El veterano escritor Fernando Sánchez Dragó contó en distintas entrevistas que el año pasado había pensado realizar un libro con el reportaje a los líderes de la derecha que en España se dividió en tres partidos: el PP con Pablo Casado, Ciudadanos con Albert Rivera y Vox con Santiago Abascal. Como Rivera nunca le contestó los 10 llamados que le hizo y Casado le dijo que sí pero no concretaba la cita, decidió viajar a Andalucía, el populoso estado español donde siempre había ganado el socialismo.
Allí se encontró con lo inesperado. En el taxi, en la peluquería, en el pequeño bar de la estación, el mozo de un gran restaurante, literalmente todas las personas comunes con la que se fue cruzando, solo hablaban de Vox y de sus propuestas de sentido común, lejanas a la corrección política, en torno a la inmigración, el derecho a usar armas, la violencia de género y -sobre todo- la unidad de España, puesta en tela de juicio por el separatismo catalán.
Dice Sánchez Dragó que esos días sintió que la tierra estaba temblando y buscó conocer a Santiago Abascal, el líder de Vox, un hombre austero y magnético, con una personalidad cautivante para quien lo conoce. "Aunque parezca extraño, en ese momento sentí algo similar a cuando conocí a Jorge Semprún, que me llevó a afiliarme al Partido Comunista", aseguró. Y así fue que decidió escribir el libro que Pedro Sánchez, para avergonzarlo por las posiciones ultraderechistas de su socio, le enrostró a Rivera en el segundo debate por la presidencia del gobierno español: Santiago Abascal. La España vertebrada, que publicó editorial Planeta hace pocas semanas y enseguida se ubicó entre los más vendidos.
Es que, guste o no, Abascal (43 años) es el fenómeno político del momento. No pudo participar de los dos debates que se realizaron esta semana, en la RTVE y en Atresmedia, porque la junta electoral dictaminó que no correspondía ya que carece de representación en el Parlamento. Sin embargo no dejó de estar presente; en el libro que exhibió Sánchez y en la mención que él también realizó el día anterior, dando a su ausencia una fantasmagórica figura que crece por fuera de los medios de comunicación, sostenida en las redes sociales, en grandes mitines que Vox realiza en las más grandes ciudades del país.
Según las encuestas alcanzaría entre 15 y 30 escaños, muy lejos de los 90 que sacaría el PP o los 40 a los que llegaría Ciudadanos. Pero la verdad es que la gente común que uno se encuentra en la calle dice otra cosa. En el equipo del candidato, en diálogo con Infobae, creen que "las encuestas se están equivocando en todo con Vox, porque nuestro voto es transversal, de toda edad, procedencia y condición y esto es difícil de detectar en los sondeos clásicos".
Se constató, incluso, que votantes indignados de Podemos en elecciones anteriores hoy están votando, igualmente indignados, por Vox, quizás porque no se trata de un voto ideológico sino antisistema y hoy el sistema "son los medios, la corrección, los encuestadores expertos".
Los pocos reportajes que el líder ultraderechista dio a los medios siempre tienen alto interés del público y deja fuertes títulos. Consultado acerca de qué pasará con su vida si Cataluña se independiza, contesta "eso nunca va a pasar". Ante la pregunta de por qué dice que no quiere obligar a nadie hacer nada si pretende obligar a las mujeres a no abortar, responde que "no estamos hablando de la mujer, sino de la vida que lleva adentro".
Cuando se quiere saber si se identifica con Donald Trump o Marine Le Pen asegura que "yo me identifico con mi padre, Vox es netamente español, aunque los escucho y en algunas cuestiones coincidimos y en otras no". Y ante el pedido de una definición en torno a su relación con los medios explica que "somos la España que no necesita mirar encuestas ni leerse en un periódico para saber cuál es el discurso de nadie".
Ni Abascal ni en su partido se mostraron especialmente inquietos por no haber podido participar de los dos debates. El martes a la noche, a la misma hora realizaron un gran acto en Las Rozas, una plaza de toros cercana a Madrid, reafirmando su posición favorable a la práctica taurina y la caza, e impidiendo el ingreso de las cámaras de los canales de televisión. Tal es la desconfianza de Vox con la prensa.
El estadio se llenó, pero el que no estaba invitado solo podía seguir el acto por las redes sociales, previa inscripción. Allí, los internautas fueron expresando sus opiniones sobre el mitín. Los medios interesados en tomar imágenes tenían que tomar otra señal, ofrecida también por Vox. Y así fue que en la previa al segundo debate, millones de españolas y españoles vieron primero el acto de Abascal, que lejos de reclamar por haber quedado afuera, se exhibía como la voz que está afuera del sistema político y mediático español.
¿Le alcanzará este posicionamiento para dar el batacazo que sus férreos militantes esperan? ¿Servirá para que esa España indignada levante la voz? ¿Aumentará la perfomance del PSOE, con buena parte de la población aterrorizada por el ascenso de la ultraderecha? ¿Vendrá un tiempo donde la democracia española pueda encauzar los complejos dilemas de este tiempo sin hipocresías? ¿O se profundizará la división, la desconfianza mutua, el diálogo cortado y cortante entre las dos Españas?
Quedan pocas horas para conocer cómo se expresará la España profunda que el domingo concurrirá a las urnas en un contexto incierto que está conmoviendo al electorado, votando por correo en forma anticipada o en forma presencial, alcanzaría récords de participación.
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