Cuando un extremista estadounidense decidió el año pasado atacar a los personajes más renombrados del Partido Demócrata enviándoles paquetes explosivos, eligió ex presidentes, renombrados congresistas, el Pentágono, la cadena CNN (frecuentemente atacada por Donald Trump) y solo un personaje no propiamente político: George Soros.
El presidente del Soros Fund Management, puesto 22 en el ranking de Forbes de los más ricos del mundo, es una de las figuras más controversiales de internet, aunque la gran mayoría de las acusaciones están basadas en conspiraciones y carecen de sustento. Su activismo por temas como la despenalización del consumo de marihuana, la libertad de derechos reproductivos y, en gran parte, su judaísmo y perfil de empresario multimillonario, lo encumbran como un archivillano mundial para los sectores conservadores y antisemitas.
Las donaciones las realiza a través de su plataforma Open Society Foundations, con sede en Nueva York y oficinas en más de 30 países, y que desde su fundación registra aportes por encima de los 14.000 millones de dólares. Solo para el 2018 contó con un presupuesto de USD 1.005.700.000, a lo largo de siete regiones del mundo y 10 temáticas. El rubro que más abarca es el de Gobernanza Económica & Desarrollo (USD 146.200M), seguido por el de Práctica Democrática (USD 113.000M).
Hace 88 años, Schwartz György nació en Budapest, cuando el peligro del fascimo ya pisaba con fuerza. "Mi padre se dio cuenta de que eran tiempos anormales y que la gente que cumplía las reglas estaba en riesgo", escribió en su autobiografía, acerca de la época en la que su familia debió cambiar su nombre para protegerse. Creció con la ocupación nazi y, tras la posterior toma de las fuerzas soviéticas, escapó de la ciudad al participar de un congreso en Suiza, para luego instalarse en Inglaterra.
Soros estudió Filosofía en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, donde conoció a la persona que más influyó en su ideología: Karl Popper. Su libro La sociedad abierta y sus enemigos moldeó el pensamiento del estudiante húngaro e inspiraría el nombre de la institución que hoy constituye la gran maquinaria filantrópica de Soros. En síntesis, el pensador austriaco alega que las sociedades deben ser receptivas a nuevas ideas y no aferrarse a doctrinas rígidas, ya que el conocimiento científico no puede alcanzar una verdad única, solo identificar lo que es falso. Por sobre todo, rechaza el totalitarismo y ensalza a la democracia liberal como único régimen que permite un desarrollo sin violencia.
Los primeros pasos de Soros como benefactor los dio en Sudáfrica, otorgando becas a los ciudadanos negros durante el apartheid, en 1979, para que asistan a la Universidad de Ciudad del Cabo. Posteriormente, en la Hungría comunista de los ochenta, fomentó los programas de intercambio de estudios con Occidente y apoyó a los movimientos democráticos ante el desmoronamiento de la URSS. Entre los premiados por el programa figuró un joven Viktor Orbán, quien luego se convertiría en su mayor crítico. Por esos años fue que inauguró la Open Society a través de Europa del Este, preocupado por el éxodo de intelectuales ante el contexto inestable de la región.
Pero para donar los miles de millones que ha repartido en el mundo, primero construyó su fortuna. Soros, quien comenzó a trabajar en finanzas y emigró a Estados Unidos en 1956, amasó millones a partir de la década de los '60, con varios fondos de cobertura y fuertes inversiones en el mercado de divisas.
El gran salto fue en 1992, en el llamado Miércoles Negro. El empresario había apostado contra la libra esterlina con una enorme cantidad de ventas en corto, favorecidas por la devaluación. Por esas operaciones, Soros estima haber ganado mil millones de libras en cuestión de horas, hecho que aumentó su imagen de oscuro especulador financiero.
El historiador Daniel Bessner, profesor de la Universidad de Washington que ha investigado la trayectoria del magnate húngaro, subraya una diferencia fundamental entre Soros y otros reconocidos filántropos de astronómicas billeteras como Bill Gates, Warren Buffett o Mark Zuckerberg: es un intelectual. "Es mucho más autocrítico y tiene aprecio por ideas de otros", explicó en diálogo con Infobae. Su plataforma de donaciones, tan amplia como consistente, apunta a una comunidad global que comparta valores de libertad, equidad y prosperidad. Una perspectiva muy distinta a la valiosísima lucha de Gates por la erradicación de enfermedades como la malaria, que causa millones de muertes en África. Soros explica la responsabilidad que siente sobre sus hombres: "Ocupo una posición excepcional. Mi éxito en los mercados financieros me ha dado un mayor grado de independencia que el de la mayoría de gente. Esto me obliga a tomar posturas en temas controversiales que otros no pueden. La filantropía me ha hecho feliz".
Las críticas a su actividad no nacieron en los últimos años, pero han aumentado con fuerza a partir de la última década. El cimbronazo de la crisis financiera mundial del 2008 tuvo un alcance mucho más allá de los bancos y las bolsas: removió la política tradicional, debilitó a los partidos históricos y abrió paso a una derecha populista que ha aprovechado para desarrollar un discurso proteccionista. Cada vez se observaba con mayor enojo los aportes de campaña de Soros al Partido Demócrata, a ONG como Human Rights Watch (a la que desde 2010 gira USD 100 millones a lo largo de 10 años) o a instituciones ligadas a movimientos como Black Lives Matter, que defiende a los afroamericanos contra la violencia policial.
La demonización de Soros es casi total: aseguran que es quien verdaderamente maneja desde las sombras el Departamento de Estado (a través del Deep State, el supuesto estado oculto que fascina a los conspiradores), controla las redes de tráfico internacionales y hasta el comercio de armas. Más de 190 mil personas han firmado una petición a la Casa Blanca para que el gobierno de Donald Trump lo declare "terrorista" y embargue todos sus bienes por, alegan, desestabilizar el país y cometer sedición.
"Hay un crecimiento a nivel global de una derecha mucho más radical. No es la derecha puramente económica, empresarial, liberal, que buscaba una supuesta libertad total en los mercados. Es una derecha política, en algunos casos teológica, con ciertos valores de interpretación histórica", señaló a Infobae Gustavo Gorriti, un reconocido periodista peruano que conoce de cerca la actividad de Soros. IDL-Reporteros, la organización sin fines de lucro que lidera, ha ganado concursos para obtener fondos de la Open Society Foundation, a través del prestigioso Independent Journalism Program, con sede en Londres.
Para Gorriti, las críticas a Soros aumentaron en relación directa al crecimiento de la influencia de estos grupos de derecha, que realizan "mucho trabajo a nivel de base con ciertas iglesias protestantes y sectores de extrema derecha de la iglesia católica", con conceptos que son "sencillamente heredados de una tradición de pensamiento ultraderechista con bastante cercanía al fascismo histórico y el antisemitismo".
"¡Soros es el anticristo! ¡Debe irse! Congelen sus bienes y apuesto que la protesta terminará", indicó un mensaje en Twitter que fue replicado por Rudy Giuliani, abogado de Donald Trump, en épocas en las que se esparció el rumor que el empresario estaba detrás de las manifestaciones en rechazo al juez Brett Kavanaugh, acusado de abuso sexual, en octubre pasado.
Incluso, el propio mandatario estadounidense ha fogoneado las teorías conspirativas. Además de asegurar que el húngaro pagó a los activistas anti-Kavanaugh, mencionó que "no le sorprendería" si es que Soros hubiese pagado a los migrantes centroamericanos que integraban las caravanas hacia la frontera estadounidenses. "Mucha gente dice que sí", sostuvo, ante la consulta de los periodistas.
Para Bessner, "los ataques contra Soros reflejan el creciente extremismo y la difusión de teorías sobre una persona que combina conspiraciones y judaísmo, con un componente de antisemitismo". Gorriti añade: "En todos los prejuicios y estereotipos con los que se describe a Soros, el nombre puede cambiarse por 'judío' y se mantiene el sentido". Las acusaciones llegan al nivel de señalarlo de haber colaborado con la SS nazi, un insulto no tan inusual en la ultraderecha contra sobrevivientes del Holocausto.
¿Por qué este empresario fue elegido como blanco de millones de ataques en redes sociales? No solo por millonario y judío. Es fundamental el enfoque que tiene su filantropía, que lo llevó a ganar la distinción Persona del año 2018 del Financial Times, por su rol como "defensor de la democracia liberal y la sociedad abierta". Así lo resume Gorriti: "Activista, financiero, a favor de los derechos humanos, con una visión global de cómo hacer ciertos valores, defensor de minorías, del libre tránsito, de las minorías sexuales, de una regulación muy liberal en el uso de las drogas. Cada una de esas cosas entra en uno de los puntos de acupuntura de mayor irritación posible de la gente xenófoba, ultranacionalista, racista, cerrada mentalmente, partidaria de la represión".
En su país natal, el nacionalista Viktor Orbán, primer ministro de Hungría desde el 2010, lo eligió como rival en las últimas elecciones, pese a que Soros vive en EEUU y no figuraba en ninguna boleta electoral. Aún así, logró representarlo como un instigador secreto de la inmigración musulmana y alimentó la xenofobia de su base electoral, con la que logró un nuevo mandato. La campaña anti Soros llegó al nivel de forzar el cierre de la Universidad de Europa Central, considerada una de las mejores escuelas de posgrado del mundo y la mejor en Hungría.
A pocos kilómetros, en Rumania, agitadores en las redes sociales llegaron al punto de asegurar que Soros le pagaba hasta a las mascotas para asistir a las marchas opositoras. "A los adultos se les pagó 100 leus (unos 24 dólares), a los niños 50 leus, a los perros 30 leus", llegó a decir la cadena Romania TV, recogiendo el rumor sin esforzarse en buscar un sustento.
¿Cuánto de razón pueden tener estos sectores radicalizados? Los disparates pueden exagerar su influencia, pero ésta sí existe. Con la creación de redes internacionales ante la caída del mundo socialista, ha tratado de introducir prácticas democráticas, no siempre con el éxito que él hubiese querido, pero sí con un alcance significativo.
"En América Latina, ha sido el apoyo muy importante para derechos humanos, comisiones de la verdad, grupos en defensa de las minorías. En una forma que no venía acompañado de una sonrisa beatífica, sino esos modos con frecuente rudos y directos propios de europeos del este criados bajo régimen socialista. Quizás ello le dio mayor eficacia y le creó algunos enemigos", señala Gorriti. Para el investigador, sus detractores pueden haber percibido un poder mayor al que existía, lo que alimentó los prejuicios de los supuestos "intentos del judaísmo internacional de dominar el mundo".
En el caso peruano, el director de IDL-Reporteros, que fue secuestrado durante la dictadura de Alberto Fujimori, confirmó que Soros aportó un millón de dólares a los grupos que se oponían al régimen, vinculados a la campaña del entonces líder opositor Alejandro Toledo, cuando el fujimorismo se aferraba a un tercer mandato.
Por otra parte, aunque en algunas entrevistas Soros se ha calificado como un outsider de la política, Bessner es más tajante: "Es un billonario. Claro que es un insider".
Hasta Vladimir Putin usó la imagen de Soros para defenderse. Acusado por las potencias occidentales por los intentos del Kremlin de influir en elecciones extranjeras, el presidente ruso consideró que esas acusaciones de injerencia serían más apropiadas para el húngaro-estadounidense y sus actividades a nivel mundial. Al respecto, Bessner comentó: "(Soros) tiene una posición de privilegio, pero es importante notar que es una actividad no estatal. Pone el foco sobre ciertos asuntos". También, el académico se refirió al hecho de que, al fin y al cabo, un magnate use su dinero para hacer que el mundo se acerque un poco más a su propia visión. "Es problemático que un multimillonario pueda hacer eso. Pero es un problema sobre los multimillonarios, no sobre Soros".
El multimillonario, de todos modos, no parece cambiar su accionar por el aluvión de injurias y no se desanima por sus reveses a las campañas que apoyó (la derrota de Hillary Clinton o el avance del Brexit, por ejemplo). "Es un hombre viejo, va a morir pronto. No creo que le importen las críticas", estimó Bessner.
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