"No tengo dudas de que Instagram ayudó a matar a mi hija".
Con esta frase categórica Ian Russell tradujo lo que decenas y decenas de noches de insomnio le dictaban de forma desordenada, tratando de encontrar una explicación para la tragedia que enlutó su vida y la de su familia. Según él, fue esa red social la que contribuyó a que Molly, de dulces 14 años, decidiera poner fin a su vida.
Ian dio un largo reportaje en su casa a la BBC. Allí, en Middlesex, a un puñado de minutos al norte de Londres, continúa devastado. Pero quiere dar testimonio de lo que para él terminó de empujar a su hija a la muerte para contribuir con su nueva causa: la depresión y el suicidio en menores de 25 años.
Formalizó su cruzada con la creación de una fundación caritativa en el Reino Unido que da asistencia a adolescentes con fantasmas en sus cabezas. La Molly Rose Foundation tiene como misión "detectar a quienes padecen enfermedades mentales y conectarlos con la ayuda, el apoyo y los consejos prácticos que necesitan".
En su entrevista con BBC, Ian se lamenta: "Ella tenía mucho que ofrecer y eso se ha ido". Molly se quitó la vida en noviembre de 2017. Dejó cartas, citas y otros mensajes a sus padres. Pero, sobre todo, la huella de sus búsquedas en Instagram, lo que llevaron a su familia a alarmarse sobre una temática que afecta a miles de adolescentes en todo el mundo: la depresión y los intentos suicidas.
Rastreando sus búsquedas, encontraron los hashtags que incitaron a Molly a suicidarse. #Selfharm (autolesiones) es uno de ellos. #Suicide, otro. Al hacer una búsqueda de esas guías en las redes sociales pueden encontrarse videos perturbadores. Son publicados por los usuarios. Una vez que se busca uno de esos hash, Instagram sugiere más de esa misma temática, envolviendo al usuario en un círculo en que todo es blanco y negro. Incluso la vida.
Ged Flynn dirige la ONG de prevención al suicidio Papyrus. "El suicidio no es un hashtag", explica en la historia reproducida por la cadena británica. "Es una devastadora e inimaginable tragedia". Su organización advierte que solo en el Reino Unido, 200 alumnos secundarios cometen suicidio cada año.
"Si un algoritmo detrás de una plataforma de redes sociales está programada para sugerir más accesos, en este caso debería ser vista más seriamente", dice Flynn. Las leyes británicas son claras y dicen que si uno alienta el suicidio de una persona es cómplice de ese crimen.
—¿Eso hace a Instagram cómplice?
—Diría que tienen que observar cambiar sus algoritmos para salvar vidas. Y hacerlo ahora —responde Flynn.
Ian recuerda a Molly. También esa última noche en la que nada hacía pensar que podría decidir su propia muerte: "Era la menor de tres hermanas. En ese momento parecía ser una adolescente común. Tenía 14 años. Miraba hacia el futuro. Era entusiasta. Hizo la tarea escolar esa noche. Empacó su bolso y se preparaba para ir al colegio al día siguiente. Y cuando despertamos la mañana siguiente, estaba muerta".
"Es muy triste", dice, y agrega: "Creo que te das cuenta en un instante que tu vida nunca volverá a ser la misma".
El padre de Molly, quien era una excelente alumna en el Hatch End High School, relata cómo fue que se dieron cuenta del peligro que se ocultaba en las redes sociales. "Desde su muerte, pudimos mirar hacia atrás y raspar en la superficie de algunas cuentas de redes sociales que ella había estado siguiendo. Recuerdo una: 'El mundo es tan cruel… no quiero verlo más'".
"Había cuentas de personas que eran depresivas, o que se hacían daño a sí mismas, o suicidas. Y ella tenía mucho de ese contenido. Algunos de esos contenidos parecían ser positivos, quizás grupos de personas que trataba de ayudarse entre sí, formas de volverse positivos, para no autodañarse. Pero mucho contenido es chocante en el sentido que insta a lastimarse, vincula el autolesionarse con el suicidio y no tengo dudas de que Instagram ayudó a matar a mi hija", lanza Ian.
A partir de hurgar en el tema, realizó un análisis sobre las publicaciones que veía. "Los posteos son todos blanco y negro. Son fatalistas, no hay esperanza… Únete a nuestro grupo, tú estás deprimida, yo estoy deprimida, somos muchísimos. Entra a este club virtual. No sabíamos que algo así podía existir en una plataforma como Instagram. Y aún está ahí, abiertamente, son fáciles de encontrar, no están escondidas. Son públicas".
El periodista Angus Crawford, autor del artículo, consultó a Instagram sobre los esfuerzos que realiza para evitar que este tipo de manifestaciones continúen en franco ascenso en su plataforma. "Trabajamos de cerca con expertos alrededor del mundo para proveer apoyo a la comunidad de Instagram. No permitimos contenido que promueva o glorifique desórdenes alimenticios, autolesiones o suicidas y se removerá contenido de este tipo", señalaron en un breve comunicado.
"El mensaje que tengo para la industria de las redes sociales es: tomen esto seriamente. El suicidio es el primer caso de muerte en los chicos", advierte Flynn.
Por último, Ian revela que su niña de 14 dejó algunas notas para su familia. Notas de aliento, no de reproches. Explica ligeramente lo que sentía al momento de tomar esa decisión sin vuelta atrás. Las lee y se emociona. Una y otra vez. Es el último testimonio que tiene de su hija que ya no está. "Soy el problema en la vida de todos. Los amo a todos. Sean fuertes. Estoy orgullosa de ustedes".
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