Al grito de "¡Salman, Satanás!" o "¡No queremos dinero sucio!", una multitud de tunecinos protestaron el martes por la visita oficial del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, a Túnez.
Pese al frío y la lluvia, la marcha comenzó pasado el mediodía y recorrió la avenida Habib Bourguiba, corazón de la capital y centro neurálgico de la revolución popular que en 2011 acabó con la dictadura de Zinedin Ben Alí -desde entonces refugiado en Arabia Saudí- y desencadenó las "primaveras árabes".
"Túnez es un país para la libertad y es un ejemplo que deben aprender otros dirigentes del mundo árabe para no repetir cosas como las que ha hecho Salman", explicó a Efe la joven activista Samia Bousseda.
"Es una vergüenza para los árabes y para los tunecinos. Nunca debería haber sido invitado a nuestro país, supone una deshonra y un ataque contra nuestra lucha", abundó a su lado Jamila Boujamil, que se identificó como ama de casa.
Y es que la controvertida visita que hoy comienza el príncipe heredero saudita, al que se acusa de ordenar el reciente asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el interior del consulado de Arabia Saudita en Estambul, ha divido a la clase política y socavado la imagen del presidente tunecino, Beji Caïd Essebsi.
Partidos de oposición como los islamistas de Ennahda, socio del Gobierno y principal fuerza en el Parlamento, han calificado la visita de "inoportuna" y han criticado que el mandatario se haya plegado "a las presiones sauditas".
"Beji forma parte del antiguo régimen, no hay que contar con él, no es un revolucionario y ni tan siquiera es un demócrata. Es un cómplice del antiguo régimen y como tal tiene amistad con el régimen saudita. Si yo estuviera en su lugar jamás aceptaría a Ben Salman en Túnez", aseguró a Efe un miembro de la directiva del nuevo "Movimiento Democrático" de Túnez.
"Lo recibe solamente para recibir dinero y ese dinero es sucio. Es el dinero que pagó Khashoggi, que era una voz libre y que quería hacer algo por los árabes", dijo Najib Khajebi, del mismo partido, fundado el pasado febrero.
Varios responsables de partidos de oposición coincidieron en señalar a Efe que la visita es el resultado de un chantaje económico.
Al parecer -no se ha informado oficialmente- Bin Salman llegó con una ayuda de 2.000 millones de dólares en créditos blandos bajo el brazo, un contrato para vender cazabombarderos al Ejército tunecino y 400 millones de euros anuales en petróleo a precio preferencial.
Desde que se anunció la visita, hace una semana, se desató la polémica política.
Túnez no aparecía, de hecho, en la lista de países mencionados en el primer comunicado saudita sobre la gira del príncipe, que incluye otros países de la región como Egipto y Argelia y su presencia en la cumbre del G-20 en Buenos Aires a finales de esta semana.
La versión saudita afirma que fue la Presidencia tunecina la que decidió extender la invitación a Bin Salman y que este la aceptó con gusto.
La ayuda económica saudita sería un bálsamo para un país asediado por una gravísima crisis económica, al borde de la bancarrota y del estallido de un movimiento de protesta social como el que propició las "primaveras árabes", un movimiento libertario que Arabia Saudí ha criticado y combatido.
"Necesitamos dinero, es cierto, pero queremos dinero limpio, no manchado con la sangre de un periodista, de la represión que ya conocimos", dice Mohamad Zaruthi, un joven que hoy se saltó las clases "para defender los derechos".
Exitosa en el plano político, la revolución tunecina ha fracasado hasta la fecha en lo social -los derechos han avanzado poco y en algunos casos han vuelto a retroceder- y en lo económico, con los mismos problemas que desataron las protestas de 2011: la corrupción y el desempleo.
Hace dos años, la parálisis económica llevó al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a conceder a Túnez un crédito de 2.500 millones de euros a cambio de recortes y otras medidas de austeridad que han contribuido a agitar aún más la protesta social.
Con información de EFE
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