"Se fueron hundiendo uno a uno, ante mis ojos", repite sin cesar Ahmed Bilal, un agricultor bangladesí rescatado del naufragio de una embarcación de migrantes entre Libia e Italia, en el que murieron unas sesenta personas.
Después de seis meses de viaje, Ahmed, de 30 años, está exhausto. Pasó tres meses retenido en Libia y ocho horas en el agua helada del mar Mediterráneo hasta que un barco de pescadores tunecinos avistó el naufragio el viernes, a más de 60 kilómetros de las costas de Sfax.
Pero para su primo y su cuñado, de 22 y 26 años, ya es demasiado tarde.
"No puedo parar de llorar", dice Ahmed a la AFP en un refugio de emergencia de la Media Luna Roja en Zarzis, en el sureste de Túnez, donde se encuentran alojados los 16 rescatados desde el viernes por la noche.
Originario de la región de Sylhet, en el noreste de Bangladés, Ahmed, padre de dos niños, cuenta que abandonó su país hace seis meses con otros cuatro hombres de su pueblo.
"Mi familia vendió nuestra tierra, donde cultivábamos arroz una vez al año. Querían tener una mejor vida como las otras familias que tienen a uno de los suyos en Europa", explica.
Un intermediario bangladesí les prometió una vida más fácil, ofreciéndoles ir a Europa por unos 7.000 dólares.
"La gente lo llama 'Good Luck' (Buena suerte), dijo que tendríamos una vida mejor y le creímos", se lamenta.
"Estoy seguro que la mayoría de la gente que envía muere en el camino […] Solo le conocía [de hablarle] por teléfono pero conocí a su hermano en Libia", añade.
Ahmed y los suyos tomaron un avión en Daca con destino a Dubái. De allí partieron a Estambul y al final a Trípoli. Se encontraron con un grupo de 80 bangladesíes, encerrados durante tres meses en una habitación en el oeste de Libia.
"Pensaba ya que iba a morir en Libia, solo teníamos comida una vez al día, a veces menos, había un baño para todo el mundo y solo podíamos lavarnos los dientes. Llorábamos, pedíamos comida todo el tiempo".
"Estuvimos nadando toda la noche"
El jueves por la noche, los traficantes de personas llevaron a un grupo de hombres en barco hasta un bote inflable que sobrecargaron de migrantes, con dirección a Italia.
A bordo de la embarcación había entre 75 y 80 personas, según Ahmed, 90 según otro rescatado egipcio. La mayoría eran bangladesíes, pero también había egipcios, algún marroquí, chadianos, y otros cuyo recuerdo ya casi se ha borrado.
"Empezamos a hundirnos prácticamente al principio, hacía medianoche", recuerda el egipcio, Manzur Mohammed Metwalla, de 21 años. "Estuvimos nadando toda la noche".
"Morían uno a uno, cada minuto perdíamos a uno", insiste Ahmed, que vio morir a sus familiares ante sus ojos.
"Incluso yo estaba abandonando, pero Dios envió a pescadores para salvarnos. Si hubieran llegado diez minutos más tarde, creo que hubiera abandonado", relata.
Un pesquero tunecino, que llegó hacia las 8:00 de la mañana, pudo salvar a 16 bangladesíes, un egipcio y un marroquí.
"Si los pescadores tunecinos no los hubieran visto […], probablemente nunca hubiéramos sabido de este naufragio", señala Mongi Slim, un responsable de la Media Luna Roja en el sur de Túnez.
El drama tuvo lugar en un momento en el que los barcos de la operación europea Sophia contra los traficantes de personas se retiraron del este del Mediterráneo, y la mayoría de los barcos de organizaciones humanitarias tienen dificultades para acceder.
Los supervivientes tienen 60 días para decidir si quieren volver a sus países, pedir asilo a través del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, o quedarse por su cuenta en Túnez, país que no cuenta con leyes sobre el asilo.
"Hemos perdido mucho […], seguimos queriendo ir a Europa, para ganar bastante dinero y regresar", explica Ahmed. "Pero no quiero volver al mar", concluye.
Con información de AFP
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