Vuelve el socialismo. El Millennial Socialismo. Algo así como una síntesis de Marx y Google enviado por WhatsApp. Un socialismo transmitido en streaming en un iPhone. La búsqueda de una sociedad más justa por los que comenzaron la escuela en el siglo XXI, sin la lucha de clases que proclamaban sus abuelos setentistas. Pero no light. Tal vez, un poco descremado pero repleto de banderas por las que luchar, desde el feminismo y la lucha contra el cambio climático hasta la liberación total de Internet. Y como ocurrió con buena parte de las ideas nuevas que sacudieron al mundo, surge en Gran Bretaña –Marx estudió y trabajó en la British Library y sus restos se encuentran bajo una cabeza suya gigante de hierro en el legendario cementerio londinense de Highgate-. Y, ahora, se difunden desde Estados Unidos como compañeras de ruta de la revolución tecnológica y científica. Un socialismo democrático del siglo XXI que se está poniendo de moda y seduce a jóvenes de todo el mundo.
Fue Bernie Sanders, el candidato presidencial estadounidense de 77 años, quien aglutinó a su alrededor a muchos Millennial Socialistas. Y la congresista por Nueva York de origen puertorriqueña, Alexandria Ocasio-Cortéz, es su pasionaria. En Londres, confluyen en la izquierda laborista que lidera Jeremy Corbyn y quieren seguir perteneciendo a la Unión Europea. En Berlín conforman el ala moderada de Die Linke, el partido más votado en la zona Este alemana. Y se distinguen de otros grupos de izquierda populista europeos organizados también por jóvenes nacidos en el último tramo del siglo pasado como el Podemos español.
El eslogan "Somos el 99 por ciento" define el socialismo milenario. Es la consigna gritada en las manifestaciones y la ocupación del Zuccotti Park de Nueva York tras la crisis de los bancos y Wall Street de 2008. Se refieren a que sólo el 1% de la población tiene más riqueza acumulada que todo el resto. Fue acuñado por el profesor David Graeber, estadounidense de Chicago que enseña antropología en la London School of Economics. "Fue una consigna para aglutinar a todos sin las divisiones típicas de la izquierda. Descubrimos que el mismo uno por ciento de la población que se estaba quedando con todos los beneficios del crecimiento económico era el mismo 1% que estaba haciendo casi todas las contribuciones de las campañas políticas. Así que los definimos como 'las personas que están convirtiendo el poder en riqueza y su riqueza en poder'", explicó Graeber. Lo novedoso de esta idea es que rompía con un siglo de pensamiento socialista asegurando que la clase media, la burguesía, siempre estaba del lado de los ricos y que la clase trabajadora era la única que podía luchar contra el capitalismo salvaje. "La clase media ya no era el aliado natural de los ricos; no estaba protegida por el 1 por ciento. Las personas que parecían de clase media, se consideraban de clase media y tenían 'trabajos de clase media', en realidad ahora se estaban ahogando en deudas hipotecarias, con sus hijos cargados de enormes deudas universitarias, sin seguro médico y sin posibilidad de acceder a casi ningún beneficio que hasta ese momento había garantizado 'el sueño americano'; también eran víctimas del 1 por ciento", continúa el profesor Graeber.
La prestigiosa revista liberal The Economist analizó el fenómeno hace unas semanas y destacaba que los jóvenes estadounidenses veían cada vez con más simpatía otras posiciones políticas diferentes a las expresadas hasta ahora por los dos grandes partidos, el Demócrata y el Republicano. Decía el artículo que ya en 2016 los encuestados menores de 30 calificaban al socialismo de manera más positiva que el capitalismo, 43% a 32%. Ahora, de acuerdo a una encuesta de Gallup, esa visión favorable ascendió al 51% en ese mismo segmento de la población.
"La vitalidad renovada del socialismo es notable. En la década de 1990, los partidos de izquierda se desplazaron hacia el centro. Como líderes de Gran Bretaña y Estados Unidos, Tony Blair y Bill Clinton afirmaron haber encontrado una "tercera vía", un camino entre el Estado y el Mercado. "Este es mi socialismo", declaró Blair en 1994 mientras abolía el compromiso del Labour Party con la propiedad estatal de las empresas. Nadie fue engañado, especialmente los socialistas", dice el artículo. "La izquierda de hoy ve la tercera vía como un callejón sin salida. Muchos de los nuevos socialistas son millennials. La mayoría de los estadounidenses de 18 a 29 años tienen una visión positiva del socialismo. En las primarias de 2016, más jóvenes votaron por Bernie Sanders que por Hillary Clinton y Donald Trump juntos. Casi un tercio de los votantes franceses menores de 24 años en las elecciones presidenciales de 2017 votaron por el candidato de la izquierda dura. Pero los socialistas milenarios no tienen que ser jóvenes. Muchos de los fans más entusiastas de Jeremy Corbyn (70 años) son tan viejos como él".
Montana sería, probablemente, el último de los estados norteamericanos que uno podría pensar que hay socialistas. Pero la ciudad de Bozeman, por ejemplo, tiene una asamblea gubernamental dominada por representantes de esa tendencia. Hay otros ejemplos en zonas más progresistas de California, Oregon o Vermont. Pero lo de esta tierra de cowboys es remarcable. No es que cantan la Internacional o exigen la propiedad pública de los medios de producción, pero el partido de los Socialistas Demócratas de América (DSA) imponen sus posturas e inspiran a otros alrededor de Estados Unidos. La última semana aumentaron el salario mínimo de los trabajadores de la ciudad a 13 dólares por hora y llegará a 15 en los próximos dos años. Los neoconservadores están más que preocupados por esta tendencia. El líder republicano Newt Gingrich, eternamente ansioso por presentar cualquier desacuerdo como un conflicto escatológico, advierte que los socialistas son "demonios a quienes los demócratas están desatando para ganar las elecciones". Alexandria Ocasio-Cortez, es una miembro de los DSA que llegó al Congreso en noviembre. El ala más dura de los republicanos la llama "la mini Maduro", a pesar de que la legisladora condenó pública y reiteradamente al régimen venezolano. Lo mismo sucede con la otra nueva congresista Rashida Tlaib de Detroit que es atacada no sólo por simpatizar con el DSA sino por su origen musulmán.
Y no es que el DSA esté a punto de tomar el poder ni mucho menos. Son todavía una ínfima minoría y gozan de enorme desconfianza dentro del Partido Demócrata que los alberga. Festejarán mucho si algún demócrata centrista logra vencer a Donald Trump en las elecciones del año próximo y obtienen alguna banca en los congresos estatales. El único candidato presidencial abiertamente socialista que tuvo Estados Unidos fue Eugene Debs en 1912 y obtuvo el 6% de los votos. Con este nuevo impulso de los menores de 30 el DSA tiene menos de 50.000 miembros en un país de 330 millones de habitantes. Por ahora, lo más izquierdista que haya llegado a la Casa Blanca es un centrista negro como Barack Obama. De todos modos, la aparente influencia del DSA en el partido Demócrata pone a muchos muy nerviosos. La Guerra Fría todavía está muy fresca en la memoria de los estadounidenses y muchos siguen convencidos de que un "socialista democrático" es tan extremo como un "comunista soviético" y que lo único que desea es "resucitar a Stalin". Y es en este punto donde se explica de alguna manera el giro de los jóvenes estadounidenses y británicos hacia esta tendencia. Nacieron después de la caída del Muro de Berlín en 1989. No están contaminados por la retórica anticomunista que creció tras la Segunda Guerra Mundial. No ven televisión abierta. Se informan a través de las redes sociales y los podcast. Jamás compraron un diario de papel. Se alimentan sólo de productos orgánicos. Pueden fumar marihuana pero muy poco tabaco. Toman cerveza artesanal y vino del Tercer Mundo. Viajan sólo en las Low Cost y paran en casas de amigos de amigos. Hablan todo el tiempo por celular de manos libres (van caminando por la calle hablando y gesticulando a nadie). Están siempre con los auriculares en sus orejas; escuchan Spotify o un audio-libro. Se vuelven locos con el último iPhone y no les importan los autos ni las casas lujosas y mucho menos las joyas. Cuando tienen tiempo, les gusta cocinar. Jamás tiran un papel en la calle. Cuidan el medio ambiente y demandan acciones inmediatas para detener el cambio climático. Si pueden, van a todos lados en bicicleta. Y no se aíslan. Son discutidores públicos. Los Millennials socialistas están acá y quieren ocupar su espacio.