemer, profesor de estudios políticos de la Universidad de Ottawa. "Sin duda, los partidos de extrema derecha tendrán una presencia algo mayor en el Parlamento, pero seguirá estando limitada al 15% de los escaños o menos. Habrá una fuerte mayoría proeuropea y un cordón sanitario alrededor de la extrema derecha", concluyó.
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