"Las intrigas sangrientas en la Casa de Saud no tienen nada que envidiar a la serie Game of Thrones", escribió David Ignatius en The Washington Post. En una investigación, el columnista vinculó el asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudita en Estambul con las divisiones internas en Riad. "La lucha por el poder dentro de la familia real saudí ayudó a alimentar la paranoia y la temeridad del príncipe heredero Mohammed bin Salman", afirmó.
Y aunque el fiscal a cargo del caso en el reino acusó a 18 personas por el homicidio, los principales servicios de inteligencia del mundo atribuyen la autoría del crimen del periodista a Mohammed, quien participará del G20 en Buenos Aires. Debido a ese viaje, la ONG estadounidense Human Rights Watch pidió a la justicia argentina que investigue la responsabilidad del hijo del rey Salmán por crímenes de lesa humanidad. Todavía no se sabe si el juez Ariel Lijo abrirá una causa que pudiera causarle problemas legales a Mohammed.
"La escena inicial de esta pelea familiar sucedió en enero de 2015 en una habitación de hospital VIP en Riad, donde el rey Abdalá agonizaba. Según un ciudadano saudí presente, los hijos y los cortesanos de Abdalá se demoraron brevemente en informarle a su sucesor, Salmán, que el monarca había muerto", describió Ignatius.
Abdalá había tenido problemas de salud desde 2010, y en 2014 se había agravado. Llegó al hospital de urgencia y pronto entró en coma. Sus hijos especulaban sobre la posibilidad de que uno de ellos, Mutaib, comandante de la Guardia Nacional, lo sucediera, cuando el entonces príncipe heredero Salmán entró y preguntó:
—¿Dónde está mi hermano?
—Descansa —le dijo Khaled al Tuwayjiri, jefe de la corte de Abdalá.
Cuando Salmán comprendió que, en realidad, descansaba por toda la eternidad, se enfureció y abofeteó al hombre que le había mentido, a quien echó de inmediato.
Desde entonces, los clanes de los medio-hermanos Abdalá y Salmán (hijos de distintas madres y del mismo padre, el fundador del estado moderno saudí y su primer rey, Abdulaziz) se han enfrentado en el país con efectos colaterales en el mundo, incluido el intento de secuestro en China, por orden de Mohammed, en 2016, de un miembro de la facción de Abdalá.
"MbS, como se conoce al hijo de Salmán, se volvió cada vez más ansioso y agresivo hacia aquellos que considera sus enemigos", reseñó el columnista el panorama que le describieron sus fuentes, que solicitaron anonimato por la sensibilidad del tema. "Desde 2017 un equipo de agentes de inteligencia saudíes, bajo control de la corte, comenzó a organizar secuestros de disidentes, dentro y fuera del país".
Esos secuestrados eran retenidos en sitios secretos: "Los saudíes utilizan duras técnicas de interrogación mejoradas, un eufemismo por tortura, para hacer que los detenidos hablen". Luego debían firmar que guardarían silencio.
Uno de esos equipos llegó a Estambul desde Riad para encontrar a Khashoggi en el consulado saudí. "El periodismo provocador de Khashoggi y sus vínculos con Qatar y Turquía habían ofendido al cada vez más despótico príncipe heredero, quien emitió la orden de 'llevarlo de vuelta' en julio de 2018".
Aunque la inteligencia estadounidense no comprendió lo que eso significaba hasta que el periodista ingresó al edificio del consulado para nunca salir, Washington DC se ha mantenido al tanto de las luchas internas de la Casa de Saud. El 4 de noviembre de 2017, luego de una visita del yerno y asesor presidencial Jared Kushner, Mohammed dio una especie de golpe al arrestar a más de 200 príncipes y empresarios y retenerlos en el hotel Ritz-Carlton de Riad.
"A la cabeza de la lista de enemigos de MbS en el putsch del Ritz-Carlton estaba el príncipe Turki bin Abdalá, un ambicioso hijo del rey anterior, quien había comunicado a los contactos estadounidenses y chinos su preocupación por las decisiones erráticas de MBS", escribió Ignatius. "Turki permanece cautivo, y su principal asesor militar, el teniente general Ali al-Qahtani, murió en la cárcel luego de haber sido retenido en el Ritz-Carlton".
Otro de los detenidos principales fue Khaled al Tuwayjiri, el ex jefe de la corte que mintió a Salmán que Abdalá descansaba. Actualmente se encuentra con arresto domiciliario.
Abdalá todavía era rey cuando los miembros de la familia real se espiaban mutuamente, con teléfonos intervenidos y dispositivos de vigilancia en ceniceros. La práctica continuó y mejoró con el ascenso de Salmán y la influencia de su hijo favorito. Un ex miembro de la fuerza aérea aficionado al hackeo y las redes sociales, Saud al Qatani, pasó de apestado (había sido colaborador de Tuwayjiri) a director del Centro para Estudios de los Medios de la nueva corte.
"Qatani alimentó las sospechas de MBS sobre rivales potenciales y planes de golpes. Qatani también comenzó a crear ciberarmas para usar en nombre de MbS. En junio de 2015 contactó a un grupo dudoso de Italia, el Hacking Team, para la compra de herramientas tecnológicas secretas", según el Post. Los agentes estadounidenses creen que este comandante de datos de Mohammed, que carga con la culpa según Riad, organizó el asesinato de Khashoggi a pedido de su jefe.
Al mismo tiempo el rey Salmán se movió con decisión en la interna familiar. Sacó a dos hijos de su hermano, Turki y Mishaal, de sus cargos de gobernadores de Riad y la Meca, respectivamente. Promovió a Mohammed como ministro de Defensa y a Mohammed bin Nayef, un favorito de la CIA, como siguiente en la línea de sucesión tras el príncipe heredero que había quedado, Muqrin. Pronto desplazó a Muqrin, a quien regaló un yate de lujo de 85 metros.
Mohammed bin Nayef quedó como príncipe heredero. Y Salmán colocó, detrás, a su hijo favorito, que de ese modo se ubicó formalmente en la línea de sucesión.
"Aunque todavía no tenía 30 años, MBS ya era un príncipe maquiavélico", recordó Ignatius. Además de sus vínculos con la monarquía de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed "ya tenía reputación de impulsivo" y en su juventud, cuando un funcionario obstaculizó la transferencia de una propiedad que él deseaba, lo había intimidado "mandándole una bala como advertencia".
Mohammed asumió el discurso modernizador y, mientras los hijos de Abdalá contrataban una firma de lobby en Washington, él viajó en junio de 2016 y causó tan buena impresión al ex presidente, Barack Obama, "que los Estados Unidos se inclinaron por el joven reformista exaltado", luego de haber observado neutralidad entre las facciones.
"Pero también vivía paranoico por sus rivales", señaló el artículo. Entre los principales, el príncipe heredero, los hijos del rey anterior y "la amenaza del incontrolable periodista Khashoggi".
De Mohammed bin Nayef se ocuparía en persona su padre, quien en junio de 2017 lo desplazó de su lugar en la línea de sucesión, en su favor. De la facción de Abdulá y de Khashoggi se encargaría él mediante una fuerza especial de agentes de inteligencia.
El primer episodio que llamó la atención del mundo sucedió en 2016, cuando Turki bin Abdalá y Mohammed bin Salman dieron la impresión de competir: el primero hablaría en el Foro Financiero Internacional en Shanghai, el segundo en el G-20 en Hangzhou.
Tarek Obaid, un ejecutivo de la organización económica del clan Abdalá, viajó antes que Turki a China para negociar los términos de una inversión. En un encuentro del hotel Park Hyatt con los empresarios chinos coincidió con Michael Klein, dueño de un banco de inversión de Nueva York que presuntamente aconsejaba a Mohammed sobre la posibilidad de la oferta pública de Saudi Aramco, el gigante del petróleo de Arabia Saudita.
Aunque Klein nunca representó formalmente al reino, escuchó a Obaid argumentar contra la oferta pública: impondría estándares de información que tendrían un efecto negativo sobre la seguridad nacional saudí y debilitarían a la Casa de Saud. "Al criticar el plan de privatización de MBS frente a los inversores chinos, Obaid les solicitaba, en los hechos, que apoyaran el sistema saudí tradicional que bajo Abdulá y los reyes anteriores había mantenido la estabilidad y la seguridad".
Obaid comenzó a recibir llamadas de números de Riad que desconocía. No las atendió. Por fin lo llamó Khalid Humaidan, jefe del servicio de inteligencia, a quien atendió. Se le ordenaba que regresara al reino. Dijo que primero lo confirmaría con el príncipe Turki.
Cuando Turki preguntó si la orden era del rey Salmán, caso en el cual él personalmente se encargaría del viaje de Obaid, Humaidan le respondió vagamente que el pedido se originaba en "la corte". El príncipe le dijo a su ejecutivo de negocios que permaneciera en China.
Y en Beijing, el 25 de agosto de 2016, cuando bajaba de un avión privado, Obeid fue rodeado por 40 agentes del Ministerio de Seguridad del Estado chino, que lo detuvieron, le cubrieron la cabeza con una bolsa y lo llevaron a unas instalaciones donde lo interrogaron.
—¿Dónde están escondidos tus militantes paquistaníes?
Mientras no le creían que no era el organizador de un ataque terrorista contra el G20, otros agentes revisaban su iPad y su teléfono y comprobaban que tenían al hombre equivocado.
O peor, como concluyeron las autoridades chinas: "Los funcionarios saudíes les habían dado información falsa sobre Obaid para arrestarlo como terrorista y extraditarlo al reino".
Aunque las autoridades chinas, molestas con Riad, le ofrecieron protección, Obaid prefirió escudarse en su pasaporte suizo. Mientras el príncipe Turki era fotografiado junto al presidente Xi Jinping, Obaid preparaba su salida hacia Ginebra, donde llegó a la vez que el príncipe Mohammed hablaba ante el G-20. Allí se quedó.
Al regresar, el hijo del rey Salmán despidió a los responsables del fracaso y nombró como segundo de inteligencia a Ahmed al Assiri, a quien luego el fiscal saudí nombraría entre los culpables del homicidio de Khashoggi.
"La percepción de sospechosos de enemigos y el deseo de control absoluto sólo se profundizaron" en la corte de Mohammed, siguió el periódico. Como parte de las consecuencias comenzó el programa secreto para secuestrar disidentes. Se coordinaba entre el Centro de Estudios en Medios, con Qatani, y otro consejero del príncipe, Turki al Sheikh, a cargo de los lugares de interrogatorios.
Mientras el "equipo de tigres" continuaba sus acciones, Kushner llegó a Arabia Saudita, luego Mohammed dio el golpe del Ritz-Carlton y por fin se planificó el ataque a Khashoggi.
Tanto la operación contra Obaid como el asesinato del periodista "parecen haber sido organizadas por una célula especial dentro de la corte, en la cual Qatani es un supervisor encumbrado, y no por los servicios de inteligencia saudíes", analizó el artículo de The Washington Post. "Eso es tranquilizador para los agentes estadounidenses", que los consideran una fuerza estabilizadora.
Entre los detenidos por la fiscalía saudí se cuenta Maher Mutreb, un ex guardaespaldas del príncipe heredero, acusado de "coordinar y ejecutar" la operación. Qatani perdió su cargo y se encuentra entre los 17 sancionados por los Estados Unidos. Sin embargo, es improbable que el poder de Mohammed se vea mellado, observó el autor.
"Lo más parecido a un cuchillo ensangrentado en el caso de Khashoggi es que se cree que Qatani intercambió numerosos mensajes con MBS en los dos días alrededor del asesinato del periodista", concluyó Ignatius. "Pero a menos que esos mensajes se revelen, podría ser imposible probar una conexión".
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