Quiénes son los "chalecos amarillos" que desafían a Emmanuel Macron

El multitudinario movimiento nació por un incremento del precio del combustible, pero ha sido abrazado por sectores de la extrema derecha

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Manifestantes usan el símbolo de l movimiento en Nantes (Reuters)
Manifestantes usan el símbolo de l movimiento en Nantes (Reuters)

Iniciado por dos camioneros en protesta por el alza de los impuestos a los combustibles, el movimiento de los "chalecos amarillos" ha movilizado el pasado fin de semana a cientos de miles de franceses. El fenómeno, proteiforme, excede las reivindicaciones iniciales y es visto con desconfianza por sindicatos y partidos de izquierda, que denuncian una instrumentalización de la extrema derecha.

Más de 283.000 "chalecos amarillos" protestaron el sábado en toda Francia y esta semana persistían los bloqueos de rutas o el acceso a estaciones de servicio, según informó el portal RFI.

Macron fue el principal blanco de las protestas (Reuters)
Macron fue el principal blanco de las protestas (Reuters)

Los precursores del movimiento fueron dos camioneros región parisina que el 10 de octubre empezaron a hacer un llamado para protestar por el alza de los impuestos a los carburantes. Rápidamente, su iniciativa fue retomada en Facebook por distintos grupos que se identifican con consumidores, partidos de izquierda, gente descontenta con el gobierno de Macron, pero también con la extrema derecha.

En Charleville, en el norte de Francia, uno de los grupos organizadores de la protesta por ejemplo es encabezado por Arnaud Chavez, probablemente un seudónimo. En su fotografía de perfil aparece realizando una quenelle (un saludo nazi invertido) sobre un monumento a las víctimas judías de la Segunda Guerra mundial cubierta por un pañuelo palestino. En las redes sociales, Chavez se dice asqueado por los homosexuales de San Francisco.

Arnaud Chavez
Arnaud Chavez

Otro indicio que parece confirmar esta presencia ultraderechista en el movimiento: el sábado una conductora fue obligada a sacarse el velo islámico tras ser detenida en uno de los piquetes de los "chalecos amarillos" en Saint-Quentin, en el norte del país. Testigos en el lugar aseguran que manifestantes profirieron gritos de mono para burlarse de la mujer.

En Bourg-en-Bresse, en el este de Francia, un funcionario de la alcaldía denunció que cuando circulaba en su automóvil con su novio fue interceptado en un piquete y le rompieron uno de los cristales del vehículo. "Uno de los agresores gritó: 'los reconozco, son maricas'", relató la víctima.

Para los sindicatos y partidos de izquierda, se trata de la confirmación de que el movimiento ha sido recuperado por la extrema derecha, por lo que tempranamente tomaron distancia del fenómeno, pese a que se ha convertido en la protesta más virulenta contra el gobierno de Emmanuel Macron.

Una protesta bloquea el acceso a una distribuidora de combustible en Fos-sur-Mer (Reuters)
Una protesta bloquea el acceso a una distribuidora de combustible en Fos-sur-Mer (Reuters)

Desde La Francia Insumisa, el movimiento de izquierda radical, su dirigente Jean-Luc Mélenchon subrayó esta dualidad. Reconoció que el fenómeno responde a una "indignación justa y digna", pero matizó: "Después hay un problema, en el medio se han metido los fascistas".

Lo cierto es que las formaciones de extrema derecha Agrupación Nacional (Ex Frente Nacional) o Debout la France (Francia de Pie), así como parte de los conservadores de Los Republicanos han hecho explícito su apoyo a los "chalecos amarillos".

"Sabemos que los extremistas están entre los manifestantes", explicó a Le Monde Louis Maurin, director del Observatorio de Desigualdades de Francia.

"Existen muchos casos problemáticos, pero no hay que no reducir los 'chalecos amarillos' a un movimiento extremista. Son una pequeña minoría en una coalición de personas de diferentes orígenes sociales y opiniones", agregó.

Lo que sí está claro es que estas manifestaciones han puesto en evidencia una fractura entre las grandes ciudades que creen en una política que penaliza y desalienta el uso del automóvil y una Francia rural que depende de sus vehículos para desplazarse y trabajar y se siente víctima de una élite urbana en el poder que ve desconectada de las realidades de las zonas rurales y periféricas.

(Por Alejo Schapie/RFI)

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