Amantes de los animales hay en todos lados, pero pocos son tan creativos como Andréi Shcherbak, que en su cuenta de Instagram (Odnoboko) muestra el arte que hace en homenaje a los felinos que tanto adora.
Shcherbak es director creativo de Mediapronet, una agencia de publicidad con sede en Moscú. Andréi, se muestra en cada fotografía con gafas deportivas y barba, posa por lo general con fondos urbanos y paisajes rurales donde no pueden faltar sus amados gatos, lo inusual es el tamaño que les proporciona.
Los gatos "interactúan" y siguen a Andréi a todas partes: juegan, se pelean, se relajan, hacen ejercicio, de todo.
Cuando Andréi era niño su introversión era su principal característica y no ha cambiado mucho desde entonces. "Solo suelo comunicarme con otras personas durante dos o tres horas a la semana. Y los dibujos con gatos son, de alguna manera, una forma de comunicación, un punto de conexión entre mi mundo y el tuyo", escribió en un post de Instagram.
Cada una de sus fotos tiene una leyenda que revela algo sobre su vida. Por ejemplo, debajo de una foto en la que aparece con un gato gigante en un monasterio, dice que es un viejo creyente y cuenta un poco la historia del movimiento religioso.
También cuenta una historia de su infancia. A los nueve años pasó el verano con su abuela, que tenía una cabra. Pidió a Andréi que cuidara del animal y se encariñó mucho en los dos meses que pasó con él.
"Lo trágico ocurrió al final del verano. Una jauría de perros llegó detrás de un garaje y lo destrozó delante de mis ojos… Me las arreglé para sobrevivir saltando sobre unos bloques de hormigón, donde me refugié para arrojar piedras a los perros borrachos de sangre. Recuerdo cómo lo llevé a casa, en un pequeño carro donde solía colocar una bolsa con hierba" publicó en otro post.
"Recuerdo los jadeos y cómo corría su sangre, los interminables intentos por llamar al veterinario. La ansiedad y lágrimas. Finalmente, la conclusión del veterinario. Lo vi colgado de los pies y cortando su garganta, la sangre brotando. Por la noche cenamos shashlik (kebabs). A los nueve años me comí a mi amigo", escribió.
En otro pie de foto, recordó que una casi se ahoga. "Cuando era niño me encantaba nadar en una colchoneta. Era colorida pero resbaladiza por un lado, mientras que por el otro era gris y áspera. Siempre ponía el lado colorido hacia abajo, porque tenía miedo de precipitarme en el agua profunda ya que no sabía nadar. Sin embargo, una vez caí al agua y empecé a ahogarme. Lo último que vi fueron los colores brillantes, distorsionados por el agua, que le dieron un aspecto aún más festivo. Me salvó mi abuelo". La experiencia le enseñó a vivir la vida al máximo.
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