Jean-Jacques Kourliandsky: "Macron quedó bloqueado y no veo cómo va a hacer las grandes reformas que tenía en los cajones"

El politólogo francés desmenuzó en una entrevista con Infobae al movimiento de los "chalecos amarillos" que conmueve a Francia. Además, estudioso de la realidad política latinoamericana, se refirió al colapso del "giro a la izquierda" y al fenómeno Bolsonaro en Brasil

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"No fue un sindicato ni una asociación, fue una señora que mandó un comentario en una red social". Así resumió Jean-Jacques Kourliandsky el surgimiento del movimiento político que dio vuelta a Francia en el transcurso de unas semanas, tras formarse de manera espontánea, sin liderazgos definidos.

Ese carácter anárquico, que probablemente limite sus probabilidades de sostenerse en el tiempo, es lo que le dio tanta fuerza a los "chalecos amarillos", que se volvieron incontrolables para el gobierno francés. Acorralado, Emmanuel Macron debió capitular ante sus demandas, pero ni siquiera así logró contenerlos del todo.

"Un año después de su elección, el Presidente ya no tiene margen de maniobra", dijo Kourliandsky en su paso por Infobae. "Quedó bloqueado y no veo cómo va a poder armar las grandes reformas que tenía en los cajones", agregó.

Politólogo y doctor en historia, dirige el Observatorio de América Latina en la Fundación Jean Jaurès y es investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París. Si bien se especializó en el estudio de la política latinoamericana, y tiene mucho para decir acerca de lo que está sucediendo en la región, es también una voz autorizada para referirse a la actualidad francesa. De todo eso habló en esta entrevista.

Las protestas de los chalecos
Las protestas de los chalecos amarillos paralizaron a Francia (CHRISTOPHE ARCHAMBAULT / AFP)

—El movimiento de los chalecos amarillos logró paralizar a Francia como hacía muchos años no ocurría. ¿Cómo explica su aparición y el impacto que tuvo en tan poco tiempo?

—Lo coyuntural es el aumento en el precio del diésel, que es más barato que la gasolina. Esto impactó mucho en una cierta categoría de la población, lo que un geógrafo llamó "la Francia periférica". Es gente de clase media media o media baja, que por razones de vida, problemas de trabajo o por tener una familia ampliada, no pueden seguir viviendo en las ciudades, donde el precio de la vivienda subió mucho. Pero no se van a la periferia, porque allí se concentra la población migrante. Van más lejos, a 40 o 50 kilómetros, donde pueden comprar una casa. Es un espacio entre campo y periferia donde hay pequeños pueblos y pocas cosas.

Es gente de clase media media o media baja, que por razones de vida, problemas de trabajo o por tener una familia ampliada, no pueden seguir viviendo en las ciudades

Por otra lógica de la sociedad global, desaparecieron los comercios de proximidad, como panaderías y carnicerías, y la gente tiene que hacer sus compras a 10 o 15 kilómetros, en un hipermercado. Además, los ciudadanos que viven allí no tienen los mismos servicios que los habitantes de las grandes ciudades, porque cerraron las oficinas postales, y hubo un reagrupamiento de las escuelas públicas y de los hospitales. En los últimos días, el Gobierno decidió suprimir también los tribunales locales.

Eso quiere decir que quienes viven en esa Francia periférica tienen que usar el auto para ir a trabajar, para llevar a los hijos a la escuela, para hacer sus compras, y cuando tienen problemas de salud o de justicia. Eso tiene un costo elevado, que compensaban porque tenían autos que funcionaban con diésel. El aumento tuvo un impacto muy fuerte en esta categoría de la población y salieron espontáneamente a la calle, movilizándose a través de WhatsApp o de otras plataformas. No hubo ningún sindicato, ninguna asociación. Fue una señora que mandó un comentario muy fuerte en una red social, y que fue retomado 10, 15, miles de veces, y decidieron cortar las vías de acceso a las ciudades centro. No llegaban los insumos a las fábricas, ni a los comercios, y el país fue paralizado.

—Ahora, por lo que usted cuenta, si bien hubo medidas del gobierno que sirvieron como disparador para el surgimiento de los chalecos amarillos, hay un descontento que se venía acumulando desde hacía muchos años.

—El gobierno de Emmanuel Macron llegó con una ideología antipartidaria, ni de izquierda ni de derecha, de contacto directo con el pueblo, para armar las reformas que el país necesita. Sostenía que hay que actuar de forma eficiente, como en una empresa, y redujo la capacidad de mediación de los partidos y de los sindicatos, que ya estaban bastante debilitados. Pero en los cambios que propuso se olvidó lo de no ser de izquierda ni de derecha: fueron realmente de derecha, con una transferencia de impuestos de los pobres a los ricos.

El aumento tuvo un impacto muy fuerte en esta categoría de la población y salieron espontáneamente a la calle, movilizándose a través de WhatsApp o de otras plataformas

Suprimió el impuesto sobre la fortuna que pagaba la gente con un capital de 1.3 millón de euros y se armó una política de apoyo a las empresas con este concepto que tienen todos los gobiernos conservadores y liberales de que hay que darle más dinero a la gente que ya tiene, porque va a gastar más y eso va a fomentar la inversión, el consumo y el empleo. Eso funciona más o menos en Francia, como en otras partes del mundo. Pero, como el Estado perdió dinero por esas medidas, tenía que recuperarlo para mantener el funcionamiento de los servicios públicos. ¿A dónde fue a buscarlo? Lo primero que hizo fue dar de baja las ayudas de 60 euros al año que recibían los estudiantes para pagar su vivienda. Fue presentada de una forma despectiva, transmitiendo esa idea de que 60 euros era poco, pero impactó mucho entre los estudiantes.

Después creó un impuesto nuevo para los jubilados en nombre de la solidaridad intergeneracional, con una explicación que tampoco fue muy acertada, diciendo que no trabajan y que perciben dinero, y que hay gente que no consigue trabajo, así que debían tener generosidad y aceptar el sacrificio de bajar sus pensiones para ayudar a los que no tienen empleo. Hacía pensar que eran parásitos sociales, cuando muchos de ellos trabajaron 40 años. Entonces, cuando surgió este movimiento de los chalecos amarillos, los jubilados fueron espontáneamente.

Emmanuel Macron quedó muy debilitado
Emmanuel Macron quedó muy debilitado (Ludovic Marin/Pool via REUTERS)

—Macron guardó silencio varias semanas y se mostraba inflexible, pero finalmente dio marcha atrás y anuló el impuesto a los combustibles y a los jubilados. ¿Será suficiente para desmovilizar a los manifestantes o se construyó algo que ya es muy difícil de desarmar?

—Bueno, son medidas de emergencia. No había manera de negociar ni de dialogar, y el país estaba paralizado. Eso iba a incidir en la tasa de crecimiento y en el turismo, porque hace 15 días se anunció que cerca del 20% de las reservas de visitantes extranjeros en París habían sido canceladas, y es un sector económico muy importante. El efecto de los cortes de autopistas también incidió en la actividad fabril y en el consumo general. Entonces había que tomar una decisión rápida, y el Gobierno resolvió cancelar las medidas que había tomado, lo cual va a tener un impacto importante en materia de desequilibrio presupuestario, porque pretendían anunciar que el déficit en 2019 iba a ser menor al 3% que exige la Unión Europea, pero aparentemente va a terminar siendo de 3,5 por ciento.

En los cambios que propuso Macron se olvidó lo de no ser de izquierda ni de derecha: fueron realmente de derecha

Una consecuencia es que, un año después de su elección, el Presidente ya no tiene margen de maniobra. Está bloqueado y no veo cómo va a poder armar las grandes reformas que tenía en los cajones. La de las pensiones, por ejemplo, que es como las que se hacen en todo el mundo para reducir su peso y su costo, que también iba a generar muchas polémicas y conflictos. No sé cómo podrá tomar nuevas medidas y hacer reformas un gobierno que tiene que retirar las iniciativas anunciadas. Eso va a tener incidencia sobre el papel internacional y europeo que quería jugar Macron.

La otra consecuencia es sobre el funcionamiento de la democracia. Todos los partidos políticos y los sindicatos fueron espectadores. Están intentando entrar, pero a quienes armaron esta manifestación no les interesa, y ya demostraron que pueden conseguir resultados sin ninguna mediación. Esto puede ampliar un fenómeno que existe en Francia desde hace varios años: el aumento del abstencionismo. Hay elecciones europeas en 2019 y en las anteriores fue del 50 por ciento. El partido de los abstencionistas puede ser en el futuro mayoritario en el país. Es también por culpa de los partidos, que desde hace años, sean de izquierda o de derecha, están desconectados de lo real y se encerraron en un concepto de política de tipo norteamericano, de relato, de marketing, y no de intentar convencer al elector, porque eso supondría tener argumentos fuertes, conectados con la realidad del mundo global y de lo que es la integración europea, que es muy distinta de lo que era al principio.

(Lucas BARIOULET / AFP)
(Lucas BARIOULET / AFP)

—Se podría pensar que esto que usted describe crea las condiciones para que estas personas sean interpeladas por un liderazgo antisistema.

—Es posible. La ultraderecha podría. Pero en las elecciones presidenciales del año pasado, (Marine Le Pen) centró su campaña en el "Frexit", en la posibilidad de salir del euro, pero perdió y eso desató una crisis interna. Ahora volvió a su temática tradicional antiinmigrantes y de inseguridad. Pero en estas manifestaciones nadie habló de inmigrantes ni de inseguridad, sino del impacto que tiene en su nivel de vida una decisión económica. Así que, por el momento, no veo cómo la ultraderecha va a poder entrar en lo que está pasando.

La izquierda radical no tiene presencia en esa Francia periférica, que tiene una cultura muy individualista. Es gente que que está saliendo a manifestar por primera vez, y que cuando volvía a su casa a la noche se sentaba delante del televisor o de internet. No es la cultura de la izquierda tradicional ni de la populista. Aunque eso no significa que, dentro del 40% que votará en los comicios del año que viene, los partidos populistas no puedan sumar bancas.

Jair Bolsonaro, presidente electo de
Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil (Reuters)

Izquierda, derecha y Bolsonaro en América Latina

Jean-Jacques Kourliandsky no es un investigador que mira a América desde Europa. Aunque vive en Francia, sus estudios sobre la realidad política de la región se apoyan en rigurosos y continuos trabajos de campo, en el terreno.

Varias veces por año visita distintos países latinoamericanos y, cada vez que viene, los recorre, entra a los barrios y conversa con sus habitantes. Eso le permite tener una mirada de primera mano sobre los fenómenos locales, que se percibe en sus reflexiones.

—¿Cómo ve los cambios que se están produciendo en América Latina, que tras el "giro a la izquierda" de los 2000 parece estar en un contragiro, con varios gobiernos liberales y promercado?

—Hubo un contexto excepcional en los años 2000 — 2010, en los que el petróleo, la soja, la carne, el cobre, el café, y todos los productos primarios que exporta América Latina subieron mucho. Entonces, en un momento en el que seguía la crisis de la posdemocracia, con administraciones neoliberales que presionaron socialmente a la gente, fueron votados gobiernos contrarios, cada uno con las características de los distintos países. Pero todos siguieron el mismo modelo: aprovechar la bonanza para hacer políticas de reparto social, de lucha contra la pobreza y las desigualdades, que fueron muy eficientes pero que no tenían garantías de sostenerse, porque no hubo una reflexión sobre la necesidad de cambiar el modelo productivo, ni de hacer una reforma fiscal.

Entonces, cuando vino la crisis, cuando China dejó de comprar tanto y los precios bajaron, estos gobiernos encontraron serias dificultades y contradicciones sociales muy fuertes. La única forma de mantener los programas sociales era hacer una reforma fiscal para que paguen los más ricos. En Brasil resolvieron no aceptar e hicieron lo que se define como un golpe parlamentario.

Lo que le permitió ganar a Bolsonaro fue adoptar en su discurso político la manera de hablar de los pastores

—¿Cómo explica el surgimiento del fenómeno Bolsonaro en este contexto?

—Con Bolsonaro hubo otro mensaje ideológico que permitió captar, esta vez no por un golpe sino por el voto, a la gente más pobre, utilizando de una manera muy particular el peso que tienen las iglesias pentecostales en los barrios de la periferia, con el apoyo de la red de pastores. Bolsonaro se hizo bautizar en las aguas del río Jordán en Israel, en 2016, por un pastor de la Asamblea de Dios. Todo fue filmado y transmitido por YouTube, lo que le dio una imagen muy fuerte. Además, retomó la ideología de género conservadora y retrógrada que tienen esas iglesias.

Pero, sobre todo, lo que le permitió ganar fue que adoptó en su discurso político la manera de hablar de los pastores. Las congregaciones pentecostales son muy intolerantes con las otras, consideran que ellas están en el camino del bien y que las demás están en el del mal, en el camino de Satán, como se hablaba en la Edad Media europea. Bolsonaro entendió esto y adoptó el mismo discurso. Él habla mucho de la verdad, y dice que los otros, comunistas y socialistas, están en la senda del error. Es muy elemental, pero de esa manera logró que lo entienda la gente de la periferia. Así construyó un discurso hegemónico.

Al principio tenía sólo 15% o 16% de apoyo, de gente con dinero, de estudios universitarios, blancos, que eran su núcleo de base. Pero lo amplió con el elemento ideológico de los pastores, que fue fundamental para que lo acompañen los pobres. Y los empresarios, cuando se dieron cuenta de que no tenían un candidato adecuado, decidieron que, a pesar de su manera de hablar y de sus temáticas arcaicas en materia moral, no había otra salida que votar a Bolsonaro para mantener las reformas que se hicieron desde 2016.

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