"Que no haya acuerdo es preferible a un mal acuerdo", decía Theresa May en enero de 2017. Aún no habían comenzado las negociaciones con la Unión Europea (UE) y estaba confiada en que, con tiempo, iba a poder sellar un trato de salida favorable a su país.
Casi dos años después, la postura de la primera ministra se modificó radicalmente. Tras comprobar que Bruselas no tiene ninguna intención de facilitarle el divorcio, y que el ala radicalizada del Partido Conservador no está dispuesta a aceptar ninguna concesión, se dio cuenta de que un Brexit sin acuerdo pasó a ser el desenlace más probable.
No lo dice abiertamente, pero sus últimas decisiones sugieren que ahora piensa que cualquier trato es mejor a ninguno. Por eso, esta semana decidió posponer la votación en la que la Cámara de los Comunes iba a rechazar el trabajoso pacto que alcanzó en noviembre con los líderes europeos, e inició una gira para convencer a algunos de ellos de revisar lo firmado.
Sin embargo, Angela Merkel no dejó ningún resquicio. "No se puede cambiar", dijo la canciller alemana durante el encuentro que mantuvieron el martes en Berlín. Para completar el escenario apocalíptico, esa misma noche un importante grupo de tories rebeldes lograron forzar un voto de censura en el Parlamento para destituirla.
May sobrevivió. Una mayoría de parlamentarios conservadores de 200 contra 117 se inclinó por su permanencia. No es que la quieran demasiado. A esta altura, nadie quiere ocupar un lugar en el que el fracaso parece garantizado.
El Reino Unido tiene hasta el 29 de marzo de 2019 para decidir qué hacer. A menos que los otros 27 miembros de la UE le otorguen una improbable prórroga, o que resuelva unilateralmente cancelar el proceso, ese día quedaría oficialmente fuera de la unión.
Hay un punto muerto porque no hay una mayoría a favor de ningún plan de acción
La única forma de evitarlo es que May consiga persuadir a la Cámara de aprobar en enero el acuerdo que iba a rechazar esta semana, ya que incluye un período de transición de dos años, que entraría en vigencia el 30 de marzo. Todo indica que eso no va a suceder. Mientras tanto, la libra sufrió su peor caída en 18 meses y el Reino Unido se hunde en una crisis autoinducida con pocos parangones en la historia.
"Hay un punto muerto porque no hay una mayoría a favor de ningún plan de acción. La propuesta de May no tiene apoyo suficiente, pero tampoco las de aquellos que quieren cancelar el Brexit, hacer uno sin acuerdo, buscar un pacto diferente o hacer un nuevo referéndum. Todas las opciones que están sobre la mesa enojan a parte importante de la población y del Parlamento. Alguna tendrá que suceder, pero no está claro cuál será", explicó Tim Oliver, profesor del Instituto de Diplomacia y Gobernanza Internacional de la Universidad Loughborough, consultado por Infobae.
Un proceso completamente trabado
"La clave del problema es que la elite política británica aún no logra comprender qué es lo que votó la gente en junio de 2016, cuando el 52% optó por salir de la UE —continuó Oliver—. Irse puede significar muchas cosas diferentes, e incluso puede estar relacionado a la política doméstica y no sólo a las relaciones con Europa. May trató de definir qué es lo que debería ser el Brexit, pero despertó ira y oposición. El resultado es que el proceso ha consumido, confundido y humillado a la elite política británica".
En lo que coincide la mayoría de los políticos y de los analistas es en que una ruptura abrupta sería peligrosa, porque la economía y la sociedad británica, que están muy integradas a Europa, quedarían en una limbo. Eso es lo que busca prevenir el acuerdo alcanzado entre Downing Street y Bruselas.
Entre otras cosas, el texto establece que los ciudadanos británicos que viven en países de la UE, y los europeos radicados en el Reino Unido, conservarán sus residencias y sus derechos sociales. También asume que Londres tendrá que pagarle a Bruselas unos 49.000 millones de dólares a modo de devolución por recursos recibidos, algo que enloquece a los halcones conservadores.
La clave del problema es que la elite política británica aún no logra comprender qué es lo que votó la gente en junio de 2016
"La situación proviene de una profunda división al interior del Partido Conservador, que no puede acordar una solución. Si hubieran podido, podría haber perspectivas de alcanzar una mayoría en la Cámara de los Comunes. Pero ahora hay una parte importante del partido en contra del pacto con Bruselas, porque consideran que el backstop, que garantiza que no haya una frontera dura en Irlanda, deja al Reino Unido atado a la UE en el futuro. La verdad es que muchos representantes de la vieja guardia conservadora preferirían que no haya una salida negociada, y quieren capitalizar el caos que podría surgir", dijo a Infobae Emmy Eklundh, profesora del Dempartamento de Estudios Europeos e Internacionales del King's College de Londres.
La cuestión de la frontera entre la República de Irlanda —país independiente que pertenece a la UE— e Irlanda del Norte —una de las cuatro naciones que integran el Reino Unido— resultó ser una de las más complejas del proceso. Para evitar que se instaure una división tajante, que podría reactivar los históricos enfrentamientos entre los que quieren la unificación de las dos irlandas y quienes pretenden seguir en el reino, el entendimiento establece una red de seguridad o barrera trasera, bautizada backstop en inglés.
"Como Irlanda seguirá siendo miembro de la UE, pero Irlanda del Norte dejará de serlo, el tema de los límites pasó a ser muy importante. Esto se debe a que afecta el Acuerdo de Viernes Santo, el proceso de paz que lleva ya 20 años, y que permitió incrementar el intercambio fronterizo de bienes, servicios y personas. Nadie quiere una frontera dura, con los controles de documentación y la infraestructura física asociada a las fronteras", sostuvo Paul James Cardwell, profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Strathclyde, en diálogo con Infobae.
El backstop se activaría si, al cabo del período de transición que contempla el acuerdo, las partes no llegan a un arreglo respecto de cómo serán las relaciones comerciales tras el divorcio. Estipula que Irlanda del Norte forme una unión aduanera con Dublín y con el resto de Europa, lo que permitiría que continúe el libre tránsito de bienes en la isla. La solución enoja a muchos euroescépticos.
"Esto crearía un una división de facto en el Mar de Irlanda entre la isla y Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra y Gales) —dijo Cardwell—. Es algo inaceptable para la principal fuerza política de Irlanda del Norte, el Partido Unionista Democrático (DUP). Aunque hizo campaña a favor del Brexit, la población norirlandesa votó por la permanencia".
Hacia un Brexit sin acuerdo
Ante las dificultades que está experimentando May, los proeuropeos apuestan a que haya un nuevo referéndum antes del 29 de marzo. Creen que el resultado sería diferente al de 2016. Pero no dan los tiempos y no parece posible que consigan el apoyo necesario.
Por su parte, el Partido Laborista quiere que haya elecciones anticipadas, y aspira a ganarlas. Eso le permitiría ir a Bruselas a negociar su propio Brexit. Pero la ventaja con la que May derrotó la rebelión interna que sufrió hace pensar que va a continuar en el poder.
De no haber grandes cambios, el escenario más factible hoy es que se produzca un divorcio sin acuerdo. Si bien Downing Street tratará de evitarlo en los próximos tres meses, ya casi no hay margen para seguir negociando, y tanto los mandatarios europeos como una porción importante de los tories tienen posturas demasiado cerradas.
"Irse sin ningún trato de por medio sería desastroso. Crearía enormes problemas económicos, legales y políticos en el Reino Unido, y una disrupción importante en parte de la UE. No habría reglas para la importación de alimentos ni de medicamentos, y la imposición de controles fronterizos sobre sobre los camiones generaría grandes demoras. Los ciudadanos europeos en el Reino Unido, y los británicos en la UE, quedarían en un estado de incertidumbre. Esencialmente, 45 años de integración económica se terminarían de la noche a la mañana", afirmó Cardwell.
Irse sin ningún trato de por medio sería desastroso. Crearía enormes problemas económicos, legales y políticos en el Reino Unido
Las secuelas más temidas son las comerciales. Los productos que entran y salen del país, provenientes o con rumbo al resto de Europa, pasarían a pagar los mismos aranceles que los de cualquier nación ajena al bloque. Eso encarecería insumos para empresas que producen en el Reino Unido, y las haría perder mercados a las que exportan.
"Casi todos los economistas, funcionarios, negociadores, analistas y legisladores creen que un Brexit sin acuerdo sería una muy mala idea —dijo Oliver—. El mundo nunca ha visto a una economía grande, democrática y avanzada intentar, en un plazo tan corto, desenchufarse de sus principales socios comerciales como haría el Reino Unido si no hubiera un trato. Incluso algunos de los que apoyan la salida admiten que causaría una disrupción económica significativa. Creen que duraría sólo unas semanas o meses, y que en el largo plazo el país estará mejor, pero nunca está claro cuánto tiempo pasaría".
No sólo se trataría de un fenomenal desbarajuste económico. Los problemas logísticos podrían generar desabastecimiento de bienes sensibles, como los remedios. Ante esa amenaza, hay asociaciones médicas solicitando que se tomen medidas de emergencia, como traer preventivamente aviones cargados con ciertas drogas.
"Lo más importante a tener en cuenta sobre estas posiciones irracionales es que la clase política británica está muy alejada de la vida cotidiana de los ciudadanos. Muchos parlamentarios provienen de la riqueza extrema y tienen intereses particulares en que el Reino Unido siga siendo un país atractivo para el capital internacional. Así como muchos individuos hicieron dinero con la crisis de 2008, hay muchos que se beneficiarían con un Brexit caótico", concluyó Eklundh.
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