La visita a Bagdad del presidente iraní, Hasan Rohani, esta semana, ha sido la primera desde que asumió el cargo hace seis años, y se produce en medio de una fuerte presión sobre los iraquíes por parte del régimen de Teherán, que quiere usar a Irak como una vía de escape a las sanciones estadounidenses. Con dirección a estas presiones y amenazas, aparece una pregunta inevitable para Occidente, y tal interrogante va en relación con la comunidad internacional. En otras palabras: ¿debería preocuparse Occidente de que Irak se convierta en un satélite iraní?
Teherán logró ingresar a la arena política iraquí luego de la caída del régimen de Saddam Hussein. Desde entonces, ha participado activamente en operaciones para marginar la presencia estadounidense allí a través de su apoyo a los grupos armados tanto sunitas como chiitas.
Ahora, Irán pretende convertir a Irak en otra "república desnaturalizada y manejada por los khomeinistas", al igual que lo hace desde varios años con el Líbano, ahora intenta ocupar Irak reclutando miles de militantes que pelearán en su nombre en todo el mundo, como lo están haciendo actualmente en Siria bajo el mando del general Qassem Soleimani. Pero lo mas importante es que Teherán también quiere que Irak se convierta en su agente financiero, financiando al Gobierno prosirio del Líbano, a Hezbollah y al presidente Bashar al Assad, con miles de millones de dólares.
Irán no desea que Irak tenga una autoridad fuerte, sino que sea un estado débil como el Líbano, gobernado por milicias como Asa'ib Ahl Al-Haq. Sin embargo, Irak es un país grande que tiene sus propios intereses y aspiraciones que son incompatibles con los intereses e ideas del régimen teocrático-extremista de Teherán.
Además, Irán es un país sitiado, mientras que Irak está abierto al mundo. Hoy Irak goza de sus mejores relaciones con los poderes centrales desde 1990, y se encuentra en una fase de transición y desarrollo que lo llevará a convertirse en uno de los países más ricos de la región si logra evitar el yugo iraní y logra desempeñar un papel independiente, soberano y libre sin estar subordinado a ningún otro país.
El primer ministro Adil Abdul Mahdi es muy consciente del estado de Irak, además, conoce bien las opciones disponibles. Abdul Mahdi sabe que Rohani quiere que renuncie a los intereses de su país después de que dijo en Teherán la semana pasada: "Hemos apoyado al pueblo iraquí en sus días difíciles". Sin embargo, Irán también hubiera podido superar sus actuales "días difíciles" y habría escapado del asedio de las sanciones económicas estadounidenses si hubiera accedido a abandonar su proyecto nuclear y dejara de exportar caos y revueltas entre sus vecinos, lo mismo si declinara, así, a sus intervenciones militares extranjeras.
Entonces, ¿por qué deberían los iraquíes pagar por las políticas extremistas y expansionistas de Teherán?
Teherán está ahora más asediada que nunca: sus petroleros están abandonados en medio de los océanos, no pueden usar el dólar estadounidense cuando venden sus productos, sea desde petroleo hasta alfombras, pistachos o vegetales, y han sido abandonados incluso por China y Rusia, los dos países que hasta hace pocos meses le brindaban su apoyo.
Ese apoyo ruso y chino estuvo disponible para Irán en sus preparativos para un enfrentamiento con los Estados Unidos, pero Irán no se vio obligado a luchar esa batalla; más bien, su régimen ha optado por desempeñar el papel de villano en la región, motivo por el cual se enfrenta actualmente a una situación de asedio como el que enfrentó Saddam Hussein en el pasado.
Los iraquíes ahora deben darse cuenta de que lo que está sucediendo es una batalla internacional, y en esa batalla pueden perder todo lo que han logrado desde que la estabilidad y la autoridad estatal regresaron a Bagdad. La única manera de que eso no suceda y de continuar el camino hacia la estabilidad de las instituciones iraquíes para Bagdad es alejarse de cualquier compromiso o alianza con Irán.
Rohani, el ministro de Relaciones Exteriores, Mohammed Javad Zarif, Soleimani y todos los demás altos funcionarios de Irán que han visitado Bagdad quieren que Irak se convierta en un Estado satélite subordinado. El Líbano es un claro ejemplo de la decadencia de un estado que cae bajo el dominio de Irán en la región, el Líbano ha padecido guerras y ha sufrido las consecuencias de enfrentamientos militares de Hezbollah en nombre de Irán desde los años ochenta hasta la fecha. Irak no tendrá más suerte que el actual y dividido Líbano si su dirigencia política no evita caer bajo el control iraní. Si eso sucede, no habrá posibilidad de resurgir económico ni político para el pueblo de Irak.
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