Paul Rosenberg sabía lo que estaba haciendo cuando decidió representar tempranamente a Picasso, Matisse y Braque. Este comerciante de arte abrió su galería en París en 1911, se la llevó a Nueva York en 1940 huyendo de los nazis, y allí la tuvo hasta morir en 1959.
Aunque a finales de los años 30 se dio cuenta de que la guerra sacudiría nuevamente Europa y sacó parte de su colección a Londres y Estados Unidos, cuando los nazis ocuparon París se apropiaron de 400 obras de su galería en 21 Rue La Boétie, una mansión que, por cierto, Hitler convirtió después en el "Instituto para el Estudio de la Cuestión Judía".
Los descendientes de Rosenberg han logrado recuperar más de 350 de las 400 piezas robadas, pero hay una que, según The New York Times, se les ha ido de entre las manos: el Retrato de la Srta Gabrielle Diot, que Edgar Degas pintó en 1890.
Se trata de un cuadro que Rosenberg tenía en su estudio en Floirac, cerca de Bordeaux. Cuando la familia escapó de Francia, el embajador alemán lo decomisó junto con otras pertenencias y el retrato terminó en Jeu de Paume, el museo parisino que los nazis convirtieron en almacén de las obras saqueadas a los judíos.
Los familiares de Rosenberg no tuvieron noticia de la pieza hasta 1987, cuando apareció en el catálogo del comerciante de arte alemán Mathias Hans, radicado en Hamburgo.
Elaine Rosenberg, una de las descendientes de Paul, lo llamó por teléfono y habló con él, pero Hans se negó a devolverlo y le pidió que lo comprara, según relató a The New York Times Christopher Marinello, cuyo grupo Art Recovery International está trabajando con la familia en la búsqueda de las 40 obras que les faltan.
Cuando Elaine Rosenberg se negó a comprarlo, indica el periódico, Hans le dijo que lo devolvería a su consignatario, y que entonces ella nunca podría recuperarlo.
Aunque el diario no pudo entrevistar a Hans para su reportaje sobre el caso, una socia del comerciante de arte, Anne Auber, escribió vía email que la Sra. Rosenberg había insultado a Hans durante la conversación telefónica y que por eso fue imposible llegar a un acuerdo.
Gracias a Auber, sin embargo, la familia pudo tener una idea del itinerario del cuadro desde que los nazis lo robaron.
Una familia suiza que vivía en Ascona, cerca de Italia, lo compró en París en 1942. El propio Hans los ayudó a venderlo en 1974 a sus dueños actuales, de los que sólo se sabe que viven en Suiza. A pesar de que apareció en el catálogo de venta de Hans en 1987, no ha cambiado de propietario, según creen los Rosenberg.
Lo que sí saben es que Hans trató de venderlo nuevamente en 2003, y que para hacerlo "discretamente" le pidió ayuda a su compatriota Christian von Bentheim, quien incluso reveló el precio al que Hans estaba ofreciéndolo: más de USD 4.5 millones.
Pero como Von Bentheim no tenía experiencia en el comercio del arte, le pidió ayuda a un amigo suyo, el artista Robert Morgan, quien a su vez contactó un curador de museo que rápidamente estableció el verdadero origen de la obra: fue robada por los nazis. Morgan sí habló con The New York Times y repitió el consejo que su amigo curador le había dado: aléjate de ese negocio.
Las gestiones de la familia continuaron, y el director de Art Recovery International, Christopher Marinello, llamó nuevamente a Hans en 2016 y volvió a pedirle que revelara el nombre del actual propietario. Hans se negó, y Marinello solicitó la ayuda del gobierno alemán.
Cuando desde las oficinas del Ministerio de Cultura en Berlín llamaron al comerciante en Hamburgo, Hans dijo que los "actuales propietarios" devolverían el cuadro si les devolvían a ellos los tres millones y medio de francos suizos (equivalentes a otros tantos millones de dólares estadounidenses) que habían pagado cuando lo compraron en 1974 sin conocer su verdadera procedencia.
Pero, aunque lo ha hecho antes, la familia Rosenberg se niega a pagar ahora un centavo por una obra que les pertenece y que alguien está tratando de vender pese a que conoce su origen.
Las leyes alemanas le conceden la propiedad de una obra diez años después de la transacción a quien la haya comprado, a menos que se demuestre que al comprarla sabía que era robada. Por lo tanto, la familia sigue haciendo todo lo posible para Hans revele el nombre de sus actuales consignatarios y poder lidiar directamente con él, con ella o con ellos.
El gobierno francés estima que los nazis robaron unas 100.000 obras de arte en ese país después que lo invadieron en 1940, pero de acuerdo con The Washington Post, los coleccionistas judíos creen que la cantidad real es tres veces superior. Entre ellas estaba un retrato hecho por Picasso de la esposa y la hija de Rosenberg, que terminó en manos de Hermann Goring.
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