Tres iglesias católicas y tres hoteles de lujo fueron blanco de una serie de ataques suicidas simultáneos el pasado domingo en Sri Lanka. El objetivo de los terroristas estuvo claro: dar un golpe a la minoría cristiana y a los países occidentales.
El saldo de los atentado fue de 253 muertos —39 de ellos extranjeros— y más de 500 heridos. Las autoridades sostienen que nueve atacantes se inmolaron, y acusaron a National Thowheeth Jama'ath (NTJ), un grupo islamista que hasta el momento tenía un muy bajo perfil, cuyos únicos antecedentes eran algunos actos vandálicos.
En un primer momento, nadie se había atribuido la autoría. Pero Amaq, la agencia de propaganda del Estado Islámico, difundió el martes un video en el que se adjudicaba la embestida. "Los perpetradores del ataque que apuntó contra ciudadanos de los gobiernos de la Coalición (de países que combatieron a los yihadistas en Siria) y contra cristianos en Sri Lanka eran luchadores del ISIS", sostuvo el órgano de prensa.
En las imágenes se veía a Zahran Hashim, líder de NTJ, jurando lealtad a Abu Bakr al Bagdadi, jefe del Estado Islámico. Si bien aún hay dudas sobre el grado de involucramiento de esta organización, todo indica que los atacantes contaban con apoyo logístico desde el exterior. Sí se sabe con certeza que muchos de los inmolados provenían de familias acomodadas, tenían estudios universitarios e incluso uno se había formado en el Reino Unido y en Australia.
El momento en que uno de los atacantes suicidas hizo su ingreso al templo de San Sebastián, uno de los lugares donde más víctimas se registraron en la masacre
Si bien en los últimos años no se habían registrado eventos de esta magnitud, los atentados terroristas no son nuevos en Sri Lanka. Tampoco los ataques suicidas con explosivos. Décadas atrás, mucho antes de ISIS y de Al Qaeda, eran habituales.
Esta isla de 21 millones de habitantes, ubicada en el Golfo de Bengala, a escasos kilómetros de la costa sudeste de India, vivió entre 1983 y 2009 una cruenta guerra civil. El origen no era específicamente religioso, sino étnico.
El principal motor de la guerra civil fue la discriminación sistemática que percibía la comunidad tamil. Sentían que eran segregados en todos los ámbitos de la vida
Los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE por la sigla en inglés o simplemente los Tigres Tamiles), eran una organización armada que buscaba crear un estado para la minoría tamil, que constituye cerca del 12% de la población. El terrorismo era una de sus tácticas predilectas, y sus blancos eran tanto representantes del Estado como de la comunidad cingalesa, el grupo étnico mayoritario (73% de los habitantes).
Tras muchos años en los que lograron mantener el control sobre una importante porción de territorio en el norte y en el este del país, fueron derrotados militarmente en 2009. Entre 70.000 y 100.000 personas murieron en los 26 años de enfrentamientos, que estuvieron plagados de violaciones a los derechos humanos por parte de ambos bandos.
"El principal motor de la guerra fue la discriminación sistemática que percibía la comunidad tamil. Sentían que eran segregados en todos los ámbitos de la vida, desde el empleo hasta la educación superior. Algunas de esas cuestiones siguen existiendo en el presente y los esfuerzos en favor de la reconciliación han sido limitados", dijo a Infobae Sumit Ganguly, profesor de ciencia política de la Universidad de Indiana.
Aunque la crisis actual no parece tener relación directa con esa historia, ambas son síntomas de un Estado fallido, que no logra amalgamar a los distintos componentes que conforman a la sociedad srilanquesa, imponiendo un orden común que todos puedan aceptar.
"La discriminación continúa de diversas maneras a pesar de que la guerra terminó hace diez años. El nacionalismo budista cingalés, que subestimaba el problema, es aún más potente hoy en día. El resentimiento tamil también está en su apogeo, debido a la manera controvertida en que terminó el conflicto y al hecho de que el gobierno no persigue la pacificación ni la rendición de cuentas. Los recientes bombardeos asociados a terroristas islámicos no harán más que alejar el enfoque de la reconciliación con los tamiles", sostuvo Neil DeVotta, profesor del Departamento de Política y Asuntos Internacionales de la Universidad Wake Forest, en diálogo con Infobae.
La guerra civil
Hasta el siglo XVI, los pobladores de Sri Lanka estaban divididos en distintos reinos que se repartían el control del territorio, pero las cosas empezaron a cambiar con la colonización europea. Los primeros en llegar fueron los portugueses, que estuvieron más de 100 años allí, hasta que a mediados del siglo XVII fueron desplazados por los holandeses.
La transformación más radical comenzó en 1815, con la incorporación de la isla al Imperio Británico, que la renombró Ceilán. Como hicieron en Ruanda con hutus y tutsis, y en tantas otras colonias, implementaron la política de dividir y conquistar, que suponía apoyarse en un grupo étnico minoritario para dominar a la mayoría.
Los beneficiados fueron los tamiles, que empezaron a ocupar posiciones importantes en la administración pública y en la economía. Los cingaleses fueron relegados, y el odio se fue acumulando con el correr de las décadas.
"La lucha por la dominación entre estas etnias, ambas con raíces en India, comenzó hace unos dos siglos. Uno de los relatos históricos del período, utilizado por los tamiles, y discutido por los cingaleses, es el 'Minuto de Cleghorn'. Sir Hugh Cleghorn, el primer secretario colonial británico de Ceilán, escribió esto en una carta: 'Dos naciones diferentes, desde un período muy antiguo, se han dividido entre ellas la posesión de la isla: los cingaleses, que habitan el interior en sus partes meridional y occidental, y los malabares (tamiles), que poseen los distritos septentrional y oriental. Estas dos naciones difieren completamente en su religión, idioma y modales'", contó a Infobae el analista internacional indio Anshuman Rawat.
En 1948 los británicos iniciaron la retirada. La isla continuó dentro del Commonwealth, pero ganó una enorme autonomía, que implicó que los cingaleses asumieran el control político. Su religión —el budismo—, su lengua y su cultura se volvieron dominantes, y comenzó la discriminación contra los tamiles.
La tendencia se profundizó después de 1972, con la independencia definitiva del Reino Unido. Toda la estructura legal de Sri Lanka —el nuevo nombre oficial del país— consideraba a los tamiles como ciudadanos de segunda, con acceso restringido a la función pública y a las universidades, y con una evidente subrepresentación en el sistema político.
Dos naciones diferentes, desde un período muy antiguo, se han dividido la posesión de la isla: los cingaleses y los malabares (tamiles). Difieren completamente en su religión, idioma y modales
La ausencia de canales institucionales para plantear sus demandas favoreció la proliferación de grupos irregulares, que apelaban a la violencia para lograr sus objetivos. En 1976, con apenas 18 años, Velupillai Prabhakara fundó a los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE). El Eelam Tamil era el estado independiente que este grupo separatista pretendía crear en el norte y en el este de Sri Lanka, donde vivían casi todos los tamiles.
La tensión fue en aumento en los años siguientes. En 1981, en reacción a la presión creciente de los Tigres Tamiles y de otras organizaciones, un grupo de cingaleses protagonizó una violenta campaña de hostigamiento contra los tamiles, que terminó con el incendio de la biblioteca tamil en la ciudad de Jaffna, un símbolo para la comunidad.
En julio de 1983 se produjeron incidentes que luego serían englobados en lo que se conoce como "el julio negro". Tras el asesinato de 13 soldados por parte de rebeldes tamiles, turbas de cingaleses con apoyo policial pasaron semanas yendo casa por casa, golpeando tamiles hasta la muerte y saquenado sus pertenencias. Se estima que miles murieron y otros tantos huyeron del país. Fue el comienzo de la guerra civil.
Los Tigres Tamiles no tardaron en convertirse en la organización dominante. A lo largo del conflicto, desarrollaron una envidiable capacidad operativa, que incluía una importante fuerza terrestre, pero también una naval y otra aérea. Si bien participaron de enfrentamientos armados convencionales, privilegiaron la guerra de guerrillas y el terrorismo. Los atentados suicidas se volvieron casi habituales en Colombo y en otros puntos del país.
Prabhakara ordenó la realización de todo tipo de operaciones temerarias e impactantes. El 1 de mayo de 1993, el presidente Ranasinghe Premadasa fue asesinado por un militante de los LTTE que se inmoló con explosivos. En 1997 perpetraron uno de los primeros ciberataques del mundo, que paralizó el servicio de embajadas srilanquesas a lo largo de todo el mundo. En ese período, consiguieron ocupar porciones importantes del norte y del este de la isla, donde ejercían el poder con un sistema judicial y tributario propio.
En 1999 empezaron los primeros intentos de encontrar una salida negociada a la guerra, con Noruega como mediador. Hubo un cese del fuego, pero no fue respetado, y los diálogos se frustraron. A fines de 2008, el gobierno de Mahinda Rajapaksa lanzó una ofensiva frontal y sin precedentes contra los Tigres Tamiles.
Los Tigres Tamiles atacaban a los musulmanes porque no los apoyaban. Muchos fueron asesinados. Se podría argumentar que la guerra civil los militarizó
Entre junio y mayo de 2009, el Ejército les propinó una serie de derrotas militares que les arrebataron casi todas las áreas que estaban bajo su control. Los ataques terrestres y aéreos incluyeron serias violaciones a los derechos humanos que no pudieron ser cabalmente documentadas porque el Estado negó el acceso a la ONU y a organizaciones humanitarias.
El 16 de mayo las tropas oficiales tomaron el último bastión rebelde y el 19 abatieron a Prabhakaran. Sin territorio y sin su líder, los Tigres Tamiles se desmoronaron. Fue el fin de la guerra civil.
Las crecientes tensiones religiosas
"Es una larga historia de conflictos entre religión (budismo vs hinduismo), idioma (cingalés vs tamil) y derechos (la Constitución establece que el cingalés y el budismo son el idioma y la religión oficiales) —dijo Rawat—. Casi todas las razones históricas y emocionales siguen existiendo en la Sri Lanka actual, especialmente debido a la aplicación bastante menos que absoluta del 'Programa de Rehabilitación' por parte del gobierno tras la derrota de los Tigres Tamiles".
La gran mayoría de los cingaleses profesan el budismo, que es por tanto el principal credo (70% de los habitantes). La mayor parte de los tamiles son hinduistas (12%), pero una parte considerable son cristianos (7%).
Los musulmanes, que rondan el 10% de la población, son considerados un grupo étnico diferente. No participaron directamente del histórico enfrentamiento, pero lo sufrieron.
"Los Tigres Tamiles los atacaban porque no los apoyaban en las regiones que reclamaban como propias. Muchos fueron asesinados incluso mientras rezaban en las mezquitas. Otros fueron contratados como guardias para proteger zonas lindantes con las que estaban bajo control de los LTTE, por lo que se podría argumentar que la guerra civil militarizó en cierta medida a la sociedad musulmana", dijo DeVotta.
Tras la finalización de los enfrentamientos armados, aparecieron algunas organizaciones extremistas, como National Thowheeth Jama'ath (NTJ), que pretende imponer la Sharia en distintos puntos del país. A su vez, surgieron movimientos que buscan contrarrestar ese avance. Un ejemplo es el Bodu Bala Sena (BBS, Brigada de Poder Budista), que ha protagonizado varios ataques contra musulmanes.
La explicación más plausible del momento y el lugar de los ataques es que un grupo yihadista local, afiliado a la red yihadista mundial, aprovechó al máximo un aparato de seguridad que está en un limbo
"La radicalización islamista que ha tenido lugar en los últimos años —continuó DeVotta— está relacionada con los que regresaron de trabajar en Oriente Medio, especialmente de Arabia Saudita, y trajeron consigo prácticas wahabíes conservadoras. Esta tendencia se ha combinado con los ataques que la comunidad ha tenido que soportar a manos de los extremistas budistas cingaleses, que han contribuido a exacerbar a ciertos musulmanes en una dirección cercana a ISIS".
El 12 de junio de 2014, tres musulmanes golpearon a un monje budista en el distrito de Kalutara, en el suroeste. Días después, fanáticos arrojaron piedras contra otro monje mientras pasaba junto a una mezquita en la ciudad de Dharga.
En respuesta, colectivos budistas cingaleses atacaron casas de musulmanes en las ciudades costeras de Dharga, Aluthgama y Beruwala, según cuenta Iromi Dharmawardhane, analista del Centro Internacional para la Investigación de la Violencia Política y el Terrorismo (ICPVTR), en un artículo publicado en febrero de 2015 en la revista Counter Terrorist Trends and Analysis.
Cuatro personas que profesaban la fe islámica murieron y más de 60 resultaron heridas. Entre ellas, periodistas y policías. Además, 82 tiendas y 211 hogares fueron destruidos total o parcialmente durante el raid. Fue el primer hito de una escalada de violencia religiosa.
A principios del año pasado se vivió un episodio similar luego de que un cingalés fuera asesinado por cuatro musulmanes tras un accidente de tránsito. Turbas budistas profanaron mezquitas, y después militantes del NTJ rompieron estatuas de Buda con martillos. Dos personas murieron y 15 resultaron heridas.
Ese es el trasfondo de los brutales atentados del domingo pasado. El denominador común con la era de la guerra civil es una sociedad dominada por los conflictos etnoreligiosos y un Estado impotente. De hecho, en las últimas horas quedaron expuestas las graves falencias de las instituciones de seguridad e inteligencia, que tenían varias advertencias de que se podía producir un evento de estas características, pero no fueron capaces de prevenirlo.
El país atraviesa además una profunda crisis política desde fines de 2018, que enfrentó al presidente Maithripala Sirisena con el Parlamento, creando un vacío de poder. Por historia y por esta coyuntura de vulnerabilidad extrema, Sri Lanka pasó a ser un blanco propicio para ejecutar una operación de impacto global que sirviera como retribución por el atentado perpetrado el 15 de marzo contra dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, que dejó 50 muertos.
"Si nos atenemos a los casos reportados de menciones a Christchurch en las salas de chat afiliadas a ISIS, y al hecho de que el Estado Islámico oficialmente se adjudicó los ataques, se puede decir con cierta seguridad que el domingo de pascua era un buen día para generar titulares en todo el mundo. Así que la explicación más plausible del momento y del lugar de los atentados es que un grupo yihadista local, afiliado a la red yihadista mundial, aprovechó al máximo un aparato de seguridad que está en un limbo debido a las tensas relaciones entre el presidente y el primer ministro, para dar un golpe global en un día muy significativo", concluyó Rawat.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: