La tensión aumentó este sábado en París cerca de los Campos Elíseos, en donde la policía lanzó gases lacrimógenos contra "chalecos amarillos" que se enfrentan a las fuerzas al grito de "¡Macron dimisión!".
El ministro del Interior, Christophe Castaner, dijo a los medios en la noche del sábado que la policía francesa ha realizado 1.385 arrestos en la cuarta jornada de protestas, que habrían reunido a unas 125.000 personas. El funcionario, en una rueda de prensa celebrada a las 19:30, hora local, afirmó que de esas unas 900 personas siguen bajo custodia.
Además, las autoridades confirmaron que hay 118 heridos en distintos puntos de Francia. También hay barricadas en las calles y los manifestantes prendieron fuego autos.
La policía disparó numerosos proyectiles de gas lacrimógeno para hacer retroceder a manifestantes, en una calle adyacente a los Campos Elíseos, cerca del Arco del Triunfo. Alrededor de 1.500 personas se manifestaban en la célebre avenida parisina, según la prefectura de París.
Las autoridades, que temen un estallido de violencia, están llevando a cabo controles en las estaciones de ferrocarril y en los puntos estratégicos de la capital.
El gobierno, que se preparó para una "gran violencia", desplegó de forma "excepcional" cerca de 90.000 policías en todo el territorio, que están apoyados en París por una decena de vehículos blindados para proteger los edificios públicos y despejar las barricadas.
Además de algunos miembros de los "chalecos amarillos" que se han radicalizado, el Ejecutivo temía la movilización de grupos de extrema derecha y extrema izquierda que podrían aprovechar las manifestaciones para sembrar el caos.
El fuerte dispositivo de seguridad desplegado en varios puntos estratégicos de la capital, incluyendo la sede de la presidencia y los Campos Elíseos, ha convertido el centro de París en una ciudad fantasma, con museos, monumentos y estaciones de metro cerradas.
Los comercios de la zona de los Campos Elíseos amanecieron el sábado con paneles de madera en sus escaparates para evitar potenciales daños y saqueos. Muchos no abrieron, a pocas semanas de las fiestas de fin de año.
En la mente de todos los franceses están las imágenes de la última protesta de los "chalecos amarillos" el sábado 1 de diciembre, que desembocaron en escenas de guerrilla urbana, un escenario que las autoridades quieren evitar a toda costa en esta ocasión.
Esta ola de manifestaciones comenzó el 17 de noviembre en oposición a un aumento de los impuestos a los combustibles, pero en las últimas semanas se ha convertido en una protesta generalizada contra la política económica y social del gobierno.
El presidente Emmanuel Macron cedió esta semana a algunas de las demandas de los manifestantes. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que hacía parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses.
Pero estas medidas no han sido suficientes para apagar la cólera del los "chalecos amarillos", un movimiento sin estructura ni dirigentes, que expresa el hartazgo de la clase media que ha perdido poder adquisitivo.
"Esperamos al señor Macron"
El primer ministro Edouard Philippe recibió el viernes por la noche a una delegación de los llamados "chalecos amarillos libres", un ala moderada de este movimiento que ha instado a la gente a no ir a París este sábado.
"El primer ministro nos escuchó y prometió comunicar nuestras reivindicaciones al presidente. Ahora esperamos al señor Macron. Esperamos que hable ante el pueblo de Francia como un padre, con amor y respeto, y que tome decisiones fuertes", dijo a la salida de la reunión un portavoz del movimiento, Christophe Chalençon.
El presidente, "que no quiere echar leña al fuego", se ha mantenido en silencio toda la semana, en medio de la peor crisis de su presidencia. Está previsto que hable la próxima semana.
El viernes por la noche se reunió durante cerca de una hora, sin medios de comunicación, con unos 60 gendarmes de un escuadrón movilizado en los Campos Elíseos, ante los cuales pronunció unas palabras de "aliento y "agradecimiento" por su labor, señaló la presidencia.
En las redes sociales proliferaban los llamados a la dimisión del Macron, cuya popularidad se ha derrumbado, con apenas 23% de aprobación tras año y medio en el poder.
En algunas regiones de Francia, las autoridades prohibieron las manifestaciones este sábado, así como la venta y transporte de gasolina, los artificios pirotécnicos y productos inflamables o químicos, para evitar que los manifestantes prendan fuego a las barricadas.
Varias embajadas extranjeras han recomendado a sus ciudadanos residentes en Francia o de visita en la Ciudad de la Luz extremar las precauciones este sábado.
El gobierno teme además un contagio de la contestación social a otros sectores, sobre todo entre los estudiantes, que han salido a manifestar en los últimos días, en protestas empañadas por enfrentamientos con la policía.
Además de las manifestaciones de los "chalecos amarillos", este sábado están previstos en Francia un centenar de desfiles, en respuesta a un llamado internacional para alertar sobre el cambio climático, coincidiendo con una conferencia sobre el clima de la ONU en Polonia.
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