Ver escenas de vuelos en películas o series de los años 70 resulta casi inverosímil para los jóvenes viajeros. Además de situaciones como el poder fumar en el avión o el poco uso del cinturón de seguridad, llama la atención un detalle que hoy está reservado para los aviones privados o la primera clase: la cantidad de espacio que hay entre los asientos.
La búsqueda de mayores réditos (lo cual también abarató los pasajes) hizo que las filas sean cada vez más estrechas, situación más notoria en las empresas low-cost. Ahora, Delta Air Lines reavivó el debate con la decisión de reducir la capacidad de reclinar los asientos, aunque asegura que su fundamento es totalmente distinto.
La firma, que llegó a tener una inclinación de 5,4 pulgadas en primera clase (13,7 centímetros) y 4 en económica (10,1 centímetros) en sus Aribus A320, ahora tendrá una pendiente máxima de 3,5 y 2 pulgadas (8,9 y 5 centímetros), respectivamente. Así, en la clase económica, la reducción es del 50%.
La empresa no es pionera en ese sentido. En United Airlines, las 2 pulgadas de máximo ya fueron impuestas hace unos tres años para vuelos domésticos, y en tramos internacionales es un poco mayor. En American Airlines, también se fijó la medida de 2 pulgadas.
¿Eso significa que van a apretar (más) el espacio entre los asientos? Delta asegura que no. Incluso, aseguran que es para la comodidad de los pasajeros. "Todo es para proteger el espacio personal de los clientes y minimizar los incidentes", indicaron en un comunicado.
El debate: ¿está bien reclinar el asiento?
Según Leslie Scott, vocera de American, los comentarios fueron positivos tras el ajuste, que consideraban que cuatro pulgadas "era demasiado"… no para los que se reclinan, sino para los que están en el asiento posterior.
No son infrecuentes los incidentes cuando un pasajero reclina con fuerza justo cuando la otra persona tenía una bebida en su bandeja. La incomodidad para los que viajan atrás de un pasajero que quiere tirar para atrás su asiento es mayor cuando se quiere trabajar en una computadora, para lo cual se requiere un mayor espacio.
Las discusiones no siempre se arreglan de buena manera. En 2014, un vuelo de Nueva York a Denver tuvo que desviarse a Chicago por la pelea de un pasajero que usó un dispositivo para impedir que el asiento de adelante se recline. La mujer afectada le solicitó que lo retire. Según el testimonio de James Beach, en ese momento la viajera inclinó con fuerza su asiento, golpeando su computadora. Él respondió empujando el respaldo y volviendo a utilizar el dispositivo. Ella le arrojó una bebida y el avión aterrizó antes de lo previsto.
En 2014, Chris Buccafusco, profesor de derecho, quiso saber quién tenía razón entre los que priorizan la comodidad o el espacio personal. Según la encuesta que realizó, el 78% de pasajeros dijo estar dispuesta a no reclinar el asiento en un vuelo de seis horas si otra persona se lo pide y le ofrece una bebida o un snack. Sin embargo, la timidez influye: solo el 36% dijo estar dispuesto a proponerlo.
El debate parece estar marcado por el tipo de viaje: para los transatlánticos y otros tramos extensos, parece priorizar la comodidad, mientras que el cabotaje, más común entre ejecutivos, favorecería el uso de la bandeja.
La eliminación de la posibilidad de reclinarse trae otro beneficio (a las empresas). Según reportó Allegiant Air, una empresa de Las Vegas, el mecanismo que permite mover el respaldo pesa poco más de un kilo por asiento, por lo que sustraerlo bajo los costos del combustible y de mantenimiento.
De seguir la tendencia, la tripulación se olvidará de tener que pasar asiento por asiento para revisar que estén en posición recta al aterrizar, mientras los pasajeros podrán seguir añorando las imágenes vintage con sus espaciosas cabinas.
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