Faltaban cinco horas para la apertura de los centros de votación cuando, en la madrugada del sábado, la Comisión Electoral Nacional anunció sorpresivamente la suspensión de los comicios por una semana. "Para garantizar la celebración de elecciones libres, justas y creíbles, no es factible seguir con el proceso tal y como estaba programado", dijo Mahmood Yakubu, titular del organismo, en un enigmático mensaje.
Por el momento, se limitó a alegar problemas logísticos, pero sin dar más detalles. Lo cierto es que tres establecimientos de votación fueron quemados, y la oposición denunció que en numerosos estados no habían recibido las papeletas para sufragar.
Las elecciones fueron reprogramadas para el sábado 23 de febrero, a pesar de las quejas de los dos competidores principales: el presidente Muhammadu Buhari, que gobierna desde 2015, y el opositor Atiku Abubakar.
Dos candidatos controversiales
El 31 de diciembre de 1983, mientras los nigerianos que podían celebraban el fin de año, el mayor general Muhammadu Buhari lideró un golpe de Estado. El presidente Shehu Shagari fue derrocado y la Segunda República, que había sido fundada cuatro años antes, quedó sepultada. Ese mismo día, Buhari se autoproclamó jefe de Estado e inició una sucesión ininterrumpida de regímenes militares, que se extendería 16 años.
Tras 20 meses de un gobierno caracterizado por severos problemas económicos y una campaña de arrestos masivos en nombre de la lucha contra la corrupción, fue depuesto por otro alzamiento militar. Pasó más de tres años en la cárcel y, al ser liberado, se retiró temporalmente de la vida pública.
En 1999 regresó la democracia a Nigeria, y el ex dictador consideró que era el momento de volver a la cúspide del poder político. Sólo que ya no sería a través de las armas, sino del voto popular. "Soy un demócrata reformado", aseguró entonces.
Por el acostumbramiento de los nigerianos a los presidentes militares, y gracias al recuerdo de un régimen que parecía implacable con la corrupción, Buhari se convirtió en el jefe de la oposición. En las elecciones de 2003, 2007 y 2011 salió segundo, en medio de escándalos, denuncias de fraude y estallidos de violencia.
En 2015 se le dio. De la mano del Congreso de Todos los Progresistas, un partido fundado en 2013, derrotó al presidente Goodluck Jonathan, que iba por la reelección. A los 76 años, luego de un mandato en el que trató de mostrarse como el campeón de la honestidad —aunque con resultados bastante discutibles—, va en busca de un segundo período en las elecciones del sábado 23.
Su principal rival es Atiku Abubakar, del Partido Democrático del Pueblo, que gobernó hasta la llegada de Buhari a la presidencia. Tiene 72 años y entre 1999 y 2007 fue vicepresidente de Olusegun Obasanjo, el primer mandatario posterior a la dictadura.
Atiku es uno de los empresarios más importantes del país. Ser civil es una cualidad distintiva en la política nigeriana, pero su nombre y su trayectoria en el mundo de los negocios están muy ligados a la era de los generales.
El aspecto más controversial del candidato —por no decir escandaloso— es que construyó su fortuna siendo funcionario del Servicio Nacional de Aduanas. Comenzó haciendo inversiones inmobiliarias, pero se volvió millonario tras fundar una compañía de contenedores y logística, que operaba en los puertos que él debía supervisar.
Su defensa ante las lógicas acusaciones de conflicto de interés es que sólo tenía acciones en la compañía, pero no estaba a cargo de la gerencia. En 1989 dejó la función pública como vicedirector nacional de Aduanas. Ya era un magnate, y entonces comenzó a dedicarse a la política. Tiempo después, siendo vicepresidente, fue denunciado por lavado de dinero.
Desde la asunción de este gobierno, la compra de votos llegó a proporciones sin precedentes. A los electores se les paga y son inducidos públicamente en las cabinas de votación
"Una cuestión que diferencia a estas elecciones es el sentimiento de que ninguno de los dos partidos merece gobernar. La creencia es que ambos están igualmente conformados por dirigentes corruptos, y que no pueden llevar a Nigeria a la tierra prometida. Por eso hay muchos candidatos jóvenes disputando los comicios. Posiblemente no ganen, pero demuestran que la conciencia de los nigerianos está buscando alternativas a las debacles que acosan al país", sostuvo Temidayo David Oladipo, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Afe Babalola, consultado por Infobae.
A la decepción frente a la pobreza, la corrupción y las tendencias autoritarias, se suma el miedo, consecuencia de la amenaza omnipresente del terrorismo, personificado por Boko Haram. Esta organización islamista es responsable de más de 37.000 muertes desde 2011, según cifras del Council on Foreign Relations (CFR). Ningún otro factor tiene un potencial desestabilizador comparable sobre lo que pueda pasar en estas elecciones.
Una democracia en construcción
Con todas sus limitaciones, los 20 años consecutivos de gobiernos democráticos son un logro para Nigeria. Desde la independencia del Reino Unido en 1960, el país estuvo dominado por las Fuerzas Armadas y sufrió los enfrentamientos entre sus distintas facciones. Si bien la amenaza golpista no fue completamente erradicada, hoy no forma parte de los escenarios probables.
Claro que sigue siendo una nación con enormes dificultades sociales y económicas. A pesar de tener la décima reserva de petróleo del mundo, y de ser el octavo exportador, la mala administración de los recursos, y la desmedida dependencia de ese activo, explican que continúe siendo pobre.
Tiene el PIB más grande África en términos absolutos, pero como es también el país más poblado, con 190.8 millones de habitantes, su PIB per cápita es de apenas 2.240 dólares. También es muy bajo su Índice de Desarrollo Humano, que ocupa el puesto 157 a nivel mundial, con 0,532.
Su realidad socioeconómica no difiere demasiado de la que enfrenta el grueso de los países africanos, pero goza de mayores libertades civiles que muchos de sus vecinos. Además, tiene niveles de competencia política que, aunque estén lejos del ideal, permiten la alternancia entre gobierno y oposición. Lo demostró el triunfo de Buhari en 2015 ante Jonathan, entonces presidente en ejercicio.
"La democracia está bajo ataque en el mundo, desafiada por poderosos regímenes autocráticos como los de China, Rusia o Turquía, y tendencias antidemocráticas como el populismo. Por el momento, los progresos democráticos en África han resistido relativamente bien, pero necesitan ser ratificados. Una elección exitosa en Nigeria ayudaría a la causa democrática en el continente", dijo Giovanni Carbone, profesor del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de Milán, en diálogo con Infobae.
Con todo, no deja de ser una democracia frágil. Se vio tras las presidenciales de 2011, en las que Buhari denunció que hubo fraude y no reconoció el resultado. Indignados, sus seguidores protagonizaron una ola de ataques que dejaron 800 muertos en todo el país. En su mayoría, cristianos.
En los últimos cuatro años se produjeron otros episodios que generan preocupación. Los críticos de Buhari sostienen que durante su gobierno aumentaron los arrestos contra periodistas y activistas políticos, además de las intimidaciones a quienes se animan a criticarlo.
Emmanuel Oladipo, profesor del Departamento de Historia Mundial del Instituto de Humanidades de la Universidad Federal de Siberia, trazó un panorama desolador sobre el estado actual de la política nigeriana. "El voto ya no cuenta —dijo a Infobae—. Desde la asunción de este gobierno, la compra de votos llegó a proporciones sin precedentes. A los electores se les paga y son inducidos públicamente en las cabinas de votación, ante la presencia del personal de seguridad. Considerando que casi la mitad de la gente vive en la pobreza, es una práctica relativamente sencilla".
También hay un creciente cercenamiento de la independencia judicial, que llegó a su punto más crítico en enero, con la suspensión inconstitucional del presidente de la Corte Suprema, Walter Onnoghen. Si el resultado de las elecciones fuera impugnado, ese máximo tribunal intervenido tendría la última palabra.
"Esta elección será crucial para el futuro de la nación —dijo Temidayo Oladipo—. Por un lado, determinará la sustentabilidad de la Cuarta República, que ya lleva 20 años. Por otro, dirá si los nigerianos han llegado a la edad de elegir candidatos creíbles para representarlos en las diferentes instancias legislativas sin ser comprados con bienes materiales, algo que se ha convertido en un patrón en comicios recientes".
Las claves de la elección
Buhari fue el último hijo de su padre, el número 23, pero fue criado por su madre. Nació en el pueblo de Daura, ubicado en Katsina, uno de los estados del norte del país, donde el islam es la religión dominante.
Tenía 40 años cuando lideró el golpe de Estado que terminó con la Segunda República. Su breve período como presidente de facto es recordado porque estuvo repleto de excentricidades.
Un ejemplo es su "guerra contra la indisciplina" que incluía castigos insólitos. Los funcionarios públicos que no cumplían su horario eran obligados a hacer largas sesiones de salto de rana, y los estudiantes universitarios descubiertos haciendo trampa en un examen podían terminar muchos años presos.
Su campaña anticorrupción implicó el encarcelamiento de más de 500 políticos y empresarios. Algunos estaban efectivamente involucrados en desfalcos, pero otros eran sólo potenciales opositores. La represión alcanzaba a la prensa y a los círculos intelectuales, que vieron severamente recortadas sus libertades.
Su actual presidencia fue mucho más moderada, pero conservó esa impronta autoritaria. Si bien el discurso de la transparencia y la disciplina se mantiene como uno de sus estandartes, no se registraron avances concretos y varios de sus ministros fueron denunciados por corrupción.
"Algunos piensan que el Presidente no ha estado a la altura de las expectativas en términos de provisión de seguridad, creación de trabajo, respeto por el Estado de derecho y en el cumplimiento de la cruzada anticorrupción que prometió en campaña. Es más, la gente siente que la democracia en Nigeria se ha debilitado y tiene que ser rescatada. Y muchos creen que la economía está peor porque la administración Buhari no ha hecho lo suficiente", dijo Temidayo Oladipo.
De todos modos, en la medida en que el eje de la discusión electoral sea la dicotomía entre corrupción y transparencia, el mandatario tiene todo para ganarle a Atiku Abubakar, cuyo historial es mucho menos pulcro en la materia. Entre otras cosas, está acusado de haber desviado 125 millones de dólares de recursos públicos hacia sus empresas durante su gestión como vicepresidente, y de haber enviado 40 millones de dólares de origen desconocido a una cuenta en Estados Unidos, lo que ameritó la apertura de una investigación en el Senado.
Boko Haram viene interfiriendo en el proceso electoral desde que comenzó. El caso más reciente fue el ataque contra el convoy de un gobernador que hacía campaña por Buhari
Como contrapartida, se destacó como filántropo por su apoyo a estudiantes universitarios, y es visto como una personalidad más amigable y tolerante. Además, no son pocos los que creen que su éxito para los negocios privados podría trasladarse a los públicos.
Lo que el opositor necesita es que la conversación pase por la gestión de la economía y la calidad democrática, temas que dejan muy mal parado a Buhari. El ex vicepresidente dijo que la suspensión del titular de la Corte Suprema fue un "acto dictatorial", y pidió la supervisión internacional de los comicios.
"Los nigerianos van a decidir su voto sobre la base de quién crean más capacitado para resolver tres cuestiones claves —dijo Carbone—. Una es el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la creación de empleo. La segunda es la corrupción. En este punto, Abubakar es una figura más controversial que Buhari, que tiene un historial relativamente respetado, excepto por la remoción del presidente de la Corte. Por último, está el tema más dramático, la inseguridad. Desde los yihadistas de Boko Haram hasta los grupos secesionistas del Delta del Níger. La vida y la seguridad de demasiados nigerianos está en riesgo".
La amenaza de Boko Haram
La población nigeriana está partida casi a la mitad entre musulmanes, que viven predominantemente en el norte, y cristianos, que habitan en los estados del sur. Los comicios del próximo sábado tienen una rareza: los dos candidatos con chances de ganar nacieron en la parte boreal del país y profesan el islam.
Aunque la religión no haya sido directamente un tema de debate durante la campaña, lo fue y mucho en el pasado. Antes de competir por la presidencia en 2003, Buhari decía que había que instaurar la sharia en todo el territorio. Pero, con el correr de los años, fue matizando sus palabras y finalmente abandonó cualquier iniciativa semejante.
Una de las razones es que el islamismo quedó emparentado a Boko Haram, el gran terror de Nigeria. Fundada en 2002 por Mohammed Yusuf como una secta extremista que buscaba la purificación religiosa del país, se convirtió en una temible organización armada a partir de 2009, cuando el liderazgo del grupo pasó a manos de Abubakar Shekau.
Sus ataques más importantes comenzaron en 2011. Al principio, sus blancos predilectos eran las iglesias, ya que pretende erradicar a cualquier religión que no sea el islam salafista. Eso lo lleva a atacar también mezquitas de otras corrientes.
Entre 2014 y 2015 alcanzó su apogeo. Controlaba vastas porciones de territorio en el nordeste de Nigeria, en los estados de Adamawa, Borno y Yobe. En esa época, que coincidió con el auge del Estado Islámico en Siria e Irak, Shekau juró lealtad al autoproclamado califa, Abu Bakr al-Baghdadi.
Desde 2011 hasta la actualidad, asesinó a más de 16.000 civiles y a 2.000 miembros de las fuerzas de seguridad, según estimaciones del CFR. Cerca de 19.000 combatientes de la organización fueron abatidos en el mismo lapso. Además, dos millones y medio de personas fueron desplazadas de las regiones en conflicto y más de siete millones quedaron a punto de morir de hambre por el colapso de la economía y de la infraestructura local.
"Boko Haram puede querer inmiscuirse en las elecciones, porque siempre busca atacar en eventos importantes —dijo Emmanuel Oladipo—. Pero difícilmente el resultado de los comicios afecte a la secta, porque ningún gobierno estaría dispuesto a aceptar su principal demanda, que es el fin de la educación y de las prácticas occidentales. No obstante, si gana la oposición, es posible que Atiku quiera hacer un esfuerzo adicional para aplastarlos o llevarlos a la mesa de negociación".
La operación más espectacular de Boko Haram fue el secuestro de 276 estudiantes mujeres de una escuela en Chibok, el 14 de abril de 2014. El caso llamó la la atención de todo el mundo por la magnitud de la acción. Muchas de las niñas serían luego liberadas en el marco de negociaciones con el gobierno.
A partir de 2016, la organización empezó a perder hombres y territorio, ante la creciente presión del Ejército nigeriano, que contó con la ayuda de tropas de Camerún, Chad y Níger, también afectados por los ataques.
Buhari dijo en 2017 que Boko Haram había sido derrotado. Pero, si bien se redujo su poder de fuego, sigue siendo una amenaza de enorme dimensión para los nigerianos. Ya no hace los ataques más convencionales que hacía antes, pero aumentaron los atentados suicidas, que le permitieron matar a 297 personas en los primeros meses de 2018. En todo el año se estima que el número total de víctimas fatales supera las 1.000.
"Boko Haram viene interfiriendo en el proceso electoral desde que comenzó", sostuvo Adeyemi J. Ademowo, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Afe Babalola, consultado por Infobae. "El caso más reciente fue el ataque contra el convoy de un gobernador que hacía campaña por Buhari. También han amenazado a los ciudadanos que viven alrededor de los pueblos que tienen cautivos, para que no vayan a votar. Su temor es que un nuevo gobierno implemente una táctica desconocida contra ellos. De ahí que les preocupe mucho el resultado de las elecciones", agregó.
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