Elecciones en Israel: Netanyahu quiere seguir extendiendo su récord pero un periodista y un ex jefe militar lo desafían

Este martes, los israelíes elegirán a los 120 legisladores de la Knesset, que luego deberán tejer alianzas para formar gobierno. El actual primer ministro, que lleva 10 años en el poder, ya tiene el mandato más extenso en la historia del Estado judío

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El premier Benjamin Netanyahu y
El premier Benjamin Netanyahu y sus dos principales contendientes: el periodista y ex ministro de finanzas Yair Lapid y el ex jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Benny Gantz

En un país que cobija a un pueblo milenario que ya tuvo en tiempos bíblicos a líderes como David o Salomón, a muchos no les parece descabellado hablar del "Rey Bibi", uno de los apodos que se ganó el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien este martes correrá en las elecciones que pueden dejarlo -una vez más, casi una tradición contemporánea en Israel- al frente del gobierno en Jerusalén.

Claro que, esta vez, a Bibi, de 69 años, se le plantaron dos verdaderos "príncipes" de la política israelí que quieren desalojarlo del poder. En tal caso, se irí con el honor de ser el primer ministro que pasó más tiempo en el cargo, más que el legendario David Ben Gurión, pero también con la amenaza sobre su cabeza de un posible proceso por corrupción.

Los "príncipes" son Yair Lapid, un periodista y ex ministro de Finanzas, pintón, de 55 años, con un pasado de muy famoso presentador televisivo de noticias y un presente de líder del partido centrista Yesh Atid (Hay Futuro), y Benny Gantz, un "duro" de 59 años, ex jefe de Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Israel, sólido en cuestiones de defensa y al frente del partido Hosen LeIsrael (Resiliencia para Israel).

Lapid, con su experiencia en el frente económico, y Gantz, ex comandante de una fuerza de élite de paracaidistas y amplia experiencia en batalla, formaron hace apenas unos meses, en febrero último, la coalición Kajol Lavan, Azul y Blanco, y cuentan con más carisma para enfrentar a Netanyahu que, por ejemplo, el laborista Yitzhak Herzog, quien intentó en el 2015 evitar que Bibi llegara a este, su cuarto período como premier.

De todas maneras, al fin y al cabo, las chances de los candidatos estarán sometidas a las matemáticas del sistema electoral israelí, que es parlamentario y por el cual se vota por candidatos a la Knesset, el congreso nacional de 120 escaños.

En los últimos días las encuestas estuvieron mostrando crecimientos alternativos de Azul y Blanco y del Likud, el partido de centroderecha de Netanyahu, y es de esperar que, como es de obvia costumbre, el próximo gobierno lo formará aquel en condiciones de acumular una coalición con los escaños suficientes para sostener el ejecutivo, con por lo menos sesenta y uno de los 120 asientos.

Netanyahu corre con ventaja, porque cuenta con el apoyo ya probado de varios partidos de derecha y de las formaciones religiosas ortodoxas. Kajol Lavan, por su lado, podría sumar el apoyo del inoxidable Partido Laborista y del izquierdista Meretz, siempre y cuando supere el piso de 3,25% del voto nacional para poder entrar a la Knesset.

Son unos cuarenta los partidos que se presentan a las elecciones del martes, pero se estima que solamente entre diez y catorce alcanzarán aquel piso necesario para poder sentarse en el parlamento.

El gobierno lo formará aquel en condiciones de formar una coalición con los con por lo menos sesenta y uno de los 120 asientos de la Knesset

Las últimas encuestas muestran al partido de Netanyahu con 31 escaños contra 30 de la alianza de Lapid y Gantz, a los laboristas con diez, Meretz con seis, y también con seis la nueva formacion Zehut, del ex Likud y ahora libertario Moshé Feiglin. Los partidos religiosos ortodoxos se mantendrían en la veintena de bancas y HaYamin HaJadash o Nueva Derecha, de los a menudo polémicos ex ministros Naftali Bennett y Ayelet Shaked, con otros seis.

Como en general a la derecha israelí no la une el amor sino el espanto frente a la posibilidad de un gobierno de izquierda, sus chances de unirse son siempre buenas, mientras que en la vereda de enfrente suele ser más complicado.

En particular, no se puede hacer previsiones sobre qué hará con sus posibles siete bancas, según las encuestas, la fusión comunista-árabe Hadash-Ta'al o con sus cuatro potenciales escaños la alianza árabe-extrema izquierda de Ra'am y Balad.

Con 10 años en el
Con 10 años en el poder, y 3 más en su anterior gobierno en los 90, Netanyahu sigue siendo visto por muchos israelíes, a pesar de los escándalos de corrupción que salpicaron su gestión, como capaz de conducir el gobierno con “mano firme” (AFP)

Es a causa de todas estas cuentas que las flechas del actual escenario político israelí apuntan básicamente a dos posibilidades: otro gobierno de centroderecha al mando de Netanyahu o una nueva administración de centro/centro-izquierda liderada por Gantz y Lapid.

También, teniendo en cuenta que Netanyahu es un pragmático consumado, algunos especulan con la posibilidad de que el primer ministro quiera deshacerse del impopular peso de los partidos religiosos y busque formar una coalición con Azul y Blanco, aunque estaría por verse si Gantz y Lapid aceptarían juntarse a un político bastante "gastado" y marcado por las denuncias de corrupción como Bibi.

O sea que, para muchos aquí, en estas elecciones se trata de elegir entre un "cambio" muy moderado o quedarse con "el malo conocido antes que el bueno por conocer".

Los votantes israelíes estarán valorando el martes dos temas casi excluyentes: la economía y la seguridad nacional. La cuestión de la paz con los palestinos es apenas un murmullo que interesa a la izquierda que sueña con negociaciones y a la extrema derecha que impulsa más asentamientos en los territorios ocupados y no derramaría lágrimas por el desplazamiento de los vecinos árabes.

"Para tener chances de ganar las elecciones en Israel un candidato debe ser visto como una persona con 'manos firmes' en el terreno de la seguridad, y en la última década Netanyahu no tuvo competencia seria en ese frente", explicó a Infobae el profesor Jonathan Rynhold.

Bibi, continuó Rynhold, vicepresidente del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad Bar-Ilan, "sigue siendo visto por muchos israelíes como el más capaz para ser primer ministro, la situación de seguridad viene siendo relativamente calma, Israel mantiene buenos lazos con Estados Unidos, está mejorando las relaciones con los países árabes del Golfo y la economía está marchando bien".

Junto a eso, "muy pocos israelíes piensan que exista alguna posibilidad seria de progreso con los palestinos, e incluso la mitad de las personas que se definen como izquierdistas están de acuerdo con esta perspectiva, lo que obviamente ayuda a la derecha", añadió el analista.

En cuanto a la seguridad nacional, los votantes de derecha lo dicen en voz alta, y muchos de izquierda lo admiten por lo bajo: Netanyahu es lo suficientemente bravucón, y un poquito más, para moverse con éxito en un barrio de pendencieros como es el Medio Oriente.

Yair Lapid, de 55 años,
Yair Lapid, de 55 años, fue presentador de noticias en la TV israelí y ministro de finanzas. Hoy lidera el partido centrista Hay Futuro (AP)

El conflicto con los palestinos está desde hace tiempo limitado a un enfrentamiento de baja intensidad, que tiene erupciones periódicas de ataques con cuchillos y lanzamiento de cohetes pero está lejos de los brutales ataques terroristas con explosivos y kamikazes del pasado. Irán, por su lado, parece contenido, y Hezbollah en el norte parece cómodo en su papel de amenaza perenne.

De todas maneras, matiza Rynhold, Azul y Blanco con Gantz y otros dos respetados ex jefes del estado mayor que forman parte de la alianza, Moshé Yaalon y Gabi Ashkenazi, "representan una alternativa creíble" para el frente de la seguridad nacional.

"Eso explica por qué Azul y Blanco está marchando mejor en las encuestas que el centro y la izquierda en las elecciones del 2015. Parecen haber tenido éxito en capturar algunos votos del bloque religioso de derecha", añadió.

Analizando esas encuestas, Rynhold opinó que, de todas maneras, Gantz y Lapid "van a necesitar por lo menos entre tres y cinco escaños más" de lo que les asignan las proyecciones, "algo que parece poco probable".

Con la cuestión de la paz con los palestinos en el freezer y un empate técnico que favorecería a Netanyahu en el frente de la seguridad nacional, las otras preocupaciones decisivas para los votantes israelíes pasan a ser económicas y político/ideológicas.

Hablando de bolsillos y cuentas bancarias, "la situación es compleja, pero se podría explicar así: la macroeconomía de Israel marcha de manera excelente y la microeconomía va un poco menos excelente", describe el columnista Adrian Filut, del periódico económico Calcalist, uno de los principales del país. "Si se mira por ejemplo la inflación, el producto bruto, la balanza comercial, la balanza de pagos, el índice de desocupación, Israel está entre los primeros países del mundo -señaló Filut en conversación con Infobae-. En el frente macro, Israel está volando, y no es algo de ahora, ya que en los últimos diez años viene teniendo números impresionantes".
Según el periodista, no se trata de "un evento esporádico o coyuntural, es una tendencia de largo plazo".

Benny Gantz, ex jefe del
Benny Gantz, ex jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, un “duro” que lidera la fuerza Resiliencia para Israel (Reuters)

Efectivamente, con el conflicto con los palestinos en sordina, y las guerras de los años heroicos muy lejos en el pasado, las nuevas generaciones de israelíes están acostumbradas a vivir orgullosamente en la Start Up Nation, el país de las empresas tecnológicas emergentes que semana a semana son adquiridas en cientos de millones de dólares por gigantes globales como Intel o Nvidia.

Desde hace ya algunas décadas la economía dura de Israel es manejada desde el bunker del Banco Central, relativamente independiente de los vaivenes políticos de superficie. El país figura constantemente en los primeros lugares de los rankings económicos y cuenta con sectores de tecnología militar y high tech que exportan por miles de millones de dólares todos los años.

Pero, al mismo tiempo, el índice de inequidad económica de Israel se mantiene por encima del promedio de los otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). También sus indicadores de eficiencia burocrática y de ambiente de negocios están por debajo de lo que marcan la mayoría de las otras naciones de ese club.

Para los partidos de izquierda y los sindicatos, estos problemas se deben solucionar con una profundización de leyes sociales progresistas, pero muchos analistas opinan que la economía israelí ya es demasiado sofisticada y debe avanzar, en cambio, con reformas estructurales.

Filut, de Calcalist, confirma esa lista de cuentas pendientes. "Si se observa el índice de desigualdad, el de pobreza, el costo de la canasta familiar, de poder de compra, los precios de las propiedades.. Ahí los números se ponen un poco más grises, ahí andamos mal", admite.

Según el periodista, en Israel "en el corto plazo andamos bien, pero en el largo plazo, todas esas cosas que andan por ahí abajo, esas variables pueden dar vuelta la torta y generar otro paisaje macroeconómico en el largo plazo".

Tel Aviv, el símbolo de
Tel Aviv, el símbolo de la pujante economía israelí, a la que ya muchos llaman StartUp Nation (@wonderful.israel)

"El problema es que hay una falta de política económica valiente, hacen falta reformas estructurales", continua Filut. "Si Israel quiere ahora dar el salto adelante -dice-, tiene que agrandar la máquina, porque con esta máquina, Israel puede generar este crecimiento económico y nada más".
Para agrandar la máquina, precisa, "hay que invertir en transporte público, hay que cambiar la regulación, cortarle las alas a los sindicatos de los puertos, de los trenes, subir la productividad, llevar adelante reformas estructurales que tienen un costo político que Netanyahu no está dispuesto a pagar" y tampoco lo haría Gantz, sostuvo.

Mejorar la situación social, señaló por su lado Rynhold, necesitaría de medidas sólidas para "debilitar el poder oligopólico de la élite económica que incrementa de manera artificial el costo de vida" y "redireccionar los fondos para los asentamientos hacia, por ejemplo, la mejora de la red de trenes" y otras infraestructuras. "Para eso haría falta un gobierno de centroizquierda, pero no creo que eso suceda", confesó.

Rynhold lo resumió de manera tajante a nivel político: "En la economía hay poca o ninguna diferencia ideológica entre los partidos de izquierda y derecha, pero sus prioridades presupuestarias difieren, ya que cuanto más derechista sea una coalición, más dinero irá a las instituciones religiosas ultraortodoxas y a los asentamientos" en los territorios ocupados.

¿Qué queda entonces para hacer diferencia entre los candidatos? Lo ideológico aparece con fuerza en Israel pero no tanto como para moldear la próxima Knesset. Las críticas a la corrupción y los arrebatos de demagogia de Netanyahu se limitan a la cola del banco o al bar comiendo un falafel y parecen preocupar más a los analistas extranjeros.

La caracterización de Netanyahu como "Rey Bibi" cobró algo de notoriedad justamente a causa de un artículo de The Economist, que puso al israelí en la misma liga "nacionalista" de, por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, o los primeros ministros de India, Narendra Modi, y Hungría, Viktor Orban.

"El Rey Bibi es una parábola del populismo moderno", desafió el semanario británico. "En Israel, como en otros lugares, la política es una mezcla desconcertante de medidas sólidas y de cínica erosión de las instituciones", agregó.

De todas maneras, el martes es poco probable que alguien se acuerde de lo que dice The Economist. Al votar, los israelíes elegirán al que ellos crean que puede evitar más cohetes de Hamas, hacer bajar el precio de la leche y de los departamentos y abrir más estaciones de ferrocarril.

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