En los baños de las estaciones de tren. En los vestuarios de los gimnasios. En las paredes de los hoteles y de los night clubs. En los zapatos de algunos transeúntes, apuntando hacia arriba. En un minúsculo hueco en un bolso que se lleva en el bus. En un paquete de cigarrillos que se tiene casualmente en la mano. Las cámaras espías son una epidemia en Corea del Sur, pero no para destronar a políticos corruptos: sino para grabar en secreto y distribuir en internet videos con contenido sexual.
Mujeres que se duchan, mujeres que orinan, mujeres alcoholizadas o drogadas ad hoc a las que violan uno o más hombres; ropa interior de mujeres que caminan por la calle; mujeres que tienen relaciones sexuales consentidas pero ignoran que están siendo filmadas como estrellas porno en sitios que cobran USD 45 por mes. Esa amplia gama de contenidos circula en plataformas que se cierran y se reabren con otros nombres, constantemente.
En Corea del Sur la pornografía es delito (y un negocio de USD 25.700 millones), las mujeres son vistas como ciudadanas de segunda y el servicio de internet es el más rápido del mundo: la combinación dio como resultado un fenómeno, el molka, que llegó a los titulares globales porque dos estrellas del K-Pop fueron detenidas. Pero que, en realidad, lleva años y ha explotado en paralelo el crecimiento del uso de celulares.
Como reconoció el presidente Moon Jae-in, esta forma de voyeurismo "se ha convertido en parte de la vida cotidiana". Aunque tiene penas de hasta cinco años de prisión y multas de hasta 30 millones de wones (USD 26.400), pocas veces se ha aplicado la ley con toda su fuerza: en general, los delitos quedan sin castigo, y en los pocos procesamientos, las multas son bajas, según The Guardian.
Más de 400.000 personas firmaron un petitorio para que la policía —cuya pasividad es clave en el asunto— actúe ante las denuncias: solo un 2% llega a desarrollarse como caso. En junio de 2018, 22.000 mujeres protestaron contra el molka, la que fue la manifestación más grande por los derechos femeninos en la historia del país.
El tema escandalizó al mundo tras el arresto de Jung Joon-young, guitarrista que llegó a la fama en la versión coreana de American Idol, y de Lee Seung-hyun, más conocido como Seungri del grupo Big Bang, los reyes del pop coreano. Ambos fueron acusados de filmar a mujeres sin su consentimiento y de distribuir las imágenes en un chat masculino. Ambos renunciaron a sus bandas.
The Korea Times publicó parte de los mensajes intercambiados en la app Kakao Talk. En uno de esos, alguien llamado Kim compartió un video de él mismo violando a una mujer desmayada, y se jactó, además, de haberle dado somníferos para hacerlo. "Ja, ja", comentó Jung. En otro diálogo, el músico sugirió que violaran a alguien en un automóvil, a lo cual otro le respondió que ya habían hecho eso en la realidad.
"Al ver cómo incluso las figuras públicas (que se supone son sensibles a la opinión pública) no tienen vergüenza y manifiestan abiertamente esa conducta, queda claro hasta qué punto está generalizada esta perspectiva distorsionada que trata a las mujeres como objeto de gratificación sexual y no como seres humanos", citó el periódico a Cho Hyun-wook, titular de la Asociación de Abogadas Coreanas.
El ascenso del molka se dio al mismo tiempo que el aumento de los delitos sexuales y el acoso en Corea del Sur. Según The News Lens, entre 2012 y 2014, el crimen sexual en los trenes aumentó un 84% y aproximadamente la mitad de las denuncias de 2015 involucraban cámaras espías, un incremento notable desde el 3,6% en 2006. La Policía Nacional Coreana estima que el promedio de denuncias de molka llega a 18 por día.
El 98% de las más de 16.000 personas arrestadas entre 2012 y 2017 fueron varones, y el 84% de las víctimas, mujeres. En general se trata de personas desconocidas, como los dos hombres detenidos a mediados de marzo por haber filmado "actividades íntimas privadas", de 1.600 huéspedes de 30 hoteles en 10 ciudades, por medio de cámaras espías instaladas en secadores de pelo, cajas de cable y tomas de electricidad. Pero también hubo figuras reconocidas involucradas, como el pastor Jaerock Lee, condenado como violador serial, y el entrenador del equipo nacional de natación, Ahn Jong-taek.
El arresto de Seungri reveló que el night club del cual la estrella era copropietario, Burning Sun, era un nodo de actividades ilegales, como la venta de narcóticos, la prostitución y ataques sexuales alimentados por drogas para violación en citas, además de chantaje por molka, suicidios, violencia doméstica y corrupción policial, sintetizó el abogado Bang Jeong-hyun a Los Angeles Times.
El gobierno de Seúl creó una fuerza de 8.000 inspectoras que recorren los más de 20.000 baños públicos de la ciudad, según The New York Times, para encontrar y quitar las cámaras ocultas en los sanitarios. Pero los dispositivos para el molka se disfrazan en anteojos, lapiceras, cigarrillos y relojes. Eso sin considerar los teléfonos celulares, una presencia completamente natural en la vida contemporánea.
La línea directa para víctimas registró 2.300 llamadas entre abril y diciembre de 2018, el 90% de ellas, de mujeres. En un caso —destacó Los Angeles Times— los videos de una mujer habían sido subidos 2.700 veces en seis meses, y uno de ellos se había descargado 400.000 veces. Esas cifras dan una idea de lo difícil que es detener esta clase de delito.
El periódico de California citó a Kim Ho-jin, un empresario de seguridad informática que cobra USD 1.760 dólares mensuales por un servicio de monitoreo y eliminación de videos 24/7. "Yo les digo: 'Aun si tienes que endeudarte, tienes que borrarlo. Esto significa el fin de tu vida, vas a tener que esconderte todo el tiempo'", explicó Kim, ya que la exposición íntima implica la muerte civil para una mujer en Corea del Sur.
También una ONG, el Centro Coreano de Respuesta a la Ciberviolencia Sexual, que participó en la caída de un "cártel de porno con cámaras espías", según The Korea Times, ayudó a unas 1.800 mujeres a borrar los videos una y otra vez.
"Las víctimas descubren tarde que han participado como estrellas porno, sin saberlo, en clips de cámaras secretas, luego de que los videos se hayan diseminado en sitios de intercambio de archivos y hayan llegado a alguien que las conocía", dijo Seo Seung-hui, dirigente del centro, al periódico.
Mientras aumenta la presión para que los legisladores cambien las normas que hoy permiten a los distribuidores de molka decir que son una plataforma y no un productor de contenido, y que tomaron todas las medidas de seguridad posibles para evitarlo, la industria ilegal comenzó a crear una imitación del género, hecho por trabajadoras sexuales, llamado "porno doméstico". Los dueños del negocio no quieren perdérselo, ya que es próspero como en pocos lugares: Corea del Sur es el segundo consumidor de pornografía del mundo, detrás de China.
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